sábado, 21 de abril de 2012

La gran fiesta de la Candelaria

Escrito por María Luz Crevoisier*


Son las 3.00 de la madrugada en Puno, ciudad milenaria y cuna de una de las más grandes festividades del territorio peruano. A esa hora, mientras duerme el Altiplano, revientan las bombardas para despertar al pueblo porque ya es 1° de febrero, y empiezan las vísperas de la fiesta de la Mamacha Candelaria, precediendo a los carnavales.

En realidad, la novena empieza el 24 de enero y la fiesta concluye el 18 de febrero.

El alferado sube a la cima del cerro Azoguini acompañado de algunos músicos para ofrecer oraciones y bebidas en un rito denominado albazo, el cual sincretiza la fe católica con las creencias prehispánicas.

Después bajará para dirigirse con la pandilla hasta la iglesia San Juan Bautista (llamada iglesia de indios en la Colonia), donde se encuentra el santuario de la milagrosa imagen y patrona de Puno, para escuchar misa.

Por la tarde, los alferados salen de su casa y van al citado templo para escuchar la primera misa, llevando al Niño Jesús y velas de estearina bellamente adornadas.

Los siguientes días son una sucesión de misas y desfiles de comparsas, compuestas cada una hasta de trescientas personas entre danzantes y músicos.

Se degusta platos regionales, como la trucha frita, el thimpo de cordero, sopa de chairo o caldo de carachi y ponches de guinda, almendra, ayrampo.


¿Por qué se realiza esta celebración antes de los carnavales? El antropólogo cusqueño Rodolfo Sánchez Garrafa explica: "Para comprender las fiestas andinas, es necesario vincularlas con los grandes acontecimientos del calendario festivo prehispánico y considerar sus implicancias astronómicas. En este sentido, la fiesta de la Virgen de la Candelaria llena un tiempo que va desde el Qhapaq Raymi (solsticio de diciembre) hasta los carnavales, acontecimiento ocurrido en la mitad caliente del año o ruphay mita, tiempo en que predomina el mundo de adentro o ukhupacha".

"Hay una efectiva y real superposición de la Virgen María y la deidad Pachamama o Madre Tierra, cuyo culto pervive igual que el de los apus o espíritus de las montañas. Los registros iconográficos de la Candelaria nos la muestran ante una constelación de estrellas, teniendo como fondo el sol radiante, un coro celestial coronándola y a sus pies la luna que significa la llegada próxima del otoño."


La mamita Candi está relacionada con la minería, ella es la Virgen de los socavones, pues esta actividad fue importante para los andinos, no en el sentido de acumulación de riqueza sino en el de su aplicación simbólica y ofrenda para sus divinidades.

"En realidad, prosigue Rodolfo Sánchez, no existe conflicto del minero con las fuerzas del mundo de adentro o del socavón, consideradas demoníacas para los occidentales, sino que se trata de la gran confraternidad el tinku o unión del mundo solar (hanan pacha) y el de adentro (ukhu pacha)".

El citado estudioso concluye que una interpretación occidental nos muestra el triunfo del bien sobre el mal en la danza de la diablada, pero en el mundo andino es el desfile de los saqras haciendo derroche de habilidades, poder y colorido.

* María Luz Crevoisier, periodista, artículo publicado en “El Peruano” de 21.04.2012.

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