Rodolfo Sánchez Garrafa
A través del diario “El Peruano” (08.11.2011) nos enteramos hace unos pocos días de la sensacional noticia difundida por la agencia Efe: Chiara Frugoni, experta medievalista, descubrió el rostro del diablo en un antiguo fresco realizado por Giotto de Bondone en la basílica superior de Asís, en Perugia. En efecto, desde 1290 a esta parte, por un lapso de ocho siglos, nadie se había percatado de esta misteriosa presencia en una escena sobre la muerte y ascensión de San Francisco, que muestra a la Santísima Trinidad rodeada de una corte celestial. Mirando con atención, podemos apreciar claramente el inconfundible rostro de Lucifer, junto a una decena de ángeles. Satanás aparece entre las nubes, pintado de perfil, con nariz ganchuda, cuernos negros y una leve sonrisa.
Dice el reporte de Efe que –según el padre franciscano Enzo Fortunato- "En el Medioevo se tenía la creencia de que en el cielo habitaban indistintamente ángeles y demonios. Los primeros llevaban las almas de los justos al Paraíso; los segundos atraían las de los condenados".
Lo que quiero decirles a mis amables lectores, a propósito de la noticia comentada, es que apenas puse los ojos en ella me vino al recuerdo un pasaje de la vida de Job y de un texto que al respecto escribiera mi padre hace ya muchos años: “Aunque los hombres se rían de Satanás, aunque lo marginen de sus creencias o –en otros casos– lo adoren o reverencien, aunque lo desconozcan o reconozcan, la verdad es que el propio Jehová lo tiene en gran estima” Dicho esto, invitaba a leer el siguiente pasaje:
Fresco 20 de Giotto: Vida de San Francisco de Asís |
El artista florentino |
Corto aquí el escrito de mi padre, para pasar a hacer mis propios comentarios. Tal parece que las ideas del Medioevo no estaban muy alejadas de los textos bíblicos, en cuanto a los periódicos y naturales encuentros entre seres del mundo de arriba (de la luz) y seres del mundo de abajo (de la oscuridad), la motivación de esos encuentros o asambleas es lo que habría sufrido cambios según la mentalidad de los hombres de la época. Como andino, encuentro en todo esto algo más que una coincidencia con nuestra cosmovisión de origen prehispánico. Muchos relatos de nuestra tradición oral hablan de los encuentros o tinku, entre seres de mundos opuestos, y de la necesidad de intercambiar información. Podemos decir que tradiciones diversas, comparten una sabiduría fundamental respecto al cosmos y a la forma en que los opuestos interactúan.
Adelanto que el buen Giotto de Bondone, tuvo que tener presente lo que la propia Biblia enseña. No podía haber encontrado un mejor escenario para expresarlo, no otro más, sino la basílica que custodia los restos mortales del mínimo y dulce Francisco de Asís, aquel santo para quien el cosmos entero era una realidad animada e interactuante. Quizá por ello, le estuvo reservada a la orden por él fundada una misión particular en esta parte del mundo.
L.11.11.2011.