viernes, 21 de abril de 2017

Poesía con Elsa de la Cruz

Gilberto Muñiz Caparó* 

El Círculo Andino de Cultura se reunió la tarde del miércoles 19 de abril de 2017 para tratar sobre la poética de Elsa de la Cruz Tomás, en particular sobre su poema “Bajo la ducha”. Comparto el comentario que tuve ocasión de formular en presencia de nuestra invitada. 


Bajo la ducha

Mañana
Mañana mis sueños de niño
se llenarán de moho y tierra.
Mi alma
será demolida en un viejo baño
y la única canción que aprendí
en el frío de la ducha
será cantada.
Cantaré la canción mojada
con gotas de agua perfecta.
La soledad y la despedida
sin estar sucias
se lavan.

Elsa de la Cruz (Equipaje, 2017)

Elsa de la Cruz, en su poema “Bajo la ducha”, empieza con una sentencia y anuncia un mañana poblado de avatares y tribulaciones. Sin embargo, grita a pulmón lleno que su vida es la expresión misma de la niñez pletórica de dinamismo y alegría en un presente muy significativo. Como todo buen poeta,  con su espíritu afinado, sabe llegar a los filos del idealismo, hablando, en silencio, de sus sueños, de sus aspiraciones, esperanzas y realizaciones.

Los versos de Elsa, son premonitorios, dice: “Mañana, mis sueños de niño”   -esos sueños que hoy están sumidos en el amor al amor y a la naturaleza, especialmente a la naturaleza humana de ser y saber ser niño-“se llenarán de moho y tierra y mi alma será demolida en un viejo baño”. En el mismo tiempo, con los mismos espacios, con las mismas pausas y silencios, la poeta habla de lo que es su vida en este momento y de lo que puede convertirse en un mañana tal vez distinto. Y entonces, vuelca sus pensamientos de tristeza por lo que puede acontecer en el futuro, cuando le toque encontrarse con la otra cara de la vida a la que ella llama: “El frio de la ducha”, frio que podría ser muy bien la propia muerte o algo que, tal vez, quizá, pueda cambiar el ritmo de su vida.

Alguna vez tuve una historia difícil de narrar...

Elsa de la Cruz, concluye su poema diciendo: “Cantaré la canción mojada con gotas de agua perfecta” (el agua que aplaca la sed, el agua que es vida, el agua que nunca se ensucia aunque este cubierta de barro) y remata en forma magistral afirmando que “la soledad y la despedida”, sin estar ensombrecidas, se lavan. Aquí, podría interpretarse que la poeta aclara que su presente (en el momento que escribe el poema) nunca fue manchado, y acepta que ella volverá a ser lo que fue, aunque está preparada para el cambio, si tiene que producirse cuando llegue el mañana. Es un poema intenso y tierno, reflexivo, corto, abundante en energía y muy bien elaborado. 

* Periodista y escritor. Ha sido distinguido por el Ministerio de Cultura como "Personalidad Meritoria de la Cultura".

jueves, 13 de abril de 2017

MI POEMA ¿QUIÉN ANDA ALLÍ?

Rodolfo Sánchez Garrafa

El Círculo Andino de Cultura, a propósito del poema titulado ¿Quién anda allí? que forma parte del libro Desde el morro solar (2017), examinó mi producción poética en su reunión del jueves 06-04.17. El taller se desarrolló de manera muy productiva, bajo la inteligente conducción de Julio Gilberto Muñiz Caparó, contando con la participación de Rodolfo Dondero Rodo, Ruth Hurtado, Julia del Prado, Patricia del Valle, Nora Curonisy Lostanau, Rolando Santa Cruz Orós, Ruth Milagros Gálvez, Alfonso Rodríguez Gutiérrez y Daniel Quispe Machaca, en el marco de una programación prevista hasta fines de junio próximo.

Rodolfo Sánchez G. Foto: Nora Curonisy Lostanau

Es seguro que CIRCULANDINO dará a conocer, más adelante, el producto de un año y medio de trabajo en el empeño de conocer y analizar una significativa muestra de poesía peruana de los años 70 hasta la actualidad. En este breve escrito, quiero alcanzar a mis colegas del colectivo lo que yo pienso de mi propia poesía, considerando las ideas vertidas en la antedicha reunión, las mismas que recojo en aspectos puntuales, no sin antes agradecer el conjunto de las contribuciones de todos los participantes.

1)      El poema a los ojos de mis colegas poetas

¿Quién anda allí?

¿Quién anda allí?
Es Sánchez el viejo
El del parque La Palizada
El que anda en los verdes rellanos de la franja
Costera
El que se mira en los espejos
de agua
El que fisgonea entre los juncos del pantano
y duerme sin más sobre suelo pelado.

¿Quién anda allí?
Es Sánchez el viejo
El de los cien años de paciente y desigual espera
El del silencio y del alboroto
en aguada
El que duerme entre plumas entintadas
en su nido
El loco que estira sus alas por las tardes
y alza vuelo en los acantilados.

Rodolfo Sánchez Garrafa (Desde el morro solar, 2017)

Para Julio Gilberto Muñiz Caparó, Sánchez "El viejo" es el propio poeta, en tanto sujeto capaz de diluir los tintes de la vida, como lo hacen grandes pintores, apelando a una técnica que le permite plasmar variaciones de claroscuro. Entiendo que Julio Gilberto nos ha querido decir que la poesía tiene esa poderosa capacidad de capturar los matices de la vida mediante la palabra, pues, una poesía de este tipo, con plumas entintadas y en aguada, es apropiada para transitar entre la oscuridad total y la luz intensa. De resultas, según Rodolfo Dondero Rodo, mi poética orilla el pasado y los encantos del mito, y se enciende desde cualquiera de sus trozos, para enfilar hacia una comprensión de las leyes causales que rigen la naturaleza, la vida social y sus vínculos con el orden trascendente. Quizá por esto mismo Julia del Prado encuentra en el poema un asomarse al pasado para vivir el presente, en una actitud familiar al vidente.

El autor. Foto: Nora Curonisy Lostanau

¿Quién anda allí? es, según Ruth Hurtado Espejo, un retrato con personalidad que hace volar la imaginación. Versos en los que no bajo al averno, como lo hace Dante en su Divina Comedia, sino que, a decir de Enrique González Arias, traducen mi esfuerzo por expresar un ansia de elevación espiritual, casi de sabiduría. Con gran intuición Nora Curonisy Lostaunau precisa que el poema ¿Quién anda allí? condensa la pregunta fundamental del sentido existencial: ¿quién soy? En una apreciación sintética de Patricia del Valle, se trata de un poema redondo, que evidencia manejo de técnica literaria, junto a un planteamiento de fondo o de contenido.

Anoto un par de comentarios más en este punto de partida. Rolando Santa Cruz manifiesta advertir que el autor ha bebido simultáneamente de dos grandes fuentes energéticas: el Apu Rímac y el Apu Willkamayu, dos poderosos espíritus de las montañas de los Andes; por su parte, Alfonso Rodríguez Gutiérrez señala que el viejo centenario del poema alude, coincidentemente, a los ancestros, en tanto modelos de vida.

2)      Mi declaración de parte

Empiezo anotando que en mi poesía hay de por medio un existencialismo manifiesto, en el sentido que suelo dejar que los versos discurran acerca de la realidad íntimamente hermanada con la experiencia inmediata de mi propia existencia.

¿Quién anda allí? contiene una pregunta que el mismo poema se encarga de responder. Es una pregunta y a la vez una preocupación. La pregunta propone un marco de suspenso y misterio, dado que en estos casos se suele saber que hay alguien, aunque no se sabe quién. Lo concreto es que quien pregunta se halla acosado por una aprehensión.

Hay una temporalidad explícita del sujeto que da cuenta de su existencia concreta en el mundo; una existencia ya prolongada que se objetiviza en la vejez; sin embargo, esa temporalidad es mítica, transhistórica, desde que se ocupa de un arquetipo de libertad no como don sino como práctica. Estirar a voluntad las alas. La experiencia de vida del viejo Sánchez es la que define su ser, antes que una condición humana general. Es posible identificar a un ser actuante, inquisitivo, deseoso de conocerse a sí mismo en la naturaleza, también de  mirar el mundo por sobre la transitoriedad y de no dejar que los apremios de sobrevivencia consuman a la persona.

Las plumas del nido pueden ser las que vehiculizan la escritura y le dan eternidad al pensamiento. Sujeto al avatar del mundo material, el viejo confronta sus estaciones y sus alternancias, sólo para cumplir aquello que es ritual y celebratorio: concurrir por las tardes al templo de la luz, dejarse llevar por el vacío y alzar vuelo con la confianza de una prolongada experiencia, ante algo que no obstante será siempre nuevo.

Sánchez el Viejo, así es conocido, existe en el ejercicio de su propio pensamiento. Ese ejercicio parecería ser la manera de buscar la libertad en un estado existencial superior. Su trayecto, quiérase o no, es individual, anda, ausculta, ensaya estrategias introspectivas (el silencio) y de vida compartida (el alboroto). Al final, llega solo al acantilado. No obstante, el poema no niega que hayan otros que hacen lo mismo y que llegan o han llegado a sobrevolar el horizonte.

Gracias al ejercicio de esa libertad el viejo puede sentirse y ser realmente responsable de sus actos. Ha aprendido a sobrevivir, ha aprendido y observado las normas de existencia, a orientarse en el mundo, pero lo que más le ha importado ha sido y es volar, como al personaje de Richard Bach, Juan Salvador Gaviota.


En cuanto a mí mismo, tal como referí a los miembros de Circulandino, cada vez que tuve que optar entre conseguir comida abundante o ponerme a volar, decididamente escogí volar. Lo hice una y otra vez, preservando mi responsabilidad ante aquellos vinculados a mí en relación de mutua dependencia. Más allá de esto, procuré sentirme siempre libre. Hacerlo no ha sido fácil, no es fácil.

He buscado alturas, superando mis propios miedos y la escasez de oportunidades. Todo ha demandado control, tensión en el control, lo que ahora llaman trabajo constante bajo presión. Me sometí a ese ritmo hasta el límite de lo soportable. Mi balance concluye en que la máquina puede haber envejecido pero el manejo de los instrumentos de vuelo se ha hecho más perfecto, más solidario con la vieja carcasa. Practico una ética de responsabilidad individual, siempre me he hecho cargo de los actos que he realizado en el ejercicio de esa libertad de decidir, aunque para decidir nunca haya dejado de escuchar opiniones.


El atardecer, además de tener un carácter crepuscular, el fin, el término, el agotamiento, el adiós, tiene un carácter aún más expresivo que es la liminalidad. En el poema ¿Quién anda allí? concibo a un actor que está frente al límite. Si el viejo lo sortea, transita a otro espacio, a otra dimensión. Pasar del día a la noche es dominar los sueños, surcar el cielo de los sueños. No más insomnio, que es revolcarse sin hallar sentido al acto de permanecer entre cobijas. Cuando se duerme, cuando se vuela por la noche no hay insomnio. Es una vida dinámica, ilimitada, la que se abre con sus vientos sostenidos. Es posible precipitarse al mar, dispararse entre las bandadas cotidianas.

No es pues, como por equívoco podría juzgarse, un poema crepuscular, que exprese un cansancio de vivir. Cierto que hay un ideal de vida que apunta a la descripción de la cotidianidad y de la incapacidad del hombre a vivir una existencia simple, pero el discurso propuesto antes que una antítesis del pasado es una franca aspiración de nuevos horizontes de vida, luego de haber hallado todo lo que estaba al alcance. Se siente en la proximidad de una época de reencantamiento.

Liminalidad proviene del latin limen, que significa membrana. Este concepto concierne a un estado de conciencia similar a una membrana que separa dos planos existenciales, y que eventualmente puede ser traspasada, lo que ocurre cuando el sujeto abandona un estado existencial para acceder a otro. El lugar y tiempo de traspaso, suele ser representado en forma mítica como una puerta prodigiosa detrás de la cual está Oceanus, la Isla de los Bienaventurados, el reino de los muertos u otra realidad supernatural. Esta puerta separa el aquí conocido del Más Allá desconocido.


Los juncos que se mecen en el pantano, son parte del trayecto, del viaje de realización, que cobra un precio, el desprendimiento de un lastre. La puerta o acceso liminal, normalmente cerrada, se abre cuando el iniciado cumple el ritual de pasaje y demuestra estar listo. En este caso, las hojas de la puerta de tránsito representan los pares opuestos o contrarios, entre los que el hombre debe pasar, para culminar su gesta de metamorfosis, premunido del equilibrio de ánimo que los años suelen conferir.

Pienso yo que ese otro mundo donde impera la luz está en uno mismo. Nuestra alma es, por así decir, el día, y nuestro cuerpo la noche; el atardecer es la puerta del Sol. Nosotros mismos, en medio, somos el poniente, entre nuestro día y nuestra noche. ¿Quién anda allí? es, en cierta forma, lo opuesto al Prometeo encadenado, una victoria que cristaliza la devolución del Gallo de Esculapio.



sábado, 8 de abril de 2017

CUZCO: La antigua Madre dadora de vida

Rodolfo Sánchez Garrafa

En este artículo nos ocuparemos de los nombres de la gran ciudad del Cuzco, esto es Qosqo hatun llaqta sutinkunamanta. Según la más difundida versión, la palabra Cuzco proviene de la voz quechua Qosqo y significa «ombligo». El cronista mestizo Garcilaso de la Vega habría sido el autor de lo que Cerrón Palomino considera una absurda afirmación carente de sustento. En verdad, ningún diccionario u otra fuente lexicográfica quechua registra tal significado; sin embargo, no hay duda que la gran ciudad del Cuzco fue considerada como «centro u ombligo del mundo», idea que ha sido común a la cosmovisión de diversos pueblos del orbe respecto al sitio propio concebido con el atributo de ser clave del espacio, eje cósmico o pilar del mundo. Visto así, Garcilaso no distorsionó la realidad, Qosqo fue considerado un centro de poder sagrado, réplica del centro celeste, aunque esa idea sólo estuviese refrendada por el mito.


Existe una voz quechua a considerar, recogida por Gonzalez Holguín ([1608] 1989:70): Ccozqquini rucrini, que él traduce como “Despedrar o desembarazar el solar para edificar, o la chacra”, versión en la que fácilmente se advierte la relación con Qosqo (Cuzco) y Rukri (Lucre), términos que aluden a lugares que han debido ser limpiados y sometidos a movimiento de tierra antes de ser dedicados a la finalidad deseada. De ser así, el lugar identificado como Qosqo habría sido inicialmente preparado para albergar al templo principal de los inkas y a las chacras o andenes adyacentes.

¿Cuáles fueron las operaciones rituales que acompañaron el acto fundacional? Al respecto, existen estudios como el de Sonia Herrera Delgado (2008) que ofrecen una aproximación a este evento. Examinando el ciclo mitológico de los Ayar, hallamos que Auca o Awtqa es el hermano tercero, es un viejo sacerdote a quien el waka Wanakawri encarga tomar posesión de la tierra que habrían de poblar los suyos y que, para hacerlo, llega a volar con las alas que tenía, se aposenta y luego se transforma en piedra. La facultad de volar vincula a este héroe con el trance chamánico y/o el éxtasis místico. El vuelo simboliza inteligencia, comprensión de cosas secretas o de verdades metafísicas.

“Aquí discrepan los indios con mil consejas, afirmando unos que el uno de los hermanos se volvió a Pacarictampu, y entrando en la cueva de donde habían salido, se quedó allá dentro sin que jamás pareciese; y que de los tres que quedaron se convirtieron los dos en piedras, el uno en el mismo cerro de Huanacauri, y el otro no lejos de allí” (Cobo [1653], 1956: 62).

“Desde el cual asiento Mango Capac vido un mojón de piedra que estaba cerca del sitio donde ahora está el monasterio de Santo Domingo del Cuzco, y mostrándosela a su hermano Ayar Auca, le dijo: –¡Hermano! ¿Ya te acuerdas cómo está entre nosotros concertado que tú vayas a tomar posesión de la tierra donde habemos de poblar? ¡Y pues ahora, mira aquella piedra!– y mostrábale el mojón dicho: –¡Ve allá volando (porque dicen le había nacido unas alas), y sentándote allí toma posesión en el mismo asiento donde parece aquel mojón!– Ayar Auca, oídas las palabras de su hermano, levantóse sobre sus alas y fue al dicho lugar que Mango Capac le mandaba, y sentándose allí luego se convirtió en piedra y quedó hecho mojón de posesión, que en la lengua antigua de este valle se llama cozco, de donde le quedó el nombre del Cuzco al tal sitio hasta hoy. De aquí tienen los incas un proverbio que dice: Ayar Auca cuzco guanca, como si dijese «Ayar Auca mojón de piedra mármol»” (Sarmiento de Gamboa [1572], 1999: 73).



Dice Molina (Molina 1989: 72) que Ayar Awqa o Awtqa pasó a ser un mojón o hito de posesión en Awtqaypata (Limaqpampa), inmediaciones de lo que sería el Qorikancha, ya que la otra Awtqaypata corresponde a lo que es la actual Plaza de Armas. Al sentarse en la plaza principal del antiguo asentamiento ocupado (el Cuzco antiguo preinca), Awtqa funge de columna o axis mundi, simboliza el pilar o eje cósmico (Pacha tusan) y, por lo mismo, el punto desde el cual se ordena la pacha o espacio/tiempo. Ayar Awqa Cuzco wanka es el nombre con que va a designarse desde entonces a este bloque de piedra, a manera de columna ubicada en el centro del mundo.

Ayar Awtqa se asienta, para ser precisos, en un antiguo mojón o hito de posesión, que los naturales del lugar (Alqawisas, Kullinchimas y Kayawkachis) llamaban Cuzco casa cacca o Cuzco casa rumi (Qosqo q’asa qaqa ó Qosqo q’asa rumi), como señala Santa Cruz Pachacuti ([1613] 1993) referido también por H. Urbano (1981:106). En Aymara, Buttner & Condori (1984: 179) consignan el sustantivo qusqu que designa a una especie de buitre; también anotan la voz qutquri que traducen por lechuza. No hay razón para preferir, en este caso, la lechuza sobre el buitre (que sería probablemente el Coragyps atratus foetens, identificado así desde 1817 y conocido como «buitre negro andino»).

Contextualizado así, el proverbio Ayar Auca cuzco guanca se entiende mejor como «Ayar Awtqa la mole de granito en forma de buitre» ya que en el registro de Lira ([1944] 2008: 537), se consigna que Wank’a o wanka, voz quechua, quiere decir roca en mole y que Wank’a rumi alude a una mole de granito. En cuanto a la variante Qosqo q’asa qaqa ó Qosqo q’asa rumi, puede ser traducida como «Peñón o roca del buitre/halcón quebrado», pero también como «Piedra del buitre/halcón quebrado». Es sensacional comprobar la correspondencia de esta significación con el relato mítico. 

Una manera en que el Inka establecía pacto con gobernantes de pueblos vencidos era por medio de las dos alas de un halcón, el Inka guardaba una y la restante la entregaba al gobernante sometido, como muestra de confianza y testimonio del acuerdo celebrado (Albornoz [1583-4] 1989: 165). Al parecer, el mito de los Ayar refiere uno de estos pactos con tribus que habitaron primigeniamente el Cuzco, lo que habría dado lugar a la entrega de una de las alas de la wanka instalada en Limaqpampa, mojón e hito de posesión mandado colocar por Manko Qhapaq (los relatos suelen hacer traslape en cuanto a los personajes protagonistas).


“(Ayar Oche) tornose piedra ansí como estaba, con sus alas; y luego se descendió Mango Cápac y Ayar Auca a su ranchería; y descendidos que fueron, vinieron donde el ídolo estaba muchos indios de un pueblo de allí cercano, y como vieron el ídolo hecho piedra y desta piedra le quebraron al ídolo un ala; de donde, como ya le hubiesen quebrado un ala, no pudo volar ya más; y como le viesen hecho piedra, no le hicieron más enojo” (Betanzos [1551], 1999: 19).

El ala quebrada en la wanka o qaqa simboliza perfectamente un acuerdo de no agresión y convivencia con los nuevos señores de la llaqta ahora llamada Qosqo, que en castellano preferimos escribir Cuzco de conformidad con la tradicional escritura en los documentos de la época. Aquí no podemos menos que estar de acuerdo con Cerrón-Palomino (2006), dado que en el siglo XVI, la grafía “z” no representaba una interdental, sino una sibilar apical, es decir, un sonido que se correspondía con el que los cuzqueños pronunciaban efectivamente. De modo que no se habría incurrido en error de escritura. Pase entonces la página de discrepancias entre la rigurosa tradición y decisiones coyunturales como la Ordenanza de 12 de marzo de 1971 mediante la cual la Municipalidad correspondiente dispone el cambio de Cuzco por el de Cusco, modo de escribir que por ahora es una cuestión de convicción, gusto y voluntarismo y quizá todo en uno.


Llegamos al meollo de esta comunicación, para anotar que Cuzco o Cusco, tuvo un nombre ancestral. El antiguo asiento de la Ciudad del Qosqo era llamado Akamama según registros de los siglos XVI y XVII (Guamán Poma [1615] 1993: 31, 66, 67; Murúa [1590] 2001: 45) denominación ésta propia no del vocabulario quechua sino de la lengua aymara como lo es también Akapana (conocido conjunto arqueológico de la cultura Tiyawanako) y como lo son también las denominaciones de Akari e infinidad de otras toponimias que se conservan hasta la actualidad en la zona altiplánica del Collao y en otras regiones del país.

La primigenia denominación de Akamama no ha sido convenientemente reivindicada. Es probable que alguien haya querido ver en este registro una mala intención de Guamán Poma, por una supuesta velada alusión a Aka=herrumbre, estiércol o excremento. Una traducción apurada del vocablo ha llevado a asociarlo con Aqha o chicha. Lo que no se ha tomado en cuenta es que muchos lugares sagrados importantes se asociaron a Jaka o Haka=Vida (Bertonio 1984: 101; Buttner & Condori 1984: 66).


De manera que Hakamama (el antiguo Valle del Cuzco), en clara alusión a su inmemorial importancia como lugar sagrado, fue conocido como “Señora o Madre de Vida” (de haka=vida y mama=madre). Cuzco, por su carácter de centro del mundo y, en concreto, centro del Tawantinsuyu, venía a ser la madre de todas las wakas o lugares sagrados que se ordenaban a partir de ella.

Gracias a la acuciosidad de quienes felizmente recogieron su primigenia denominación, sabemos que el Qosqo o Cuzco fue considerado desde tiempos remotos “Madre de Vida” “Dadora de Vida” o “Kawsay kamaq”, como se explicaría propiamente en términos andinos. Este es un nombre que puede ser considerado un blasón, ciertamente más trascendente que los títulos de Cuzco, primera ciudad y primer voto de todas las ciudades y villas de la Nueva Castilla”, “La muy insigne, muy noble, leal y fidelísima ciudad del Cuzco, la más principal y cabeza de los reinos del Perú” y otros que con justicia ostenta nuestra amada ciudad.


Referencias bibliográficas

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1989       Instrucción para descubrir todas las guacas del Piru y sus camayos y haziendas [1581 a 1585]. En Fábulas y Mitos de los Incas (C. de Molina y C. de Albornoz), editado por Henrique Urbano y Pierre Duviols. Crónicas de América 48. VIERNA S.A. Madrid.
BETANZOS, Juan de
1999       Suma y narración de los Incas [1551]. UNSAAC (Transcripción por María del Carmen Rubio), Cuzco.
CERRÓN-PALOMINO, Rodolfo
2006       Cuzco: la piedra donde se posó la lechuza. Historia de un nombre. En Rev. Lexis XXX.1, pp.: 143-184. PUCP, Lima.
GONZALEZ HOLGUÍN, Diego
1989        Vocabulario de la lengua general de todo el Perú, llamada lengua Qquichua o del Inca [1608]. UNMSM, Lima.
GUAMÁN POMA DE AYALA, Felipe
1993        Nueva corónica y buen gobierno [1615]. Fondo de Cultura Económica. Lima.
HERRERA DELGADO, Sonia
2008     La Ciudad Inca del Qosqo. En Rev. Tupac Yawri Nº 1, Atoq. Cuzco.
LIRA, Jorge A y MEJÍA HUAMÁN, Mario
2008       Diccionario Quechua-Castellano  Castellano-Quechua. Editorial Universitaria, URP, Lima.
MOLINA, Cristóbal de (El Cuzqueño):
1989        Fábulas y ritos de los Incas (1574-75). Crónicas de América 48. Col. Historia 16. VIERNA, Madrid.
MURÚA, Martín de
2001       Historia General del Perú [1590]. DASTIN S. L., Madrid.
PACHACUTI YAMQUI SALCAMAYHUA, Joan de Santacruz
1993        Relación de antigüedades desde reyno del Piru (1613). Estudio etnohistórico y lingüístico de Pierre Duviols y César Itier. Edic. IFEA/CBC, Cuzco.
SARMIENTO DE GAMBOA, Pedro
1960        Historia de los Incas. BAE 135, Madrid.
URBANO, Henrique O.
1981       Wiracocha y Ayar héroes y funciones en las sociedades andinas. Centro Bartolomé de las Casas, Cuzco.


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