jueves, 19 de febrero de 2015

IDEAS SOBRE ORIGEN Y LUMINOSIDAD EN LOS ANDES

Rodolfo Sánchez Garrafa*



Todos los pueblos han elaborado o formulado en épocas determinadas un conjunto de conceptuaciones y valoraciones sobre el universo, dando lugar a cierta forma de percibir y explicar la realidad. Mediante esta cosmovisión, el hombre encontró un orden que hizo inteligible a su entorno.

En los Andes, la cosmovisión ha conjugado ideas coherentes de tiempo y espacio en permanente interacción. Tal se puede percibir en las voces quechuas Paqariy e Illariy, que son de amplio uso actual en los Andes. Aun cuando se las suele admitir como sinónimos que comparten el significado de “amanecer”, es muy claro que corresponden a un campo semántico en el que ideas afines se intersecan, expresando hechos que se refieren a distintos órdenes (uno de los términos al génesis griego y el otro al matutinus latino).

Fig. 1.- Waka Pacaritambo según Guaman Poma.
Paqariy concierne al hecho de originar u originarse algo, producirse un proceso de tránsito, de ahí que la voz paqarina se traduzca como lugar de aparición u origen (AMLQ 1995: 384). Dado que en los Andes todo ayllu o pueblo tiene un nacimiento mítico vinculado a una paqarina, es de entenderse que los ancestros remotos emergieron del mundo interior o ukhupacha a través de aberturas a manera de puertas interdimensionales. En unos casos se trata de oquedades, cuevas y grietas en general; en otros de lagos, lagunas (qochakuna), manantiales (pukyukuna), que simbólicamente se asumen como vías de salida del vientre de la Pachamama (Madre Tierra o más propiamente Madre Cósmica). Paqariy, el hecho de originarse, alude como tal al paso de un ámbito lunar a otro solar, de la oscuridad a la luz, en otros términos a un tránsito adentro–afuera. “La caussa de pacarinim fue el Pacaritambo para que todas las provincias y naturales dixiesen: «Pacariscanchic, lluccssiscanchic» o «machunchicpa paccariscan»" (Pachacuti Yamque Salcamayhua 1993: 199). En aymara, paqara, paqariña y paqarjaña tienen que ver con la noche, con el hecho de pasarla toda en vigilia, así se documenta el paqariku, una práctica ritual que implicaba mantenerse despiertos toda la noche.

Los relatos prehispánicos, que tratan sobre el origen de los incas o qhapaqkuna fundadores del Qosqo (centro místico destinado a vincular los cuatro extremos del mundo), refieren que los llamados hermanos Ayar (Manco, Cachi, Uchu, Auca, y sus respectivas mujeres) salieron de una paqarina regia, una cueva llamada Tamput’oqo en un lugar conocido como Paqareqtambo.

El término quechua illariy, por su parte, quiere decir rayar el alba, alborear, despuntar el día (AMLQ 1995: 179), nombrándose así a la luz que brota por el filo del mundo, cuando el sol todavía no se ha hecho presente, esto es a una luz intermedia. Illariy como adjetivo se refiere a los atributos de resplandeciente y fulgurante. Como verbo expresa una condición o estado de luminosidad, resplandecimiento o fulguración que se manifiesta en el momento liminal de tránsito entre la noche y el día. En aymara, los vocablos qhara, qharatataña y qhantatiña tienen el mismo sentido de amanecer o alborear.


Fig. 2.- Illarumi de camélido, formación rocosa que semeja una alpaca (Mi amigo Orlando
Delgado Huamali en Challwawacho, comunidad de Q’asa, Cotabambas-Apurímac).

Relacionados con la palabra prima illariy están términos como Killa (Luna), Illapa o Illapu (rayo), Katekilla, y una serie de nombres de cuerpos estelares como Larilla, Katachillay, Orqochillay, Tarilla, Awkilla, Unuchilla, entre otros, pensados como espíritus animadores primordiales, una especie de illas del supramundo que pueden caer del cielo nocturno y que junto a las illas que emergen del inframundo constituyen la doble fuente de animación de los seres que pueblan el universo en general y la tierra en particular (Sánchez 2014: 247). El término illa, en este sentido, es extensivo a la manifestación petrificada de los seres animadores y transformadores, esto es a formaciones pétreas que semejan humanos, animales o vegetales, así como a representaciones hechas de piedra o metal que tienen por objeto favorecer la procreación de los animales y de los propios seres humanos (Van den Berg 1985: 62). Los illakuna, encarnación de los espíritus animadores primordiales, surgen en medio de la bruma y la niebla de las tierras altas, para comportarse como padrillos y fecundar a las hembras en las épocas de reproducción. De ahí que Illapa (el portador de illas) e Illapu (el jefe de los espíritus fecundantes) deban entenderse como alusiones a una entidad luminosa que actúa en la liminalidad, como ocurre con el rayo y el relámpago, pero también con las llamadas “estrellas” (meteoritos) que eventualmente se precipitan a tierra.

De lo hasta aquí anotado se desprende que Paqariy, correspondiendo en principio a una noción de origen, es un término que en sentido metafórico o figurado suele aplicarse para designar al amanecer. En tanto que Illariy, siendo un término asociado en principio a una noción de luminosidad liminal, por excelencia propia del amanecer, acaba siendo relacionado comúnmente a la reproducción de las especies en base a una relación semántica de causa–efecto, esto es de tomar a la luminosidad como fuerza generatriz, lo que constituye un fenómeno metonímico.

No es una simple curiosidad hacer deslindes como el que ha motivado este artículo, la comprensión de los sinónimos existentes en una lengua contribuye a dotar de elegancia, sutileza y profundidad a los discursos orales y textos escritos que se generan en la praxis comunicacional a través del tiempo. Los sinónimos siendo términos similares o parecidos nunca son iguales. Disponer en el futuro de un diccionario de sinónimos quechuas, así como aymaras, contribuirá al mantenimiento y desarrollo de estos idiomas originarios y, sin duda, a mejorar nuestras fuentes de conocimiento histórico y antropológico sobre el mundo andino.

Referencias
AMLQ (Academia Mayor de la Lengua Quechua)
1995    Diccionario quechua-español-quechua. Edit. Mercantil E.I.R. Ltda., Cusco.
PACHACUTI YAMQUE SALCAMAYHUA, Joan de Santa Cruz
1993    Relación de antigüedades deste reyno del Piru. IFEA, Lima.
SÁNCHEZ GARRAFA, Rodolfo
2014    Apus de los cuatro Suyus. IEP/CBC, Cusco.
VAN DEN BERG, Hans
1985    Diccionario religioso aymara. CETA/IDEA, Iquitos.

* Rodolfo Sánchez Garrafa, antropólogo, docente en la UPG de la Facultad de CC.SS.-UNMSM.


miércoles, 11 de febrero de 2015

Respuesta, comentario a «El indigenismo es reaccionario»

Hugo Chacón Málaga*

Para empezar insertamos el artículo «El indigenismo es reaccionario» escrito por Juan Lechín, Analista político, publicado en Perú21 de 31.01.15. 
"Los protagonistas de esta colonización moderna son antropólogos y polìticos antisistémicos. Sin cesar, les roban la voz a los indios...".
Para los indigenistas, los indios no deben ser libres. Deben ser solo indios y, además, parecerlo. Deben permanentemente recrear su pasado, vivir en comunidad, obedecer al jefe tradicional, aceptar la justicia comunitaria, y las mujeres y los niños: ¡a callar! Deben ser una eterna artesanía. Los indigenistas halagan a los indios diciéndoles que son superiores y puros, por imitarse sin cesar, por no devenir, por no crear y, claro, ese poder académico global convence. En retorno validan su prestigio académico. Hoy es una de las ideologías más respetadas a pesar de su crueldad con rostro de bondad.
Los protagonistas de esta colonización moderna son, sobre todo, antropólogos y políticos antisistémicos. Sin cesar, les roban la voz a los indios dizque para representarlos en los foros internacionales. Lo mismo hicieron De las Casas y el pensamiento católico español del siglo XVI: los interpretaban con mentalidad europea, les robaban su voz para representarlos, les permitían regirse por la justicia indígena y por sus autoridades ancestrales; pero la diferencia es que entonces fue un hecho revolucionario. El mundo indígena estaba derrotado militarmente, pero este empeñoso proceso de reconocimiento del diferente y de la complejidad cultural de sus sociedades logró que la corona diera títulos y tierras a sus élites y derechos (obviamente feudales) al pueblo indio. Los curas, en adición, les dieron la alta calidad agustiniana de “pueblo de Dios”. Este “indigenismo católico” fue el precursor de los derechos humanos franceses. Pero cinco siglos más tarde es absolutamente reaccionario impulsar el paternalismo, la quietud histórica, la sumisión de la mujer y la suplantación de su voz simplemente porque, actualmente, la lucha de los pueblos oprimidos es la ciudadanía, la libertad, los derechos individuales y de género. Por eso, los indios migran masivamente buscando la modernidad. 
Ahora, si un indio ciudadano, con sus derechos intactos, elige vivir en  ayllu, es un acto de libertad, pero si lo hace porque no tiene otra alternativa o los antropólogos lo han convencido para validar su ficción o para ser "masa" de un caudillo mesiánico, además de reaccionario es cruel, y debe ser denunciado y combatido ideológicamente.

Respuesta-comentario


El papel soporta todo, inclusive inexactitudes interesadas, evito mencionar ignorancia, que muestran que el conocimiento puede ser usado para desorientar o mal informar. Es lo que se lee en el artículo “El indigenismo es reaccionario” de Juan Lechín publicado en Perú 21 el treintaiuno  de enero del 2015; y que, entre otras afirmaciones, señala que: Para los indigenistas, los indios no deben ser libres. Deben ser solo indios y, además, parecerlo. Deben permanentemente recrear su pasado, vivir en comunidad, obedecer al jefe tradicional, aceptar la justicia comunitaria, y las mujeres y los niños: ¡a callar! Deben ser una eterna artesanía…” A pesar de la endeblez intrínseca de este y otros enunciados, es necesario ensayar una réplica que desmienta las ideas del artículo.

Utilizar el presente para referirse al indigenismo es un error. Fue un movimiento ideológico que fundó expresiones literarias, artísticas y  postulados políticos y sociales. Tuvo gran auge en Latinoamérica entre los años 20 y 70 del siglo pasado. En su momento representó a una variedad de posturas que veían en su realización la representación de anhelos de cambio en nuestras sociedades que habían postergado, marginado, al indio  en el proceso de construir las nacionalidades. Particularmente importante en México, Guatemala, Perú,  Ecuador y  Bolivia se origina en el notable protagonismo del indio en la Revolución Mexicana. Fue la creación de un grupo de intelectuales de clase media con poca o nula relación étnica o cultural originaria con lo indio que tuvieron el propósito  de  darle solución al "problema indígena" a través de la incorporación del indio a la cultura “occidental y cristiana”. Había por tanto un concepto de aculturación, de integración unilateral en el proceso, por cuanto requería como condición previa la desintegración del indio para ser incorporada a la sociedad dominante. Una variante radical, diría, de la “inclusión social” que se practica ahora. Los indigenistas promovían movilidad social, mestizaje y sometimiento a los dictados culturales de occidente, incluida la aceptación de la justicia fundada en el derecho romano. No obstante sus limitaciones, significó un salto cualitativo muy importante en la realidad social, política y económica del indio. Aún en su mejor momento, el indigenismo nunca promovió “impulsar el paternalismo, la quietud histórica, la sumisión de la mujer y la suplantación de su voz” como señala el artículo. Son nada más que palabras efectistas que oculta el desencanto de ver a una comunidad “militarmente derrotada” minimizada, cercada, y que sin embargo ha conservado a través de cientos de años de colonialismo y destrucción de su cultura, la capacidad de  influir radicalmente en la construcción de nuestras nacionalidades. Y sí, por alguna razón que ignoro, tiene la condición de “Pueblo de Dios” debe ser por aquello que el cura Gustavo Gutiérrez llama “la fuerza histórica de los pobres”.



Hay nuevas corrientes, nuevas ideas en torno a estos temas. Las más avanzadas platean redefinir los componentes de nuestras sociedades, reordenarlas, priorizar lo prioritario y fundamental y asentar la nacionalidad sobre el basamento y parte sustantiva de ésta construcción: la herencia andina. Pregunto: ¿alguien en Latinoamérica puede evadir la influencia de sus culturas ancestrales?, ni los chilenos respecto a los mapuches, tampoco los paraguayos en torno a lo guaraní, menos los mexicanos en relación a lo azteca, tampoco la sociedad colombiana con lo chibcha, mucho menos Brasil que tiene, entre su herencia negra y amazónica, una variante de lo indígena nuestro. ¿Alguien en el Perú puede ser excluido de la influencia india? Ni las reinas de belleza lo logran; por eso recurren a “disfrazarse” con atuendos ancestrales para mostrar con claridad de qué país proviene. Claro que después el “disfraz” alquilado es devuelto con cierto alivio porque en su vestuario no tiene lugar tanto “exotismo”. Es una práctica inconsciente que sirve a ciudadanos de países ancestrales para identificarse: ¿Remember Macchu Picchu?, sí, exacto, de ahí soy yo; claro, Teotihuacan, México, ¿no?; ¿el Templo de Kalasaya y la cultura Tiahuanaco?, claro, allí mismo está  mi país; ¿podemos ignorar que la zamba y el famoso carnaval tienen sus raíces en la cultura negra brasileña? Preguntó: existiría la cocina novoandina sin el aporte andino? ¿existiría el emporio de Gamarra, sin las formas de producción que imitan la reciprocidad andina?, ¿se bailaría “chicha” sin la síncopa andina? Nada, absolutamente nada, que sea fundamental en nuestro país y continente radica en la herencia occidental. Si nos despojamos o nos dejamos despojar, de quince mil años o más de historia, lo que queda es apenas una sombra irreconocible de lo que somos, seres invertebrados en busca de un destino e identidad. Insisto, podemos hacer una larga lista de realidades que muestran el divorcio entre lo que somos y lo que queremos ser. Reconocerlo, ¿convierte en “indigenista” a los usuarios de una objetiva y “oculta” herencia cultural, que nos otorga personalidad frente al extranjero y nos proporciona también la tesitura suficiente para observar y tratar al otro distinto desde nuestra propia humanidad? No, sin duda que no, nada más nos convierte en seres sin complejos ni amputaciones, integrados, reconciliados con nuestro ser primigenio. Vemos que el uso de estas “reaccionarias” realidades no nos hace indigenistas, porque éste concepto en su acepción originaria no existe hoy día. No, por lo menos, con las características que tuvo cuando se acuñó e importaron el término las inteligencias regionales de países dueños de altas culturas precolombinas, y sirvió para reivindicar civilizaciones maltratadas, oprimidas, avergonzadas. Fue un gran momento del desarrollo de las ideas.



Lamentablemente, aquella vanguardia, no logró formular una plataforma política que asumiera la conducción social, conquistara el poder político de sus sociedades. No lo consiguieron porque las voces que proclaman el cambio y lo ejecutan surgen de la rabia noble y creadora de quienes soportan el silencio y la marginación. Porque los “antisistémicos” que protagonizaran el cambio no serán “antropólogos y políticos” decimonónicos que se satisfagan con cambios en los modos de producción y en la distribución del ingreso, sino los conductores de una nueva cultura y una nueva civilización. Estas ideas se amparan en lo que Uriel García escribió en los años de auge del indigenismo: “pueril sería decir que todas las formas más nobles de la vida incaica – léase indigenismo –  han sido superadas en la hora que vivimos. Y si la América de  hoy por boca de sus paladines más jóvenes anhela por ser nada más que América, no será ciertamente por volver al pasado sino por marchar al porvenir, así tan original, admirable y fuerte como en su pasado. Volver al indio no es caminar hacía el inca, sino volver hacia la tierra y hacia la conciencia de la tierra, con sus tres tiempos de acción. El incanato es la madurez del pasado, el  indianismo es la juventud del presente, la juventud de todos los tiempos.” Caral, Chavín, Huari, Tiahuanaco, Inca, Garcilaso, Guamán Poma, Arguedas, indigenismo, son etapas efímeras de lo andino, que es permanente y sólida ruta que está siendo retomada a tientas, con desorientación, sin dirección política, dotando de rostro y cuerpo cierto a nuestra sociedad, abriendo surcos que permitan en algún momento reparar la continuidad histórica de nuestro desarrollo. Aunque lo ignoremos, es la realidad.

Ser “indigenista” ahora, tiene una valoración distinta. Alejada de la añoranza de un pasado extinto, que jamás será el mismo, pero sí, germen, semilla de lo nuevo; alejada también de la aculturación y de cualquier forma del viejo concepto de la “inclusión social”; distante también de la barbarie y del odio racial y de la exclusión, porque esta tarea debe ser seres nuevos, de estadistas que hagan posible una sociedad inclusiva desde el eje andino.  El desafío de la hora es la lucha contra la alienación inadvertida y la asunción consciente de una identidad soterrada, casi siempre vergonzosamente oculta, vinculado a un mundo objetivo, que bulle vital ante nuestros ojos, y que contiene los elementos necesarios para construir un espacio nuevo de producción, cultura, educación y convivencia, que use las formas más avanzadas de la tecnología universal, desarrolle la suya propia, dome de nuevo los andes y respete la naturaleza; porque para nosotros, los ríos, montañas, el mar, no son realidades objetivas externas y extrañas sino parte de nuestra naturaleza más íntima y, por lo tanto, aprovechada con respeto. Esta visión nada tiene que ver con la conservación del pasado, como caricaturiza el articulista boliviano. Está vinculada a desterrar la idea del humano como lobo del humano, de ver al distinto como enemigo, de considerar el trabajo como castigo divino y desterrar la idea que en la sociedad sobrevive el más fuerte y poderoso. Entonces estaremos preparados para rescatar el universo como parte de nuestras vidas y abordar el desarrollo sostenible, el emprendimiento, la ciencia, el progreso moderno; convencernos que el progreso, la multiplicación y reproducción de todo lo humano, tiene caminos distintos y que no hay sólo un camino posible para andar erguido sobre dos extremidades.


Demostraremos la falacia que afirma que el progreso es patrimonio de la cultura occidental, que la modernidad está reñida con cultura y filosofía ancestrales; haremos evidente que la modernidad no sólo se habla en inglés o castellano.  Derribar la falsa disyuntiva en la que nos han querido encasillar los supuestos dueños de la racionalidad y la inteligencia. Supuestos racionalistas que organizaron las Cruzadas, provocado pogroms, autos de fe, genocidios y persecuciones y que ahora repiten estas barbaridades bajo otros similares propósitos y, además, depredan bosques y contaminan nuestras aguas. Hay caminos distintos, se están construyendo. Es cuestión de actuar, y esperar.

Lima, febrero de 2015.

* Hugo Chacón Málaga. Ingeniero Agrónomo. Ha sido investigador de proyecto en la  Oficina de Gestión de la Investigación de la Universidad Nacional Agraria “La Molina”- UNALM.


lunes, 9 de febrero de 2015

REFLEXIONES SOBRE LA MUERTE EN TORNO A LA OBRA DE GAMALIEL CHURATA

Miguel Angel Castro  

En el presente artículo trataré el tema de la muerte desde el punto de vista de un autor que tiene como referencia la cultura ágrafa andina: Gamaliel Churata.1

Churata emigró   a Bolivia en los años 30, durante el gobierno seudoindigenista de Leguía, país en donde logró completar una monumental obra inédita: “Resurrección de los Muertos”2 que ha sido recientemente publicada. Esta obra tiene una estructura particular en forma de diálogo, entre un personaje, cuyo nombre es el Profesor analfabeto, y Platón. Un diálogo extenso en el cual a lo largo de más de sesenta páginas el Profesor analfabeto trata de convencer a Platón de que la muerte solo es un concepto inventado por la filosofía occidental, puesto que según la visión andina los “muertos” siguen viviendo por debajo de la tierra, como semillas que propician no solo la fertilidad del terreno,  sino también la posibilidad del porvenir del hombre. Los muertos siguen viviendo en comunidad, en forma concreta de genes dentro del cuerpo humano. Esta comunidad de difuntos actúa desde adentro del individuo como un sentimiento manifiesto en su corazón.      

Los conceptos estéticos de este libro se sitúan en un espacio entre la vida y la muerte.  Mediante la exposición de la idea de Ahayu Watan, categoría que está ligada a la germinación, al deseo erótico que los muertos poseen y que expresan desde adentro del cuerpo de los vivos.3

“El término Ahayu-Watan, que significa el alma amarrada, alude a ese espíritu del ánimo que es mejor comprendido y asumido en una visión colectiva o comunitaria, que lleva el hombre y que se refleja como la luz que delinea nuestras vidas, nuestros actos. Ese ahayu, lo que es amarrado,4 constituye un penetrar en nuestra mismidad, en nuestro ser original. El dolor que se siente en el mundo andino llega hasta el ahayu, y cuando está enfermo hay que curarlo espiritualmente, haciendo que la luminosidad del ahayu permanezca intacta y fuerte”.5   La idea de ahayu watan, sobre la cual se funda el autor, está conexo con los muertos que se insinúan dentro de los vivos.

Ahayu es un concepto de alma, pero no es un alma individual. Es como un alma colectiva. Churata la define como una presencia en la tierra. Watan es el verbo amarrar. En cierto momento los muertos amarran a los vivos y se ponen en su sangre, como semilla, hasta compenetrar en las mismas células de los vivos. Para ilustrar este fenómeno es ejemplar un episodio de la vida de José María Arguedas: Se cuenta que en la celebración de uno de sus cumpleaños, el escritor estaba muy triste y los amigos que le acompañaban preguntaron: que podemos hacer para aliviar tu sufrimiento. A lo que Arguedas contestó: impidan que lleguen los españoles. Esta paradoja evidencia que el trauma de José María Arguedas era un trauma colectivo y no uno individual.

El gran mérito de Gamaliel Churata consiste en haber propuesto la idea tradicional de que los muertos no existen, y con ello alojar una paradoja a través de la cual se plantea que las culturas originales de América siguen vivas y persistentes. Para el mundo occidental, fue muy instrumental, cómodo pensar que estas culturas desaparecieron, cuando intentaron “matarlas físicamente” con programas que servían para justificar la cooperación de colonización y la exclusión de estas zonas de los beneficios que una modernidad hubiera podido traer de forma igualitaria para todos, no solamente para el Mundo Blanco.

En la “Resurrección de los muertos” Churata no habla solamente del Mundo Andino, sino que también expresa la interrelación de éste con el Mundo Islámico, el Mundo Chino, el conocimiento esotérico europeo y todo el bagaje de conocimiento que ha sido excluido de la historia oficial. Propone una nueva Historia, una nueva síntesis que contradice el presupuesto universalista europeo (Europa y Norteamérica) que se ha apropiado del pasado, para sustentar su historicismo. Churata nos da la posibilidad de imaginar un mundo distinto, un mundo donde  la jerarquía del saber se impone.

Referencias

*   Miguel Angel Castro, antropólogo cusqueño egresado de la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco, con estudios de Maestría en Filosofía por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Coordinador del Museo Cementerio Patrimonial de la Almudena de la ciudad del Cusco.
1.   Gamaliel Churata, intelectual puneño que fundó el movimiento literario “Orcopata”, movimiento que logró unir, desde una perspectiva Tradicional, conceptos procedentes de la Vanguardia europea, con la intención de comunicar nociones originales a un público alejado de la producción cultural indígena.
2.   Esta obra de Gamaliel Churata tuvo relación con su situación personal, debido a que sufrió duramente por la muerte de su primera esposa Brunilda y sus dos hijos, que murieron prematuramente. Churata logra transformar este dolor personal en un monumento funerario y literario que es un himno a la vida.
3.   Churata afirma que del celo nacen la poesía y la creación.
4.    Enlazado, en la expresión de Churata.
5.    En Revista virtual los andes. http://www.losandes.com.pe

Bibliografía
Bloch, Maurice, Death and the Regeneration of Life (ed. with J. Parry), Cambridge, 1982.
Churata, Gamaliel. La resurrección de los muertos. ANR, Lima 2011.
Guénon, Réne. El hombre y su devenir según el Vedanta. 1927.
Louis-Vincent Thomas. La antropología de la muerte. Traductor: Marcos Lara, Fondo de Cultura Económica, México 1983.
Sánchez Garrafa, Rodolfo, Representación del cosmos en murales mochica (Iconografía y tradición). En Tupac Yawri , Revista de Estudios Tradicionales Nº 2, 2010.
Valderrama, Ricardo y Escalante, Carmen. Apuqurpuna. Visión del mundo de los muertos en la Comunidad del Pumamarca. En Tupac Yawri , Revista de Estudios Tradicionales Nº 2, 2010.



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