sábado, 16 de enero de 2016

Confesiones de un poeta antropólogo

Rodolfo Sánchez Garrafa

Jueves 14 de enero de 2016. Acabo de ser gratamente sorprendido por el generoso comentario de Harold Alva sobre Iris de los Sueños*, que fue mi segundo libro de poemas (Hipocampo Editores, Lima 2012) y fue honrado con un texto crítico de nuestro extraordinario poeta Roger Santiváñez Ph.D. Dije aquella vez que los poemas eran cánticos de mies cargada a la espalda y conjuros del tiempo que percuten en las aguas removidas de la memoria. En efecto, la poesía ha ido de la mano con la experiencia de vida. Me ha permitido muchas cosas, entre ellas, enriquecer mi cosecha con grandes amigos, grandes afectos e inteligencias. Gracias Harold Alva, hay y habrá mucho por celebrar.

Es momento de hacer extensivas las gracias a personas cuya personalidad ha sido particularmente significativa para mí. Los Fratres scholarum christianorum o Hermanos de La Salle me educaron con sapiencia en mis años de la infancia y la niñez. Hace muchos, pero muchos años, mi maestro el Dr. Antonio Astete Abrill leyó mis manuscritos poéticos y me dio el consejo tal vez más decisivo para escribir como ahora lo hago. El Prof. Lizardo Pérez Araníbar admiraba mis escritos, me los hacía leer y grababa mis lecturas, me animó a declamar en público a grandes poetas universales. El Prof. Aníbal Peralta me enseñó autores selectos en la secundaria y consolidó mi afición por la lectura. En términos intelectuales mis maestros Moisés Tello Palomino, Carlos Ferdinand Cuadros Villena, Daniel E. Castillo M., Oscar Núñez del Prado, fueron mis referentes ideales. He apreciado la amistad y orientación de grandes hombres como José Carlos Fajardo, Gerardo Ayzanoa, Jürgen Golte. Hay personas a las que he amado y he sido correspondido. Ernestina Baca Astete, Abel Ramos Perea, Andrés Alencastre Gutiérrez, María Luz Crevoisier Mendizabal alentaron mi producción poética en distintos tiempos. A todos mi profundo reconocimiento. A mis compañeros de camino no los nombro aquí, pero los llevo en el corazón y cada uno es sujeto de una historia aparte.

Cuando un sueño se hace realidad, pensamos que es coincidencia. A mi modo de ver, todo acontecimiento, obedece, en realidad, a leyes. Todo acto humano tiene consecuencias. Nuestro presente es consecuencia del pasado y, en cierta manera, cada uno de nosotros define su futuro. Es curioso que me vengan a la memoria los años de vida universitaria. Tenía en aquel entonces y aún conservo la amistad de Abel Adrián Ambía, mi compañero de secundaria, con quien competíamos por el primer puesto de nuestra promoción. Abel estaba decidido a estudiar antropología y yo me había inclinado por el derecho, en gran parte influido por las preferencias y argumentos de mi padre. En algún momento Abel y yo tomamos la determinación de estudiar ambas carreras. Debo confesar que los estudios de derecho eran exigentes y ambos éramos bichos algo raros entre nuestros compañeros de antropología. En derecho éramos bastante conocidos, tanto que Abel Adrián, Miguel Yépez y yo fuimos bautizados como “los Tres Ases” por nuestro maestro el Dr. Leoncio Olazábal, profesor de derecho civil. Para resumir, sin jactancia alguna, diré que ocupé el primer puesto en mi promoción de derecho. Miguel se trasladó a Lima y terminó sus estudios en San Marcos. Abel se recibió de Abogado con honores al igual que yo. Hoy mi amigo Abel es un notable jurisconsulto y componedor de entuertos judiciales. Yo tras dos años de ejercicio de la abogacía, abandoné formalmente este ejercicio, resuelto a dedicarme plenamente a la investigación antropológica. Para esto ya me había recibido de antropólogo. Cosas de la vida.

El ejercicio de la investigación social me ha llevado prácticamente por todo el Perú, con larga permanencia en comunidades campesinas de los Andes del norte, centro y sur, a la que he sumado significativas estadías en la Amazonia peruana. Pienso que esa experiencia y el haber viajado por diversos países como Alemania, España, Francia, Inglaterra, Tailandia, Japón, EE.UU., Nicaragua, Argentina, Chile, Bolivia y Ecuador, principalmente, ensancharon de un lado mi formación profesional, cuando el mundo recién empezaba a globalizarse para muchos, y de otro mi capacidad de asombro frente al mundo, aspecto esencial en la creación poética.

No me referiré a mi producción académica en antropología. Tengo publicados seis poemarios: Por las calles del Sol (Cipac 1995 e Hipocampo Editores 2012), Iris de los sueños (Hipocampo Editores 2012), Paralelo 70 (Pájaros en los cables 2013), Séptima columna (Pájaros en los cables 2013), Al di là (Pájaros en los cables 2014), Helio-tropos (Hipocampo Editores 2014) y, en breve, presentaré los dos más recientes Toda una vida (Summa 2016) y El hombre retirado (Pájaros en los cables 2016) en el marco del 20º evento de Enero en la Palabra que tendrá lugar en la ciudad del Cuzco del 28 al 30 del presente mes. He tenido la fortuna de que estos textos sean comentados por Roger Santiváñez, como ya he mencionado, y por otras personalidades como Luis Negrón Alonso, Gustavo Valdivia Rivera, Nelson Elguera Barrios, Omar Aramayo, Pamela Ángela Medina García, Irenilda Paranhos, Karina Valcárcel, Armando Arteaga, Luis La Hoz y Harold Alva. El desprendimiento de todos ellos me hace mirar la vida con mayor optimismo.

Cuando escribo me deslumbra la humanidad toda, mas para ver la luz infinita suelo cerrar los ojos.




jueves, 14 de enero de 2016

EN EL GOLFO DE SIAM

EN EL GOLFO DE SIAM
Este atardecer aquí en Thai
con su lánguida gracia felina,
con su cielo como los ojos de las bellas
de Jomtién.
Rojos, naranjas y amarillos
recorren el golfo de Siam.
El mar me encuentra hincado
como lanzón de nubes.
Las aguas del amor reverberan
su armonioso oriente
y me hallan...
hondamente clavado
con mi pétreo cráneo de Chavín.
Este atardecer aquí en Thai
con el cutis del día
en su ritual gesto de danzante milenario
y este sol extrañamente atónito.
La vida desnuda
sus cálidos manantes de mandarina,
los años escurren sabrosas mieles,
la nostalgia se eleva a hondas alturas
y el latir encuentra aquí
su eterna querencia.
Este atardecer extrapolado
con sus manos tan juntas,
con el ojo en la frente
abierto al infinito.
Jomtién tierra áurea
agua fresca
ave del paraíso
cuna del hombre
follaje de sol y de encantos.
Ven a mí Jomtién...a mí
Voy a ti... Jomtién a ti.
Este atardecer aquí en Thai
con los azahares reunidos en un cesto.
Este atardecer que anochece
y que amanece también.
Poema de Rodolfo Sánchez Garrafa (Por las calles del Sol, Lima 1995)





domingo, 10 de enero de 2016

COMENTARIO SOBRE “AYACUCHO, SALINAS Y OTROS LARES”

Rodolfo Sánchez Garrafa*

José Carlos Fajardo Torres nos sorprende con su nuevo libro titulado Ayacucho, Salinas y otros lares (Capazul, Lima 2015). Hasta ahora, nos habíamos acostumbrado a leer sus estudios de análisis sociopolítico y etnolingüístico, muy a tono con su formación, etnológica, jurídica y politológica; sin embargo, dada su gran experiencia de mundo y su sensibilidad humana, de la que soy testigo personal, era de esperarse que en algún momento nos hiciera partícipes de una visión particular sobre sus vivencias como migrante andino que ha sumado su presencia al contexto multicultural de los Estados Unidos de Norteamérica.

Casa familiar de los Fajardo en
Huamanga-Ayacucho.
En este su reciente libro, José Carlos transmite un sentimiento de añoranza telúrica, que yo llamaría realista porque se trata de la nostalgia de alguien que sabe bien que no volverá a su tierra natal, por haber echado raíces en un nuevo lar, sin que eso le haya llevado a abandonar su profunda identidad andina. Buena parte del texto recoge cartas escritas por el autor a sus hijas y otros miembros de su familia en el lapso de cuatro años. Cartas recuperadas y arrebatadas al transcurso del tiempo, que son un relato vívido en parte existencial y en parte testimonial sobre hechos que son parte de la construcción del presente.

José Carlos no es alguien que mire los acontecimientos sociales como exclusivamente resultantes de una acción individual, su mirada histórica es esencialmente societaria. De ahí que empiece su discurso a partir de una reconstrucción específica del proceso de conquista de California por los peruanos. Su relato confirma que las condiciones históricas generales son más poderosas que las personalidades más fuertes. Constituyen hechos significativos, en este sentido, la presencia de representantes de la aristocracia mercantil limeña en California, a propósito de su colonización promovida en el siglo XVIII por el Virrey de México; y, más tarde, obedeciendo a la demanda de gente con experiencia minera, por la llamada “fiebre del oro”, que resultó atrayendo, entre otros, a chilenos y peruanos. Nos confirma también que desde mediados del siglo XX al presente, los propios Estados Unidos han favorecido la inmigración de ciertos tipos de profesionales o trabajadores de servicios a los que se recluta como invitados. Está claro que el mayor desarrollo de este país, la posibilidad de ganar dinero dentro de una sociedad con un mejor estándar de vida y el atractivo del “American way of life” constituyen fuertes motivaciones que lo han constituido en uno de los focos más importantes de inmigración, particularmente latinoamericana.

Lo dicho en el párrafo que antecede, no implica una ortodoxia ideológica en la mirada de José Carlos Fajardo, lo que encontramos como contrapeso es un acercamiento bastante objetivo a la actividad de los inmigrantes de carne y hueso como forjadores de la historia. Allí están, entre otros, el cura cuzqueño Humberto Hermoza, párroco y constructor de la iglesia Cristo Rey de Salinas entre 1951 a 1985, al igual que Juan Bandini, nacido en Lima, quien dejó huella como un personaje interesante, aunque oscilante, al haber llegado a ser representante de California en el Congreso Mexicano y luego activista en las revueltas californianas contra México.

Casa de José Carlos Fajardo en Salinas-California.

Para gusto nuestro, JC no se queda en el examen de registros documentales sino que, pese a la brevedad de su libro, alcanza a referirnos casos específicos de coterráneos cuyo trayecto de vida ha tenido oportunidad de conocer directamente: Aurelia Quillama, Manolita Arango, y Carmela Guevara, tres generaciones de una familia (abuela, hija y nieta), las dos primeras nacidas en Aymaraes-Apurímac, y la última en Lima; constituyen un caso que permite apreciar una estrategia de migración en cadena, iniciada por Manolita, que empezó trabajando en California como empleada doméstica y hoy posee una casa en Salinas, así como una hija que se ha graduado en la universidad de Santa Cruz-California. Doña Aurelia, quince años después de haber sido llevada a los EE. UU., sigue siendo monolingüe quechuahablante y distrae sus horas de ocio recolectando latas y botellas vacías para venderlas en el centro de reciclaje.

Otras personas involucradas en un obligado aprendizaje de convivencia, muchas veces inusual, son Renán del Barco y Dolores Villarreal, una pareja de peruano-ayacuchano y americana de Kansas con ancestros latinoamericanos. Pese a las breves líneas que José Carlos les dedica son ejemplo de una familia bien establecida, en la que sus condiciones económicas y su nivel educativo han sido decisivos para dar forma a un proyecto de vida exitoso.

El propio caso de JC es ilustrativo, ayacuchano, casado con norteamericana, con nivel educativo universitario, muestra circunstancias que a la larga han resultado favorables para el futuro familiar. Sin embargo, es visible que, tratándose de alguien que no ha abandonado su identidad cultural andina, los límites de su adaptación afectiva en un medio cosmopolita del primer mundo se ven si no constreñidos al menos limitados en lo personal: JC nunca pudo evitar un sentimiento de soledad, en Salinas la ciudad en que se estableció definitivamente se le hizo difícil trabar amistades, las relaciones con otros resultaban frágiles y problemáticas, los contactos interpersonales por episódicos no calaban a fondo, la memoria social local resultaba insuficiente para asir lo imponderable, la población en su mayoría era de inmigración reciente. Téngase presente que no nos estamos refiriendo a un andino aferrado a una tierra sacra que dejara atrás, junto a otras deidades ancestrales, sino a un hombre moderno, ateo, despreocupado de la finitud humana, con amplio recorrido por el mundo desde sus años mozos. No podemos dejar de pensar, tras esta lectura, en la múltiple y diversa casuística de los migrantes al primer mundo, en lo árdua y dolorosa que puede resultar una readaptación, en el alto costo que tiene vivir mejor lejos del terruño. El encuentro con el otro parece hacerse difícil por los muros que se erigen alrededor del migrante y en las limitadas posibilidades que encuentra para entablar un diálogo.

Es cierto que muchos migrantes tienen poco que perder, pero otros dejan atrás un mundo con sentido y un contexto en el que cada quien es alguien. Los Fajardo, como puede verse en el contraste de la propia tapa y contratapa del libro que comentamos, proceden de una familia señorial y en el lugar de destino se ubican en una clase media amorfa sin tonicidad social, quizá muy adecuada para una ideología individualista. Es claro que habrán muchos otros migrantes que puedan testimoniar lo contrario y eso no tendría por qué extrañarnos, ya que –como dijo el filósofo- “todo depende del cristal con que se mira” o del grado de miopía, agregaríamos.

Ver Salinas al sur de San Francisco,
pròxima a Monterrey y Carmel.
Es posible que el mundo de las grandes oportunidades, abra la amplitud de su corola para la segunda y siguientes generaciones de migrantes, ya menos ligadas a la memoria específica de origen y suficientemente complacidas con poder compartir algunos elementos simbólicos genéricos, en el mejor de los casos. Por eso es comprensible, el esmero puesto por JC en hacer que sus hijos, principalmente sus hijas, participen de una comunicación ejemplificadora de su experiencia, ha dialogado con ellas, pero también, y quizá principalmente, consigo mismo. Su libro es, en cierto sentido, una masa de comunicación intergeneracional, un interjuego de presente y pasado a la manera de relato en torno al fogón familiar en comunidades tradicionales andinas. Se trata en parte de una revelación cultural del adulto mayor, el anciano o machula, que trasciende su soledad a través del ejercicio lúdico de la tradición familiar, lo cual parece una fuerte exigencia existencial para sujetos migrantes, incluso después de haber transcurrido muchos años fuera del hábitat primigenio.

La metáfora del árbol, que hunde sus raíces en todo lo vivido y aprendido, es muy apropiada para ajustarse a las relaciones familiares desde una perspectiva andina y podría decirse que JC ha ido sintiendo y percatándose intuitivamente de su conversión en raíz, a la que concierne enviar la sabia nutriente extraída del pasado que entronca con el futuro familiar. Es claro que no intenta hacer docencia, pero convertido en árbol instruye a las ramas sobre la vida, lega el recuerdo de los ancestros, el orgullo del linaje, muestra su capacidad de entendimiento y de análisis comparativo, su conciencia de peregrinaje, su práctica antes que una mera enunciación de valores.

Es explicable que José Carlos Fajardo haya puesto acento en los límites de la religión como soporte espiritual, pero ello no impide que se muestre cuán humano es en su captación de la santidad, en tanto capacidad de valorar el mundo sin preocupación por la gloria personal.

* Rodolfo Sánchez Garrafa, antropólogo, investigador social. Trabajó muchos años bajo la dirección de José Carlos Fajardo Torres. 


viernes, 1 de enero de 2016

PANCHO GÓMEZ NEGRÓN (CISCO)

Alberto Negrón Romero*

Tal el nombre del malogrado artista, del charanguista jaranero, del chumbivilcano e inveterado cultor del arte original peruano. Del pionero del wayno, "pinkuyllista" y virtuoso ejecutor del rondín y la guitarra, sin más bagaje cultural que su primer año de secundaria y más que todo artífice de su autoeducación. Personaje que recorrió el territorio nacional tocando y cantando todo lo que era oriundo, en tiempos en que el wayno era mal visto y había que ser un valiente para cantarlo. En esa labor musical, muy sacrificada por cierto, sus aludidos instrumentos constituían su material de trabajo. Se presentaba luciendo la indumentaria de su amada tierra, con lazo trenzado y espuelas que le daban brillo en sus típicos zapateos.

Mas, no sólo paseó nuestro suelo de punta a punta, sino que llevó su orgullo chumbivilcano a tierras extranjeras, como Bolivia, Chile y parte del Ecuador.

Desde la época de su afanoso empeño se creó la Semana del Charango, patrocinado por el filósofo y amante del arte peruano Dr. Humberto Vidal Unda, llegando posteriormente a constituir la "Semana del Cusco", que ha conquistado un triunfo mundial con el pomposo día del INTI RAYMI, fuente de una enorme afluencia de turistas.

Merece mencionar el hecho de que un fatal día de los festejos del Cusco, se produjo un grave accidente, al haberse desbocado un caballo de la Guardia Civil, que no debía ser castigado para marchar, pero fue incitado por un latigazo de un bruto UKUKU, dando lugar a que la bestia le quitase el freno y se fuera a estrellar contra una carpa de vendedores de comestibles en el que perecieron dos personas y quedó gravemente herido el jinete chumbivilcano, quién de no ser así habría ofrecido un número para la admiración y agrado del público. Estando aún medicinándose en el nosocomio de Antonio Lorena, compuso el hermoso wayno "Enfermerita de Antonio Lorena" de letra y música muy sentimental y tierna.


Creó y captó muchas composiciones, algunas de las cuales fueron usurpadas cuando acaeció su muerte, caso del bello wayno "En las alturas de mi Colquemarca" que fue objeto de apropiación por un pseudo autor.

En compañía de otro folclorista, el Dr. Alberto Negrón Romero, y del compositor Roberto Ojeda, Gómez Negrón dejó inscritas en los archivos del Centro Qosqo, las danzas: "Qorilazo", "Llamero" e “Incacho”, muy linda esta última que resultó premiada en el concurso de Amancaes. Así mismo las piezas musicales "Pajonal", "Wikuñita", "Carnaval de Colquemarca", "Wifala", "Imamanmi jamuranki" y otras.


No obstante esta generosa actividad, siguió luchando hasta caer finalmente rendido lejos de su tierra, en el distrito de Quince Mil, en medio del olvido y el anonimato, sin recompensa para sí ni para su huérfana familia, tal cual se olvidó al aviador Enrico Rolandi que fue el primero en llegar al Cusco en su frágil avioncito Ansaldo.

La Comisión de la Semana del Cusco como un justo homenaje le dedica esta breve semblanza biográfica al singular charanguista Pancho Gómez Negrón.

* Alberto Negrón Romero (1899-1991), Abogado, escritor y folclorista. Fue Vocal de la Corte Superior del Cusco y Madre de Dios; su artículo sobre Pancho Gómez Negrón ha sido compilado por Luis Negrón Alonso en el volumen póstumo de sus diversos trabajos titulado “Como árbol de manzano (apuntes)” que se espera publicar próximamente.




ZEIN ZORRILLA Y LA POLÉMICA DEL INDIGENISMO Y DEL MESTIZAJE

  Juan Carlos Lázaro “Ni hispano ni indígena, sin embargo, ambos a la vez” (1), es el más reciente título de Zein Zorrilla que forma parte d...