miércoles, 4 de noviembre de 2020

EL PENSAMIENTO ILUSTRADO EN LA MIRADA DE INMANUEL KANT*

Rodolfo Sánchez Garrafa
Julio Gilberto Muñiz Caparó
P. Rodolfo Dondero Rodo   


Inmanuel Kant (1724-1804) nació, vivió y murió en Königsberg. Sus principales obras son: Crítica de la razón pura, Critica de la razón práctica, y Crítica del juicio. Su vida coincidió, en gran medida, con el desarrollo y la influencia de la Ilustración alemana. La Ilustración aparece como el marco de su filosofía. Kant es un pensador ilustrado, es modelo y a la vez un crítico representante de los problemas, convicciones e ideales del llamado siglo de las luces. Su perspectiva filosófica parte de la percepción sensorial de cada persona y la lleva hacia el campo de la razón; esto era innovador y, sin duda, contribuyó a cuestionar la tutela a la que estaban sometidos los súbditos en los regímenes monárquicos europeos. El movimiento de la ilustración desembocó en la Revolución Francesa, precursora, a su vez, de las gestas independentistas en los dominios coloniales de Europa, especialmente en Hispanoamérica. Este puede ser un buen resumen del pensamiento de este ilustre filósofo.

Kant, en efecto, se ubica entre las mentes más vigorosas del proyecto ilustrado. Newton y Rousseau son dos de los personajes de su tiempo que más influencia ejercieron sobre su pensamiento; el primero, descubridor del rigor de las leyes y las relaciones constantes entre los factores implicados en los fenómenos físicos, se mostraba como el mejor modelo del investigador que aporta luces al conocimiento; el segundo, con sus ideas centradas en el hombre, repercutió en el campo de la educación, y está considerado como padre de la pedagogía moderna. Estos pensadores estaban convencidos sobre el poder del conocimiento humano para combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía, de ahí su preocupación por construir un mundo mejor.

Sabemos que La Ilustración fue un movimiento intelectual europeo que se extendió entre los siglos XVII y XVIII, cubriendo unos cien años, tiempo al que también se suele llamar el "Siglo de las Luces". Este lapso tiene como hitos, su inicio, vinculado a la finalización de la Guerra de los Treinta Años en 1648 (Paz de Westfalia) y, su término, coincidente con el comienzo de la Revolución francesa en 1789. De por medio, y bajo el predominio de la razón, pilar fundamental del conocimiento, se produjo una de las más sensacionales series de avances en el desarrollo científico, filosófico, político, económico y artístico que caracteriza a la Edad Moderna. 



Para Kant, la ilustración consiste en el hecho por el cual el hombre sale de la minoría de edad; ésta consiste en la incapacidad de servirse del propio entendimiento sin la dirección de otro, por lo que las sociedades debían ser educadas, en lugar de ser entretenidas. ¡Sapere Aude! (¡Atrévete a pensar!), son palabras tomadas de Horacio, con las que Kant expresaba el carácter autónomo de la razón ilustrada. Para él, la razón es suficiente en sí y por sí misma, por lo que exige confianza en ella y, en consecuencia, la decisión de servirse de ella con independencia, sin otros límites que aquellos que le vengan dados por su propia naturaleza. ¡Ten valor y sírvete de tu propio entendimiento! Ésta es la invitación de Kant, y a la vez el rasgo esencial que define el estado de espíritu humano que sus contemporáneos y él mismo identificaron con la época en que vivieron. 

Tal como otros pensadores de la Ilustración, Kant estaba convencido de la necesidad de superar las trabas del espíritu y así conquistar la libertad. Sus postulaciones tuvieron una gran influencia en aspectos científicos, económicos, políticos y sociales de la época.


En la segunda mitad del siglo XVIII, pese a que más del 70 % de los europeos eran analfabetos, la intelectualidad y los grupos sociales más relevantes descubrieron el papel que podría desempeñar la razón, íntimamente unida a las leyes sencillas y naturales, en la transformación y mejora de todos los aspectos de la vida humana. La filosofía de Descartes –basada en la duda metódica para admitir solo las verdades claras y evidentes– y la revolución científica de Isaac Newton, apoyada en unas sencillas leyes generales de tipo físico fueron determinantes para este giro reflexivo. 

Al término de las guerras religiosas en 1648, el pensamiento europeo experimentó cambios filosóficos notables y sostenidos. En el siglo XVIII se desarrolló la primera Enciclopedia (La Enciclopedia o diccionario razonado de las ciencias, de las artes y los oficios), como respuesta a la demanda de más conocimientos no solo filosóficos, sino de adecuación a las innovaciones en la ciencia y el arte. Los enciclopedistas se propusieron guiar a las sociedades hacia el progreso intelectual y la superación de la impotencia generada por las supersticiones, la irracionalidad y las perversas tradiciones que imperaban en la Edad Media, juzgada como un período de oscurantismo y de carencia de respeto a derechos humanos fundamentales.

Con la Ilustración se termina progresivamente la sociedad estamental que se venía arrastrando desde el feudalismo y emergió una nueva clase social, la burguesía, que adquirió conciencia de su poder económico y su importancia política, de forma que se propuso conquistar el gobierno de su destino a lo largo de los siglos siguientes a través de diversas revoluciones en que fue ampliando su presencia en los órganos políticos del Estado, relegando a la aristocracia a un papel subalterno. 

En el documento estudiado, el filósofo Inmanuel Kant se propone explicar lo que es la ilustración, para ello empieza haciendo entender que el hombre mismo es responsable de su dependencia y sometimiento al autoritarismo de los poderes que lo sojuzgan. Decía Kant que los humanos tenemos entendimiento y nada justifica esta culpa. La resignación o la costumbre de esta posición cómoda es aprovechada por los poderes políticos, religiosos, financieros, académicos, etc. El pastor reemplaza a la conciencia, el médico dictamina acerca de la dieta, y así sucesivamente, todos en procura de evitar la fatiga de pensar, de decidir por sí mismo. Sólo había que pagar, solo había que hacer voto de fidelidad, de sometimiento, actuando como un rebaño, como ganado doméstico que se mueve temeroso de cualquier riesgo y confía en el látigo del conductor. 

La minoría de edad, es decir la incapacidad para ejercer ciudadanía, denunciaba Kant, se había convertido en un rasgo de la naturaleza humana. Las reglamentaciones y fórmulas, instrumentos mecánicos de uso social, ataban a una persistente minoría de edad. 


Kant veía que la ilustración iba a ser alcanzada lentamente, previó la caída del despotismo por la ocurrencia de una revolución, pero señaló que un verdadero cambio en el modo de pensar, solo ocurriría por mediación de la libertad de hacer uso público de la propia razón en todo respecto. Hizo sí una distinción del uso privado que aceptó pudiese ceñirse a las atribuciones previstas para cada función específica. Observó que, ante nuevas exigencias sobre el derecho a razonar, el sistema siempre responde asintiendo, admitiendo que se puede razonar todo lo que se quiera, siempre y cuando se obedezca. Obedecer y pagar esa es la cuestión fundamental. Por la férrea intrusión de esta manera de imponer el pensamiento, Kant veía que la ilustración iba a ser alcanzada lentamente, como ya se ha dicho. 

Para este pensador, una época no puede obligar ni juramentar para colocar a la siguiente en una situación en la cual le sea imposible ampliar sus conocimientos urgentes, purificarlos de errores y, en general, avanzar en la ilustración. Eso sería un crimen contra la naturaleza humana, cuya determinación originaria justamente consiste en ese progresar, por lo que la posteridad tiene justificación para rechazar las disposiciones legales que pretendan mellar tal libertad. La piedra basal de todo lo que se puede decidir que sea ley para un pueblo, radica en la cuestión de si un pueblo puede imponerse a sí mismo una ley semejante. Eso hace posible tener esperanza de darse una ley mejor en un tiempo corto y determinado, introduciendo cierto orden que deje al mismo tiempo a cada ciudadano, principalmente a los sacerdotes en su calidad de sabios, la libertad de hacer sus observaciones públicamente. No obstante, para Kant no estaría permitido adherirse a una constitución religiosa inconmovible que no pueda ser puesta en duda públicamente porque ello haría infecundo un período en el progreso de la humanidad hacia su perfeccionamiento. 

Si ni siquiera un pueblo puede decidir sobre sí mismo, menos lo podrá decidir un monarca sobre el pueblo, pues su autoridad legisladora se basa en que reúne en la suya la voluntad de todo el pueblo. Si él se preocupa para que cualquier perfeccionamiento verdadero o presunto sea compatible con el orden civil, puede permitir que los súbditos hagan por sí mismos lo que consideren necesario para la salvación de sus almas, pues se trata de algo que no le concierne; pero en cambio, sí le importará mucho evitar que unos impidan a otros con violencia el trabajar, con toda la capacidad de que sean capaces, por la determinación y el fomento de dicha salvación, ya que en ello consiste la libertad de credo. 


Luego, al preguntarse a sí mismo: ¿vivimos ahora en una época ilustrada?, responde que no, pero advierte que se está viviendo en una época de ilustración: el siglo de Federico II de Prusia, una época de transición democrática habría que volver a decir, empleando conceptos actuales. Sobre este monarca dice Kant: “Un príncipe que no encuentra indigno de sí declarar que tiene por deber no prescribir nada a los hombres en materia de religión sino dejarles en eso en plena libertad, y que inclusive rechaza para sí el altivo nombre de tolerancia, es él mismo ilustrado y merece que el mundo agradecido y la posteridad lo ensalcen como aquel que, al menos desde el gobierno, fue el primero en sacar al género humano de la minoría de edad y dejó a cada uno en libertad para que se sirva de su propia razón en todo lo que concierne a cuestiones de conciencia”. 

Kant pone acento en la salida de una prolongada minoría de edad, especialmente en asuntos de religión, porque este es el frente en el que la afición a jugar el papel de tutores de los súbditos es más acentuada. Los jefes de Estado debieran favorecer la libertad de hacer uso público de la propia razón y de exponer públicamente al mundo sus pensamientos acerca de una concepción más perfecta del mismo. Esto debería hacerse gradualmente, según Kant, un grado controlado de libertad civil le parece aconsejable, porque lo que importa es que la semilla germine y con ella la vocación no desaforada al libre pensamiento. 


Sobre estas bases, la libertad, los derechos humanos, la democracia, la igualdad de oportunidades, el capitalismo y su correlato, la economía de mercado, el impulso inigualable a la tecnología, la importancia de la ciencia, el papel destacado de la producción e intercambio de bienes y servicios como forma de vida, fueron dimensiones de nuestro mundo que se establecieron y se consolidaron a partir del extraordinario legado de la Ilustración, sin duda, el movimiento filosófico, político, económico y cultural que más impacto ha tenido en la historia de la humanidad y con total vigencia en el inicio de este nuevo milenio. 

Consideramos que la valoración de la libertad es la parte sustantiva del ensayo de Immanuel Kant, quien la reconoce como un “imperativo superior”. Es por ello que pensar la libertad como una concesión, o un derecho que se ejerce gracias a la garantía de la Ley, lleva a vivir en esclavitud, bajo un yugo que somete al que se limita a acatarla. Si la garantía de la Ley preexistente, la que se halla vigente y reglamentada dentro de un ordenamiento artificialmente consensuado, fuera suficiente para asegurar la libertad del hombre, entonces la libertad desaparecería con la derogación de la Ley. Sin Ley, la libertad pasaría a ser un simple anhelo, un deseo de algo que pertenecería a lo ajeno y desconocido. Si, en cambio, aceptamos a la libertad como un bien inmanente a todo ser humano, no habrá forma de abolirla sino con la muerte, puesto que aun aquellos que hubiesen sido sentenciados por infringir otras leyes, y estando privados del derecho a transitar, al encontrarse confinados en celdas, no podrán ser privados de su libertad de pensamiento y expresión.


Sin embargo, es importante anotar que el asunto de la valoración de la razón a rajatabla ya fue empezado a ser puesto en serio examen por el propio Kant, al hallarse diversas interpretaciones antagónicas:

  1. Por un lado, el dogmatismo racionalista, que pretende interpretar la estructura y sentido de la totalidad de lo real por la sola razón, autónoma y al margen de toda experiencia y de lo dado. Aspecto que dio lugar a su Crítica de la Razón Pura;
  2. Por otro lado, el empirismo, cuya última expresión es el escepticismo, que pretendereducir el pensamiento a lo dado, derrocando así a la razón. Asunto que abordó en su Crítica de la Razón Práctica.
  3. Por último, el irracionalismo, entendido como hipervaloración del sentimiento, de la fe mística o del entusiasmo subjetivo y que, por tanto, deviene en negación de la razón misma. Quizá vinculado a su Crítica del Juicio.

He aquí tres interpretaciones antagónicas e irreconciliables de la razón, que imponen, según Kant, la necesidad de llevar a cabo una crítica o examen de la misma. Una crítica de la propia razón sobre sí misma, sobre su alcance y sus límites. La etimología del término "crítica" revela la acción de delimitar, discriminar o separar.

La solución de Kant, más allá de su racionalismo, es idealista. Para él, la realidad tal como es no se conocerá nunca. La cosa en sí o noumeno es inaprensible, lo que conocemos es solo el fenómeno a partir de nuestra percepción. Kant acribilló también de dudas al conocimiento por la experiencia y enarboló los derechos de la razón como árbitro de todos los testimonios de los sentidos. Hoy, nos es fácil reconocer que todas las formas de aproximación al conocimiento son útiles e incluso necesarias, ya que, según el campo de conocimiento de que se trate, ocurrirá un predominio de los recursos sea de la experiencia, de la razón e incluso de la intuición.


Lo interesante para nosotros, en el siglo XXI, es que nos hallamos en una circunstancia histórica en que el sistema se muestra asimismo como inconmovible, un sistema liberal deshumanizado, sin sentido de comunidad, cultor del individualismo. Nos hallamos de manera semejante ante la imprescindible necesidad de recuperar la palabra y el pensamiento en libertad, requerimos de hombres que piensen por sí mismos.

Esa es una filosofía y una praxis que la cultura andina desarrolló en nuestro continente desde sus orígenes, con resultados excelentes. Nuestros ancestros compartían sus tradiciones destinadas a lograr el equilibrio por intermedio de “la paz comunitaria” en base al ejercicio de una cultura de valores sostenidos por la solidaridad, la reciprocidad y la complementariedad haciendo las cosas del mejor modo por el bienestar común. 

* Artículo elaborado por los autores a partir de la lectura del texto denominado: "Respuesta a la pregunta ¿Qué es la ilustración? escrito por Kant, originalmente publicado en Berlinische Monatsschrift, diciembre de 1784. Traducción del profesor Rubén Jaramillo V., y tomado de Argumentos No. 14 a 17, 1986.

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