miércoles, 9 de agosto de 2017

MANUEL SALAS Y SU VISIÓN SOBRE LA OBSESIÓN DE LIBERTAD

Rodolfo Sánchez Garrafa


Al escribir su novela Locotone, obsesión de libertad (Artprint, 2016), Manuel Salas Córdova* ha cumplido una demanda guardada en la memoria. Es que los hechos que relata son —quiero creerlo así— en gran parte reales, ocurrieron y, lo que no, está en el terreno de lo posible, con un planteamiento muy bien escrito por cierto. 

El argumento

Se trata de una historia de aventura, osadía, misterio, riesgo y amor, protagonizada por un hombre citadino singular, que allá por los años 40 del siglo pasado se interna en lo profundo de la enigmática selva virgen de Q’osñipata y Madre de Dios, que alberga hoy mismo uno de los sistemas naturales con mayor biodiversidad en el planeta. En el fondo de la épica travesía, permanencia y admirable adaptación de Roberto Verón, el héroe, que escapando de una prisión limeña vence los obstáculos de la impenetrable cordillera de Pantiacolla, habría que situar la extraordinaria casuística que conlleva el milenario desplazamiento de los andinos hacia la región de los bosques húmedos lluviosos que se ubican en el territorio oriental amazónico del Perú, el mismo que de ningún modo es un espacio vacío, pues decenas de pueblos nativos lo ocupaban desde tiempos ancestrales y con algunos de ellos habría de enfrentarse inevitablemente el “loco” protagonista de esta cautivante narración. 


Al empezar la lectura no pude evitar asociar esta historia con la trama del relato breve sobre Pedro Serrano en el Inca Garcilaso de la Vega y con la más familiar novela sobre Robinson Crusoe en la pluma de Daniel Dufoe. Sin embargo, la diferencia es grande, Locotone, el sobrenombre que asume Tito o Roberto Verón, incide en la relación inversa entre el alejamiento de la llamada civilización y la vida próxima a la naturaleza. Mientras Serrano y Crusoe son náufragos supervivientes que soportan una larga estadía en una isla aparentemente deshabitada, para finalmente volver a su tierra de origen. Locotone es el fugitivo que renuncia a su mundo primigenio y huye de éste hacia un remoto destino de donde nunca más regresará.


El encuentro entre culturas

Más que incidir sobre detalles, importa advertir que la novela da buena cuenta del encuentro entre culturas y permite atisbar lo que realmente fue el choque entre colonizadores y pobladores nativos de las etnias Wachipayri y Amawaka, conformantes de la familia sociolingüística Arakmbut. Es fascinante remontarse a una época en que estos pueblos nativos todavía eran numerosos, tenían un dominio territorial efectivo, conservaban su modo de vida, lengua, costumbres, rituales, y una vida cotidiana de franco diálogo y reciprocidad con la naturaleza. La supervivencia, las consecuencias del encuentro, los conflictos y la convivencia de diferentes culturas son tan sólo algunos de los muchos temas que aborda este libro. Locotone, el aventurero evocado, asume un modo de vida amazónico, su coraje le permite soportar la dura adaptación que no solo concierne a condiciones ambientales sino a la comprensión de la racionalidad de nuevas prácticas culturales en la inevitable convivencia. Interesado al principio en la acumulación de oro, para asegurar su propia supervivencia, acabará otorgando sentido a la osada adquisición de una mujer nativa con la cual compartir el resto de su vida.

No abundan en nuestra literatura textos que incidan sobre el encuentro entre culturas mestizas de los andes y nativas de la amazonia sur oriental peruana. Manuel Salas ha acometido esta tarea de manera feliz, mostrando más allá de los avatares del héroe, los rasgos dominantes en la progresiva penetración a un territorio visto como alternativa de enriquecimiento, siguiendo en principio los moldes de dominio de la hacienda señorial andina. 

La libertad y el costo del "progreso"

Locotone queda registrado como una posibilidad de vida, con reconocimiento del otro; sin embargo, para pena nuestra, la historia revela lo extremadamente difícil que es estructurar relaciones isométricas en situaciones de interculturalidad. En la desaparición y el evitamiento se juegan cartas que no se condicen con la solidaridad humana. No hay colonización que pueda dar frutos esperanzadores. Es posible que los colonizadores de ayer estemos a nuestra vez siendo imperceptiblemente colonizados y no tengamos, esta vez, una selva virgen que nos brinde refugio.


Al margen, este provocador libro de Manuel Salas Córdova invita no ya a preguntarnos por el destino de Roberto Verón sino por el de los pueblos que lo acogieron. Tras el establecimiento de haciendas agrícolas o zonas de explotación forestal, combinada con la búsqueda de oro, mediante trochas y caminos que favorecieron este proceso, vemos que de los wachipayres, formidables guerreros y cazadores de antaño, queda apenas un poco más que el recuerdo, y una gran lección histórica esbozada por Manuel Salas, un autor que seguirá dando que hablar.

* Manuel Salas Córdova es Ingeniero Químico, graduado en la UNSAAC, hombre dinámico, aventurero, soñador, con un profundo amor por su tierra el Cuzco y por su país. Además del libro que comentamos, ha escrito numerosos trabajos en narrativa y poesía que esperamos publique pronto. 

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