miércoles, 25 de mayo de 2016

«LA BIBLIOTECA ES UN LUGAR DE ENCUENTRO»

Rodolfo Sánchez Garrafa


«La biblioteca es un lugar de encuentro», puntualiza el escritor Jorge Eslava al introducirnos en uno de los capítulos de su libro Un placer ausente. Y, a mi juicio, tiene razón, aunque yo nunca tuve la suerte de conocer en ese ambiente alguna chica que me entusiasmara o motivara un interés especial. Quizá si mi encuentro más memorable fue, siendo yo todavía un niño, con aquel que años más tarde sería un destacado poeta y maestro universitario: el "Chivo" Pérez Ocampo (llamado así por la perilla que usó desde joven hasta el fin de sus días).



En la Biblioteca Municipal de Cuzco

En un período vacacional de fin de año, mi padre me condujo a la Biblioteca Municipal que quedaba en la Calle San Bernardo del Cuzco, en lo que ahora es local de la Casa de la Cultura de su Municipalidad. Fuimos atendidos por un joven correcto y de muy buena presencia, juzgo que amigo por entonces o al menos conocido de mi padre. Luego de la presentación del caso y del preámbulo sobre la necesidad de ocupar apropiadamente mi tiempo libre, quedé en manos del joven Gustavo Pérez Ocampo, bibliotecario, quien se tomó el trabajo de preguntarme sobre cuáles eran los temas de mi interés. Yo quería evitarme incidir en la lectura de textos que tuvieran que ver de modo directo con las materias del currículo escolar, de manera que expresé mi deseo de leer narrativa, relatos literarios que pudieran colmar mi necesidad de explorar mundos imaginarios. El joven Pérez Ocampo debió considerar que a mi edad y segura inexperiencia lectora, me haría bien familiarizarme con temas mitológicos, sobre los cuales la biblioteca poseía una interesante colección de libros magníficamente ilustrados. 

Empecé con mitología griega, un libro que pasado el medio día devolví en el mostrador siguiendo las indicaciones que se me habían hecho. Cuando al día siguiente, el joven Pérez Ocampo quiso proporcionarme el libro del día anterior, le dije para su sorpresa que quería otro volumen. Preguntado si no me había gustado el libro, expresé que sí y mucho, pero que ya había terminado de leerlo. No muy convencido el joven bibliotecario me alcanzó otro libro, esta vez sobre mitología romana. Esto mismo se repitió los subsiguientes días, pasé por Persia, países nórdicos, Egipto y demás, hasta que en un par de semanas y ya con algo de incomodidad, por parte del bibliotecario de turno, se me dijo que ya no había material disponible y que, además, yo carecía de carnet de lector. De ese modo, en aquella oportunidad, me sentí licenciado de la obligación de seguir concurriendo al lugar de encuentro con los libros.



La afirmación de una afición duradera

Creo que mi afición lectora se afirmó en mí desde niño. Primero, gracias a que mi padre poseía unas cuantas decenas de libros de lo que se conocía como cultura general, tengo muy presentes Imitación de Cristo escrito por Tomás de Kempis, La tierra de Emilio Zolá, Belona dea orbi de Vargas Vila, y otros con temas de anatomía, consejos médicos para el hogar, algunas novelas de capa y espada, unos cuantos libros indigenistas, uno de diseño arquitectónico y un diccionario que podría haber sido Larousse, con excelentes xilograbados, en el que leí con fruición sus referencias a los personajes de la Revolución Francesa, me impresionaron Dantón, Robespierre y Marat en particular. Apena que los colegios del Cuzco de entonces carecieran de bibliotecas operativas, pero ciertamente esto obligaba a explorar nuevos espacios en la comunidad local.

Sí, es cierto, para mí la biblioteca fue un lugar de encuentro, en los años cincuenta y sesenta, primero con los custodios de los libros y segundo con algunos de mis compañeros de estudios, esto cuando ya cursaba el nivel universitario. En mis años de estudiante de derecho, fui atendido por la abogada Bertha Degregori de Nieto quien, sabedora de mi condición de estudiante también en la carrera de antropología, no dejó de referirme las altas cualidades de su sobrino Carlos Iván, cosa que yo escuchaba con poca credulidad. Habrían de pasar muchos años, para que yo llegara a conocer personalmente a Carlos Iván en la UNMSM y con más hondura a través de un amigo que lo había tratado con cercanía, para entonces ya había comprobado que nada de lo referido por doña Bertha había sido exagerado. En la biblioteca de derecho tuve ocasión de relacionarme con José Manuel Mayorga, auxiliar bibliotecario, y estudiante de los últimos años en la facultad correspondiente, con quien llegué a ser colega como funcionario de la Dirección Regional de Trabajo del Cuzco, y llegamos a entablar una amistad mutuamente enriquecedora. En la biblioteca de derecho coincidíamos con Armida Murguía que llegó a ser Viceministra de Trabajo y Carlota Valenzuela que, por su parte, fue durante un breve tiempo Ministra de Justicia. Debo referir que en mis andanzas bibliotecarias solía contar con la compañía del hoy destacado abogado Abel E. Adrián Ambía, cuya amistad fue muy grande y felizmente se mantiene hasta hoy.

Don Román Saavedra, más conocido por su seudónimo de Eustaquio K’allata, reconocido escritor indigenista, era el director de la biblioteca central de la UNSAAC. Fui muy bien tratado por el director Román, gracias a la recomendación que significaba mi amistad con el bibliotecario Jorge Bonett Yépez, quien estudió conmigo la carrera de antropología, llegando a ser años más tarde, director de la biblioteca central y, posteriormente, director del Museo Arqueológico de la Universidad, hoy Museo Inka del Cusco.

Si bien por breve tiempo, también traté al poeta Ángel Avendaño Farfán, quien tuvo a su cargo la biblioteca especializada de la Facultad de Letras de la UNSAAC. Ángel me ayudó personalmente a ubicar libros útiles para la formulación de mi tesis sobre El problema de la Paz que presenté siendo todavía estudiante y me sirvió para obtener el bachillerato en derecho y ciencias políticas. Lo interesante es que mis buenas relaciones en las diferentes bibliotecas me permitieron acceder al préstamo de libros por un número de días suficiente como para agotar las lecturas que emprendía.

Un placer ausente

En resumen, la biblioteca, conforme a mi experiencia, es un lugar de encuentro con libros, con bibliotecarios y usuarios de intereses afines, entre los cuales es frecuente se hallen personas que un día suelen destacar en la vida profesional. Sin embargo, recalco que mis encuentros fueron con personas conocidas con anterioridad, exceptuando algunos de los bibliotecarios, no tuve la fortuna de conocer en este espacio a una musa que estuviese acuciada por ansias semejantes a las mías, un “placer ausente” para usar palabras de Jorge Eslava. Hoy las bibliotecas están pobladas por todos los seres mágicos que es posible imaginar y conocer. No me cabe duda que habría sido poético vivir tal experiencia en tiempos tempranos y juveniles, aunque en realidad no tengo queja respecto a las bibliotecas que he conocido a través de los años, menos de la mía que atesoro, aún sabiendo que las posesiones son efímeras, lo que se compensa con las promesas que siempre guarda la vida.

Chorrillos, 24 de mayo de 2016.


domingo, 15 de mayo de 2016

“Reverberaciones” de Rodolfo Dondero Rodo

Rodolfo Sánchez Garrafa

En términos biológicos Rodolfo Dondero Rodo* no es un poeta joven, como tampoco lo es quien en este momento comenta el libro “Reverberaciones”. Hago este hincapié, por lo significativo que es emprender la aventura de publicar cuando son quizá muchos los que menos lo esperan, salvo aquellas personas cercanas que no pueden dejar de haber apreciado las dotes literarias del autor y leído alguna vez con placer sus escritos. Obviamente, nadie escribe de la noche a la mañana, el hacerlo no solo revela salud mental, sino espíritu jovial e inteligencia emocional que van a la par con un desarrollo afectivo e intelectual constante. Conozco relativamente hace poco tiempo a mi tocayo Rodolfo, aunque he sido amigo de la juventud con su hermano menor Manuel; pero el lapso de cercano trato que he tenido con el poeta ha sido suficiente para apreciar sus dotes de hombre con un fino sentido del humor, que gusta mantenerse al día con el acontecer regional-nacional del país y del mundo, que posee los atributos de caballerosidad, solidaridad, sobrado amor por su familia, convicciones políticas firmes y un agudo sentido crítico.

Sus escritos revelan, además, un amplio universo lexicográfico, así como una familiaridad con lo que podríamos llamar los misterios del cosmos y de la vida. De ahí que muchas de sus afirmaciones no sean meras figuraciones o aplicaciones retóricas sino la simple y llama expresión de profundos saberes, en los que la erudición no es ciertamente extraña. Cierro con una cita: Es una campana colgada en triste campanario/. ¡Qué golpe tan artero que el metal recibe!/ Para adaptar un mensaje indefinido/ Que por sus frecuencias es oído/ En las alturas de lo incógnito.

Pero dejemos de hablar del autor y vayamos a este su primer hijo literario.

Un conjunto caleidoscópico de poemas

Rodolfo Dondero Rodo nos entrega en “Reverberaciones” un conjunto caleidoscópico de poemas escritos con cierta dosis de clasicismo señorial, en los que se aborda la ciclicidad de la vida, el destino, el ser, el tiempo, el amor y la religiosidad con profunda convicción respecto a lo que el hombre puede proponerse y realizar. 

Reverberaciones es, por cierto, un título nada antojadizo, más bien muy estudiado a mi juicio, pues la reverberación es un fenómeno caracterizado por la reflexión o sutil permanencia del sonido, una vez que la fuente original ha dejado de emitirlo. Me parece que el poeta, en este caso, aspira a que la lectura de sus versos nos llegue a través de su entrega pero, al mismo tiempo, mediante su reflejo en el entorno o, lo que es lo mismo, mediante una reflexión o persistencia en la que nuestras propias mentes contribuyen construyendo modificaciones o variaciones de sentido. En este entender, es posible que para el propio poeta estos poemas no sean emisiones originales, sino reverberaciones capturadas y vueltas a emitir para volver a reverberar por qué no al infinito. Parece oportuno recoger estos versos del poeta: El recinto del alma que sintetiza la condición humana/ es un lugar sagrado donde mora lo divino que diferencia/ individualiza, caracteriza, expresa, define, acepta, rechaza. Y estos otros que dicen: Saldré muy temprano hacia el Reino/ Aquel donde habitan los amigos inmortales. 


La fiesta de la palabra


En palabras del propio Rodolfo Dondero, con este libro acepta el desafío de participar con entusiasmo en una gran fiesta de la palabra, en un gran auditorio que ha de ofrecerse como el escenario apropiado para reeditar las reverberaciones de imágenes, ideas, sueños, sentimientos e, incluso, simples ocurrencias, es decir productos circunstanciales, respuestas rápidas a los estímulos de la vida diaria. 

Este comentario y cualquier otro que pueda articularse debieran considerarse entonces como parte del campo reverberante ocasionado por la poética de Rodolfo Dondero. Anticipo que el tiempo de la acústica va a ser prolongada, pues la fiesta recién empieza y apenas calentamos el ambiente para escuchar la voz del cantautor. Por otro lado, el cariño de este auditorio, la expectativa con que cada quien concurrimos en la mejor disposición de ánimo, le da un color inusitado a esta reverberación que ya celebramos por anticipado. 

La estética de la afectividad

Las reverberaciones de estos escritos revelan una estética colmada de afectividad que conjura a la vez lo vivido y lo cotidiano, el recuerdo y el espacio habitual visto con realismo, sin ceder terreno a la pura nostalgia ni claudicar a la hora de poner en la balanza la conducta real de los hombres, en particular de quienes ejercen poder en la sociedad; de ahí que en los cantos de Dondero Rodo la belleza ande siempre al par de una ética terrenal, una ética en el ahora, antes que en un ulterior juicio de la conciencia traducida en arrepentimiento o en una composición divina. El poeta es capaz de cantar: La blanca paz que envuelve a la ternura/ Formando mantos de flores y donosura/ que endulzan sin recato…, para pasar a decirnos también: Viva el “orden”, no hay derecho humano/ ¡Una nueva tecnología, se aplica señor…!/ Estamos en manos de la tecnología del horror. 

Por lo dicho, con Reverberaciones estamos dentro una estética vital, dialéctica. Las vivencias de ayer, las más pueriles y adolescentes son sucesos que proporcionan experiencia para el acontecer diario actual. Las huellas, los ecos, las resonancias de tiempos pasados, se experimentan como espacios provocadores para la acción en un nuevo estado de conciencia. 

El eros que alimenta la vida

El ser humano es abordado por el poeta en sus profundos impulsos, en el entendido que el eros alimenta la vida, la convivencia y el asombro ante la naturaleza. Primero la seducción: Convencido por los alegres carnavales/ Al descubrir tus ojos, quedeme ciego. El sex appeal: No se puede hacer síntesis ante el portento/ Que se impone al verla por la acera caminar/ Tiene gracia que sin estar atento, destaca/ Transformando el pulso y el palpitar acelera. La entrega mutua: Cesan las dudas digitales que interpretan sinfonías/ Son los ojos, que tornan complacientes la emoción/ Comenzando un ballet, con movimientos afinados/ Donde se produce en armonía la final penetración. El clímax: En el temblor que despereza la libido/ Las concesiones mutuas se multiplican/ En el encuentro inevitable y esperado/ Cubierto por nubes que declaran el deseo/ Contenido, en la consumación del amor/ Con el que se llega entrelazado al orgasmo. La prolongación sublimada: El dulce de moras saborean alegres los niños/ La copa llena de vino tinto saborean los viejos/ Brindis con guiños cómplices de las estrellas/ Hablando de amores que se hicieron inmortales. La pasión y el juego sexual desinhibido y pleno, configuran versos ardorosos, aunque no dejan de ser dominantes los tratamientos tiernos, apacibles, culminados, del amor maduro y sereno. 

El paisaje del lar y lo cotidiano


Finalmente, en mi comentario, no en el poemario, que guarda muchas más facetas de inspirado discurso, es destacable el paisaje del lar, lo son también la vida cotidiana, las voces familiares y el calor del hogar que transmiten su más humana sensibilidad. En efecto, Rodolfo Dondero no deja de apuntar a lo trivial, al acontecer de la vida diaria que recubre con toques de romanticismo, a veces de ironía que hace presa en la paradoja, y así macera su poesía. Como buen migrante, rinde también culto al orgullo de sus raíces y nos dice: Cusco es un poema escrito en las alturas/ Con tinta líquida de sus ríos. Cusco es un poema inmortal/ Que se escribe todos los tiempos/ Desde siempre hasta siempre. Cusco es el poema surgido de las fuentes/ De los aires hechos brisas de emoción. Y al hablar del lar inolvidable nos recuerda los lazos del fervor colectivo: La quebrada donde crece el tiempo/ Viendo cómo florecen las ñihuas/ Tiñe sus laderas con flores de ñucchu/ Cediendo a los vientos sus mensajes. Es su tributo al Taytacha Señor de los Temblores 


Es de celebrar la poética que ha desarrollado nuestro poeta. Se trata de un pórtico auspicioso, al que estoy seguro han de seguir otros poemarios en los que se procesen nuevas formas expresivas y se plasme la maestría de su pluma. Los versos de Reverberaciones han de sobrevivir y con ellos algo de nosotros y de nuestro tiempo. Hermano Rodolfo Dondero Rodo un fuerte abrazo en poesía.

Chorrillos, mayo de 2016.



* Rodolfo Dondero Rodo, Agrónomo (UNSAAC), empresario, escritor y poeta. Reverberaciones es su primera publicación poética. Sus versos han merecido el segundo premio en el Concurso de Poesía Atiniense (Atina-Argentina).



martes, 10 de mayo de 2016

SOBRE “EL AMOR ES UN ABISMO QUE VIENE HACIA NOSOTROS”

Rodolfo Sánchez Garrafa

He leído de un solo tiro, como en mis mejores tiempos, el libro de relatos cortos “El amor es un abismo que viene hacia nosotros” escrito por Yoshiro Chávez.* Dos razones hacen de este hecho algo excepcional para mí. Uno, que a mi edad tengo ya serias dificultades para acometer lecturas más o menos voluminosas, en particular del género narrativo, el que pese a ser prodigioso ha dejado de tener encanto para mí, así puede considerarse un pecado que admitiré, por ejemplo, que nunca terminé de leer Rayuela de Cortázar, aunque me he propuesto hacerlo sólo por amor propio; dos, que he resultado atrapado por los argumentos y estilo narrativo de Yoshiro, y debo explicar por qué.

El amor es un abismo… reúne trece relatos que según su propio autor son honduras ignoradas sobre la condición humana. Si estos abismos no vinieran hacia el lector, con gusto me lanzaría desde las alturas, para volver a sentir el vértigo que visiblemente es más agresivo en la negrura. Me sería difícil argumentar, pero este libro amplía el panorama que yo tenía de los mundos marginales de la gran urbe limeña. De hecho, el primer gran libro que me impactó al respecto, promediando los años sesenta, fue En octubre no hay milagros de Oswaldo Reynoso, después del cual me resultan memorables los relatos ofrecidos una década más tarde por Augusto Higa en Que te coma el tigre

No cabe que me pierda en mayores disquisiciones, nunca antes me había internado en insólitas profundidades, como las mostradas por Yoshiro Chávez. Me quedo conmovido al convencerme que las situaciones enfrentadas en este libro no necesariamente serían excepcionales sino que, por el contrario, podrían inscribirse fácilmente en la cotidianeidad de mundos que nos son cercanos pero desconocidos a la vez, en los que el hombre se desplaza con una mezcla de pulsiones que expresan soledad, búsqueda tortuosa de amor, delirantes visiones de la vida, y sometimiento a los designios del destino.

En el discurrir de muchas sangres por las canaletas de la violencia, la profundidad del conflicto y sus dimensiones trágicas pueden ser igualmente desmedidas. El amor es un abismo… me ha mostrado que las proximidades y las distancias entre los seres humanos devienen alucinantes y desbordan imaginarios preestablecidos, aunque dentro de lo extraño he podido reconocer aspectos escondidos de mi propio ser. Supongo que en algo de esto se funda la universalidad de la buena literatura.


Invito a comprobar que la maestría de una prosa que no deja de ser poética, el realismo del lenguaje incorporado y la sofisticada complejidad del pensamiento humano que el escritor hace accesible al capturar los comportamientos de sus personajes, hacen de este libro un brebaje áspero que no deja de producir una sensación táctil contundente al impactar en emociones profundas del lector.

Entonces, a buscar este libro de Yoshiro Chávez y gustar de sus relatos no convencionales. Encontrarán que gracias al fino tratamiento de contextos marginales, visiones del mundo e identidad cultural de sus diversos personajes, es posible encarar realidades complejas y aprehenderlas más allá de lo previsible aún careciendo de una experiencia directa que sirva de referente. Con Yoshiro de guía podemos descender a trece círculos abismales y salir de ellos magullados pero enriquecidos.

Chorrillos, mayo de 2016.


* Yoshiro Chávez Villegas. Nació en La Convención (Cuzco) en 1969. Vivió su niñez e infancia en Arequipa. Radica en Lima desde los 16 años. Se graduó de Abogado en la UNFV y tiene estudios de postgrado en la PUCP. Escribe cuento, novela, poesía, es además compositor. El amor es un abismo que viene hacia nosotros (Editorial Summa, Lima 2015) es su ópera prima.


ZEIN ZORRILLA Y LA POLÉMICA DEL INDIGENISMO Y DEL MESTIZAJE

  Juan Carlos Lázaro “Ni hispano ni indígena, sin embargo, ambos a la vez” (1), es el más reciente título de Zein Zorrilla que forma parte d...