miércoles, 27 de septiembre de 2017

EL GATO MIGUEL YÉPEZ CERRÓ LOS OJOS (In memorian)

Rodolfo Sánchez Garrafa


Miguel Yépez Sánchez (Cuzco 1944-Lima 2017), vino al mundo un 1º de julio con los ojos verdes, herencia de sus ascendientes paternos, lo que le valió el sobrenombre de Gato Yépez. Fueron sus padres el ingeniero agrónomo Luis Yépez La Rosa y la señora Rumita Sánchez. Tuvo un solo hermano, Fernando, que murió joven, poco antes de iniciar sus estudios universitarios.

Nos conocimos en la preparatoria (lo que ahora es educación inicial pre-escolar) del Colegio San José de la Salle del Cuzco donde ambos terminamos la primaria. Todos los niños del salón teníamos entre 5 a 6 años por entonces. Era el año 1951, Su Santidad Pio XII era el Papa de la cristiandad, el Perú estaba gobernado por el General Manuel A. Odría. Entre nosotros reinaban la alegría y la inocencia, podría decirse que hasta la maldad convivía en inocencia en aquellos muros y mallas escolares.

Miguel era un niño popular. Recuerdo que era el único en faltar los días sábados. Por entonces, teníamos clases tarde y mañana de lunes a viernes, los sábados concurríamos por la mañana y era obligatoria la asistencia a misa los días domingos. Miguelito estaba exonerado de tales presiones de fin de semana, los sábados salía del Cuzco y se iba a la Granja K’ayra (distrito de San Jerónimo) ubicada a 13 kilómetros de la ciudad, un centro experimental de la Universidad San Antonio Abad – UNSAAC, que por entonces administraba su padre. Otra de las razones de su temprana popularidad era su habilidad para tocar la armónica, lo hacía de manera impresionante para su edad.

No puedo dejar de mencionar que ese año, o quizá el siguiente, el Gato Yépez dio mucho que hablar. A manera de chisme a voces, supimos que había sido sometido a una circuncisión, cosa que él mismo se encargó de difundir. Yo no entendía muy bien de qué se trataba, solo que se refería al genital masculino. Por otro lado, recuerdo a Miguel como un buen alumno, sobre el promedio, teníamos afinidad en el gusto por la lectura. En una fotografía de aquella época aparecemos sentados uno junto al otro, en primera fila, cerca a nosotros reconozco a Juan Salazar Luza, Carlitos Corzo y Dieter Gerlach. La foto nos fue tomada en lo que fueron los jardines interiores de la Fábrica de Tejidos Huascar. Recuerdo que alguna vez visitamos la cercana casa de la Familia Villena Hermoza, en cuya sala destacaba una fotografía de Monseñor Felipe Santiago Hermoza y Sarmiento, arzobispo del Cuzco con quien, si la memoria no me engaña, la familia Villena tenía lazos de parentesco.


Además de una común socialización escolar temprana, no hallo pasajes que destacar en nuestra amistad de aquellos tiempos, salvo el hecho que entre nuestros compañeros estuvieron niños que más tarde darían mucho que hablar por razones diversas: Mendel Winter Zuzunaga, Osmán Morote Barrionuevo, Luis Nuñez Bouroncle, Mario Pereda Falseto, Juan Bautista Salazar Luza, entre otros. Cada uno teníamos seguramente un entorno que nos era más afín. El Gato Yépez y yo nos volvimos a encontrar en los claustros del Colegio Nacional de Ciencias, cursando la secundaria, primero en el local temporal de la Avenida de la Cultura, lo que sería la Gran Unidad Garcilaso de la Vega y, luego, en el edificio acabado de reconstruir en la sede del Glorioso Colegio bolivariano, Plaza San Francisco, entre el Arco de Santa Clara y el impresionante Templo de Francisco de Asís. Este fue un tiempo de entendimiento y profunda amistad. Miguel y yo coincidíamos en muchas cosas, una formación similar y esmerada de base, sensibilidad ante la belleza, gusto por la naturaleza, espíritu democrático. Sus padres veían con buenos ojos nuestra amistad y contribuían a fortalecerla con sus atenciones y aprecio. Pasábamos bastante tiempo en el departamento que habitaban ubicado en la calle Mesón de la Estrella, frente al antiguo Correo y al Cine Colón. Para entonces mi familia se había mudado de la casa que ocupáramos en la Avenida Garcilaso de Huanchac (local de la Cía. Exploradora Cotabambas en casa del señor Ramón Zavaleta) a la casa de don Pablo Ponce Olivera situada en la parte periférica noroeste de la ciudad. 

Buen humor, locuacidad, perspicacia, amplio entorno de relaciones sociales, eran seguramente las dotes más visibles de Miguelito Yépez, que a la sazón contaba con la simpatía de profesores, auxiliares y compañeros de colegio. Nuestra presencia era destacada en el plantel, junto a otros alumnos como Abel Adrián Ambía, Noé Ancón Ramírez, Roberto Barriga Rozas, Hermógenes Castillo y otros de las muchas secciones que tenía el Colegio en cada año de secundaria, entre los que cabe recordar a Jorge Pezúa Vivanco y Raúl García Béjar. Nuestra identificación fue tal que llegué a escribir unas líneas en las que le decía: “Somos viejos argonautas/ Nada nos ha de faltar/ Nos buscaremos en un alto/ De nuestros viajes por el mar.” En esos años producíamos un periódico mural, hacíamos teatro, sacamos el boletín “Horizonte”, organizamos veladas literario-musicales. El gusto musical del Gato era fino y variado, iba desde la música clásica, hasta la internacional contemporánea. Por él conocí grandes orquestas, grupos musicales y solistas. Me vienen algunos nombres, cuya música aprendí a gustar en su compañía: Herb Alpert, Dick Contino, Edith Piaf, Ramona Galarza, Yves Montand, The Platters, Los 5 Latinos, Paul Anka. 


Miguel Yépez, Abel Adrián y yo ingresamos juntos a la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cuzco-UNSAAC el año 1962. Los tres habríamos de estudiar derecho, Abel y yo hicimos además la carrera de antropología, en un caso poco frecuente para entonces. En Derecho fuimos estimados por nuestros maestros Leoncio Olazábal, Carlos Ferdinand Cuadros, César A. Muñiz, Lino Casafranca. El maestro Olazábal se refería a Miguel, Abel y yo como “Los Tres Ases”, es algo que no olvidaré.

La personalidad y carisma de mi gran amigo Miguel Yépez, su temprana visibilidad social en la ciudad del Cuzco, permitían augurarle un destacado papel representativo en años próximos. No obstante, consideraciones diversas llevaron a que decidiese trasladarse a Lima, la capital del país, en 1964, donde él culminó exitosamente la carrera de derecho graduándose de Abogado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos con una brillante tesis titulada “La protección legal de los bienes artísticos e históricos de la Nación” que poco más tarde se convertiría en libro (Edit. Garcilaso, Cuzco 1971). En su lista de agradecimientos aparecen los doctores Vicente Ugarte del Pino, Carlos Ferdinand Cuadros y Víctor Guevara Pezo, junto a ellos también sus amigos Rodolfo Sánchez Garrafa, Abel Adrián Ambía y Carlos Sánchez Lago, cerrando así un ciclo de formación profesional descollante. 

Debo destacar que Miguel Yépez contando 24 años de edad, fue llamado, al poco tiempo de culminar sus estudios, para reemplazar a Juan José Vega Bello en la cátedra auxiliar de Historia del Derecho Peruano. Más tarde profesaría en varios otros centros universitarios. 


Una sentida nota escrita por Herberth Castro Infantas, hace una suma de la trayectoria profesional y social de este notable cuzqueño. Miguel Yépez ocupó importantes cargos en la administración pública. Fue director de la Academia de la Magistratura, Gerente de Asuntos Judiciales de la Fiscalía de la Nación, funcionario de EsSalud y de otras instituciones, además de ser miembro de la directiva del Club Cusco y miembro de la Hermandad del Señor de los Temblores. Pese a estos y otros muchos logros en su vida, Miguel me confío desde la intimidad que quizá uno de sus más grandes equívocos había sido dejar su querida ciudad del Cuzco, no le faltaba razón para decir esto, en Cuzco Miguel ha sido realmente querido y admirado y él supo corresponder a este amor que era mutuo. Para mí no podía haber sido de otra manera, nuestro espíritu de argonautas nos habría llevado inevitablemente tras el Jardín de las Hespérides, el Vellocino de Oro, o la entrada al reino de Pachacamac en el mundo subterráneo. Tal ha sido siempre nuestra vocación, el sentido de nuestras vidas.


Tenía Miguel una gran convocatoria, el me llevó repetidas veces al reencuentro con los compañeros de promoción del Colegio La Salle. Así volví a sentirme cerca de grandes amigos como Augusto de la Barra, Mario Abel Pérez, Edgar Pezo, Carlos Rueda, Carlos Castillo, Jorge Pezúa. Yo le ponía al tanto sobre los compañeros de promoción del Colegio Ciencias. Miguel siguió practicando la música, pasando a ser buen ejecutante en el acordeón y el piano, afición que evocaba la figura de su abuelo paterno el doctor Yépez, que fuera magistrado de la Corte Superior del Cuzco.


Tengo que ser sincero, compartimos todavía unos años en Lima con Miguel, su familia, su esposa Anita López e hijos. A partir de los años 70 nuestras vidas siguieron su propio curso, en naves diferentes que, sin embargo, no menguaron la profundidad de nuestro vínculo de amistad. Miguel en las últimas veces que tuvimos oportunidad de conversar con alguna profundidad, reiteró sus afectos, el amor por los suyos, por todos sus hijos, la conciencia de su noble estirpe, la sabiduría de los años sobre la brevedad del ser, la necesidad de una paz espiritual y la amigable composición de cualesquier despropósito que hubiese ocurrido como producto humano. 

Hemos vivido mucho juntos Miguelito. En un alto de este viaje por los siete mares, te hemos vuelto a entregar todo nuestro cariño. Me has permitido volver a ver a tu familia, a reencontrarme con mi hermano Abel, saludar a personas queridas como Henry Aragón, Darmiya Mayo y otras muchas que te acompañaban. Tu recuerdo queda intacto. Tu nombre presente en cantos y oraciones.



Lima, 26 de setiembre de 2017.


2 comentarios:

  1. Noticia muy lamentable para los que fuimos su amigo, también yo pasé momentos muy agradables y gocé de su amistad, tengo gratos recuerdos con el gato. Miguelito que Dios te tenga en su gloria y mi más sentidas condolencias a Anita y sus hijos. Rodolfo gracias por hacerme recordar a un gran amigo. Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Gracias a ti Aris. Ten la seguridad que tu comentario ha sido leído por la familia y la legión de amigos que tanto sentimos esta pérdida.

    ResponderEliminar

ZEIN ZORRILLA Y LA POLÉMICA DEL INDIGENISMO Y DEL MESTIZAJE

  Juan Carlos Lázaro “Ni hispano ni indígena, sin embargo, ambos a la vez” (1), es el más reciente título de Zein Zorrilla que forma parte d...