viernes, 8 de noviembre de 2019

Entre lo terrestre y lo celeste: La noción de muerte en la Comunidad Campesina de Chacamachay

Miguel Ángel Castro Álvarez

1. La muerte vista desde el punto de vista tradicional 

Según explica Guenon en su obra antropológica titulada “Hombre y su devenir según el vedanta” (1925), la muerte en las sociedades tradicionales viene a concebirse como sinónima de cambio de estado, tratándose de un estadio de reabsorción o repliegue de las facultades individuales en un principio esencial. Entiéndase por estas facultades para el caso del hombre al intelecto, la mente, así como las facultades de sensación y de acción. 

La muerte viene a concebirse como un proceso de retorno al origen, como una liberación, como un retorno al estado no manifiesto propio del orden informal y como una transformación a un estado supraindividual que rebasa el propio condicionamiento de entidad particular. 

Esta misma noción de la muerte como identidad original, plenitud liberadora y trasformación sublime permite entender también los fenómenos de desvanecimiento extático que experimentan los chamanes cuando inducen la cesación completa de toda manifestación exterior de la consciencia en lo que se denomina la muerte al mundo. Así la muerte virtual o no, es vista como la culminación de un ciclo y como signo de lo perfecto. Aunque la muerte pueda parecer desde el punto de vista de la manifestación como una «destrucción», desde la realidad absoluta, es al contrario considerado como una dilatación más allá de todo límite, puesto que la entidad ha realizado efectivamente la plenitud de sus posibilidades. 

Según explica el autor, para el mundo tradicional el proceso de reabsorción en entendido como ocurriendo por etapas, donde la muerte corporal precede a la muerte anímica. Con la muerte corporal la entidad particular manifiesta una suerte de consciencia orgánica; y el alma es concebida como trasladada a una forma sutil a manera de un prolongamiento, e incluso un prolongamiento indefinido de la individualidad humana, que se remite forzosamente a las modalidades sutiles, es decir, extracorporales de esta individualidad; pero este prolongamiento ya no es del todo la misma cosa que el estado sutil tal como existía durante la vida terrestre. 


Esta consciencia orgánica una vez que pierde su fuerza vital puede presentar una apariencia de conciencia individual, entrando en lo que los psicólogos llaman la «subconsciencia». La fuerza vital a su vez se traslada al centro de la individualidad humana, donde se gobierna el conjunto de las facultades individuales, este centro es concebido en múltiples sociedades tradicionales como una esencia individual luminosa que sustenta la vida. 

Desde la tanatología tradicional, menciona Guenon, que una vez reabsorbida el alma mayor en su centro vital comienzan a desarrollarse dos vías. El camino de la inmortalidad celestial para los sabios y el camino de la mortalidad del alma o la prolongación indefinida de la vida en «longevidad» para los no sabios. Estas dos condiciones transpuestas son categorías generales para muchos pueblos tradicionales como en el caso de la tradición extremo oriental, la tradición cristiana y la tradición de los pueblos andinos. 

2. La muerte en el mundo andino 

Churata en su elocuente obra “el pez de oro” ensaya las posibilidades de una tanatología tradicional andina desde los postulados propios de una filosofía descolonizante. Churata parte de la posibilidad de una concepción ultraorbicista en el pensamiento andino, donde la existencia no sería vista como una expansión indefinida de las condiciones vitales, sino más bien como una constante irrupción de muerte en la continuidad de la vida, donde la existencia no tiene realidad indefinida, sino más bien finita. Por lo que la vida requiere de una constante renovación desde la nulidad que expresa la muerte. Asi vida y muerte no son realidades paralelas, sino mas bien jerarquizadas bajo una relación de continencia, es decir la muerte contiene a la vida, tratándose a esta ultima como una particularización de la primera en términos espaciales. La muerte desde estos preceptos sería concebida bajo una primacía principal, en su condición esencial por subsistir en el campo neutro de la no existencia, la no manifestación y el no ser. Así la muerte es vista por el mundo andino como incondicional e infinita, que contiene toda posibilidad de manifestación y por tanto es un estado de germinación y fecundidad, por ser la causa y efecto, sin ser uno ni el otro. 

“La muerte por tanto es la negación de la vida, y la vida es naturaleza. La muerte es necesariamente no naturaleza. De acá deduce el autor que sólo tiene naturaleza lo que no es naturaleza. Y la muerte, que comporta esa rara entidad, sería lo único real, preexistente y subsistente. Asi los individuos tanto como el cosmos son una irrealidad animada en la irrealidad de la muerte. No ser es la única manera de ser” (Churata, 2012). 

3. La comunidad campesina de Chacamachay [1]

Se encuentra ubicada en la Región Apurímac, Provincia de Cotabambas, Distrito de Mara. Actualmente integra el conjunto de asentamientos rurales con influencia de actividad minera; se encuentra a 23 km de la zona de operaciones de Las Bambas y dos horas del Corredor Vial Apurimac- Cusco- Arequipa. 

Geográficamente se encuentra en zona de Qheswa alta entre 3700 – 4200 m.s.n.m., tratándose de un espacio intermedio entre las regiones Puna (Challwawacho) y Qheswa (quebrada de Qhapaq’asa) es caracterizada por un relieve de pendiente suave con algunas zonas inclinadas. El clima es frígido- húmedo y sus temperaturas varían entre 14°C a -6 °C. La vegetación natural se encuentra vigente para la alimentación de vacunos y ovinos principalmente; predominantemente compuesto por el ichu y en menor cantidad por yerbas medicinales como yawar ch’onqa, salvia, maranch’onqa, kayra muña, qheswa muña, pampa muña, eucalipto, ajenjo, markhu, papelinas, husca, raki raki, karka, q’eto q’eto, puki, q’ello t’ika, entre otros. 

Límites y anexos.- Por el norte limita la C.C. Yuricancha. Por el oeste limita con la C.C. Sacsahuaylla y C.C. Minaskucho. Por el este limita la C.C. Qhapaqasa. Por el suroeste limita con el distrito de Haquira. Accesibilidad.- Chacamachay cuenta con una única ruta de acceso, la misma que integra los distritos de Mara y Haquira, se trata de una via afirmada de aproximadamente 40 km, que fue aperturada por los mismos comuneros a mediados de la década de 1960, hoy en día es empleada para el transporte de vehículos motorizados privados. Los pobladores se ven obligados a recorrer a pie un camino aproximado de dos horas hasta alcanzar el corredor vial Challwawacho-Mara donde acceden al servicio de transporte público.


4. Noción del destino póstumo del alma en Chacamachay 

“Mi papa me decía que los muertos vienen del Corpuna, allí están las almas, de allí están regresando. Dice el que tiene buena suerte al Corpuna entra rápido, el que tiene suerte puede regresar. el que tiene mas pecado va al nevado Ausangate, allí están sufriendo las almitas, empujando el nevado. Dice que lo forman como pelota, entonces dice que eso lo empujan al cerro para que se voltee al otro lado, entonces el que tiene bastante pecado dice no puede subir, y no puede voltear al otro lado. Lo arrastra y luego regresa otra vez hasta que terminan su pecado. Cuando terminan su pecado ya se vienen por acá, para regresar a Corpuna”. (DRF, 54 años, M) 

“Adentro de Corpuna hay una pampa y está dando vuelta como laderitas, como un corral, pampa como un estadio, y tiene una sola puerta, eso dice que es Corpuna, es una pampa, pero allí están piedritas ordenaditas y tiene su pasadizo como avenida, a eso se llama ciudad Corpuna allí viven las almitas” (GQH, 65 años, F). 

5. Prácticas fúnebres en Chacamachay 

“El lugar donde nosotros enterramos a los muertitos se llama tuiruta y nosotros para ir al lugar en día de los muertos cantamos "Corpuna acaso yo te debía para que te lleves a mi mama, para que te lleves a mi papa, ahora yo estoy sola" Así cantamos.

Para despedir al alma se hace su almataqe, eso lo hace el yerno, quien carga de alimento a la llamita es la yerna, con toda clase de lo que han cultivado, lo que han cultivado lo hacen tostar, lo hacen su lawita y los familiares también ponen su friahambre, puede ser papawayco, chuñowayco con su cancacho de cuy. Entonces la llamita lo hacen con cuero de llama, su pie o su quijada de la llama, de eso forman su llamita y para eso hacen su costal para cargar la llama, tiene su soga en pequeñito, se hace la soga trenzando a la izquierda. Entonces cuando se ha preparado la llamita se hace un juego la yerna presenta al dueño de la llama, el cantor también ya está preparado para eso, él es quien hace el responso. Primero presentan a la llama, luego el que ha preparado la comida también presenta lo que ha traído en un costalito pequeñito. El costal pequeñito lo empaquetan su carga, también le ponen dinero para su camino, raspando las monedas en el saco. diciendo "allí está tu plata tantos millones de banco" y su coca también le ponen un par de hojitas y dicen " arrobas para todo el año", luego todo el paquetito se mete al costal grande, a la llamita lo cargan y allí termina. Luego los yernos que son comisionados se van a quemar donde se mete el sol, allí se hace el despacho. Casi esa partecita es silencioso allí se quema en todos santos el segundo día por la tarde, también se quema a los quince día de fallecida a la persona. Eso se hace para que el finado se vaya con su carga con toda la comida, para que no exija a quien queda, para eso es” (FHQ, 78 años, M). 

6. El proceso póstumo de reabsorción del alma en Chacamachay 

“El camino que hace el alma esta por un camino de herradura que lleva a Camaná a Majes, dice que por allí hay un rio pequeño que se llama Map’amayu, ese rio dice que para los muertos produce, se hace un rio inmenso, y en esa parte también los que tienen pecado dice sufren, no puede pasar. Entonces por allí dice tienen una ayuda de perrito, un perro blanquito, entonces a ese perrito dice que lo carga en su espalda, por eso no hay que maltratar al perrito mucho, porque cuando vas a morir "allí te va a llevar el río Map’amayu, no vas a poder pasar". 


Después de cruzar el río el finado pasa con su llamita. El primer camino que hace el finado se llama tuiruta, luego descansan en un lugar llamado Escalera, hay otro lugar donde pueden alojar del viaje, que se llama Angostura en ese parte dice tiene hartos perros. Mi papa dice caminaba por allí por camino Angostura, por allí se ve piedras como perros que están echados, otros arrodillados, otros estirándose. Entonces la gente cuando pasa por allí dice acá están el pueblo de los perros. Dice que en Alqollaqta se aloja el alma; cuando el alma tiene pecado los perros no dejan pasar, no dejan alojar hasta que dan hueso o alguna comida de la carga de la llama. recién cuando dan hacen pasar. Alli descansan, ese Alqollaqta está en camino recto al Corpuna. 

Al día siguiente ya llegan al Corpuna. Dice que el que no tiene mucho pecado le abren la puerta, allí hay unos doctores, bien acorbatados le reciben. Otros dicen que hay tres puertas. En la primera puerta dice que no preguntan nada, en la otra dice preguntan: porque has venido, quien te ha mandado y si responden bien pasan, en la tercera puerta dice que no pasan si no son inocentes” (CHQ, 44 años, M). 

7. Viaje al mundo de los muertos

“Mi mama me contó, dice una fecha se había enfermado, entonces se ha desmayado dice, entonces ella no decía nada. Dice como se había desmayado no sabia lo que iba a pasar, dice que solamente cuando despertó estaba la casa llena de gente y estaba llorando y la gente decía "la señora se ha muerto y la han vuelto a mandar". Entonces dice mi mama en sueño ha llegado, dice ha pasado hartos pueblos, cinco pueblos[2] llegaron a un pueblito donde está cuidando un perrito dice y los perros dice no ladraban , solamente le miraban dice, entonces a un pueblo más grande ha llegado, allí dice le preguntaban unos doctores, a que has venido en la primera puerta, entonces así no más, en la segunda puerta más bien dice le han preguntado, quien te ha mandado a que has venido y dice le han dicho regresa y le han hecho regresar, pero mi mama dice en su sueño se ha dado cuenta que a la ciudad que ha llegado, de la primera puerta que le han dejado pasar dice no hay regreso, sale de la primera puerta llega a la segunda y cuando le dijeron eso dice despertó. Entonces dijo mi mamá seguro eso de los que hablan del Corpuna” (DHW, 43 años, F).

[1] La primera experiencia con la comunidad campesina de Chacamachay fue el año 2018 y se dio gracias al apoyo del Grupo Propuesta Ciudadana, al ser integrante del grupo de investigadores dentro del diagnóstico: “cambios y continuidades en comunidades del sur andino”.
[2] Los más pecadores dice llegan al pueblo de Walppallaqta, al pueblo de Michillaqta porque esos pueblos son de los malos espíritus. Mi mamá me decía que cuide siempre a las ollas porque ellas ven todo nuestro comportamiento, decía "estos tomincitos van a hablar" cuando el tiempo te llegue, se va a oscurecer derrepente se va a devolver al abismo de la tiniebla, entonces nadie nos va a proteger nada, solamente lo que nos puede proteger es el batancito donde se muele ají, esito no más. Dice nadie puede reconocerte, el batancito dice te protege porque dice "Cada momento me hacen bailar a mí". 
NOTA.- Este texto es el cuerpo de la ponencia presentada por su autor en el evento organizado por la DDC del Cusco sobre "El significado de la muerte en el mundo andino: mawpa ruwaykunata yuyarispa" (30.10.2019).

BIBLIOGRAFÍA
CHURATA, G.  (2012). El Pez De Oro. Colección: Letras Hispánicas.
GUENON, R (1927). El hombre y su devenir según el vedanta, edición digital https://www.diariomasonico.com

jueves, 24 de octubre de 2019

LEJANAS CHARLAS SIN CAFÉ*

María Luz Crevoisier
Periodista

Los cafés, esos lugares llenos de magia y misterio en donde se registró más de una historia y sirven de refugio a poetas, artistas y periodistas, serán siempre cuna de la más exquisita bohemia y recuerdos, porque entre sus mesas elegantes o pobres, alguien como al descuido dejó caer una caricatura un retrato o un verso.

Los cafés, algunos con nombre y apellido como el Tortoni en Buenos Aires, Parrón de Santiago o los nacionales Palais Concert, Negro Negro, Palermo, Zela, ya desaparecidos, forman parte del ideario intelectual de una nación porque resumen su trayectoria artística y literaria. Y, en el Cusco no podía estar ausente uno que por décadas, hasta su cierre, reunió a lo más representativo de sus creadores. El Café Extra, situado en la calle Espaderos, que hace esquina con Plateros y une las dos grandes plazas, la de Armas y del Cabildo.

Y fue precisamente en el Extra donde se gestó uno de los proyectos más audaces y atrevidos en la historia editorial de la Ciudad Puma; la edición de una revista cultural. Era el año de 1991 y los tres socios de esta empresa fueron: Mario Guevara Paredes, Elver Pizarro Pillco y Germán Delgado.

Desde entonces y sin retribuciones oficiales y solo llevados por su entusiasmo y coraje, los editores de Sieteculebras, una de las revistas más representativas del Ande que ha seguido su curso por 28 años consecutivos, lograron traspasar fronteras.

MARIO GUEVARA NOS CUENTA

“El único factor que nos impulsa a seguir con Sieteculebras, es la perseverancia por difundir cultura en nuestro país y países hermanos de Latinoamérica. Encontramos obstáculos en el camino, especialmente económicos pero queremos llegar al bicentenario con 30 publicaciones”.

“Se cree que solo en Lima se puede hacer buenas publicaciones, pero Sieteculebras es un ejemplo de que no es así. Nunca he tenido confrontaciones con intelectuales de la capital, pero recalco, nunca publiqué ni publicaré a escritores limeños sobrevalorados por la crítica que ellos mismos ejercen”.



Mario Guevara, viajó mucho por diversos países latinoamericanos y de Europa, por invitaciones a congresos y ferias. En ese trayecto conoció a escritores que ahora son corresponsales de la revista.

Pero su quehacer no se centra únicamente en la edición y narración, pues como confiesa también incursionó en la fotografía. “Poca gente sabe que en Cusco editaba una revista de fotografía llamada “Momen/ Une Revue de Photo” que se publicaba en inglés y se difundía en Nueva York. El director de la revista era el fotógrafo cusqueño Vicente Revilla residente en la ciudad de los rascacielos”.

Durante siete años, publicaron ocho números y esta revista se mantuvo sin publicidad y solo con los aportes de los fotógrafos.

Hablando propiamente sobre su narrativa, Mario nos menciona que gracias a la publicación del cuento “Cazador de Gringas” hace tres décadas, el término “bricherismo” existe. Este término se ha convertido en un peruanismo y fue el escritor cusqueño quien lo utilizó por vez primera en la literatura. Tiene varios bosquejos de cuentos, que están pendientes de ser dados a conocer.

SIETECULEBRAS

Por los años setenta, circulaba en la Argentina la revista literaria “Crisis”, dirigida por Eduardo Galeano. Esta edición de alcance internacional, cifraba su éxito por la calidad de sus colaboradores. Haciendo un parangón con Sieteculebras, podemos afirmar que su permanencia en un medio donde casi no se lee, se debe únicamente a la persistencia de sus editores y a la calidad de sus notas.

Repasando las páginas de algunos de sus números, encontramos colaboradores como Jorge Ladino Gaitán, Rubén Urbizagástegui, Juan Alberto Osorio, Enrique Rosas Paravicino, Rafael Ojeda, Luis Beiro Alvarez, Miguel Molina, Carlos Arrizalagaba, Ofelia Huamanchumo, José Luis Morales, Américo Yábar Zevallos, Pamela Cáceres, Ricardo Torres Gabela y otros más, pertenecientes a diferentes países de América.


Los temas tratados resumen el quehacer de estos escritores y artistas y su personal visión sobre diversos temas, así el análisis de la poética de Washington Delgado (César Ángeles Loayza) o de Gregorio Martínez (Mario Pantoja), la continua referencia de Juan Alberto Osorio a la evolución de las letras cusqueñas, esto para dar algunos ejemplos.

COSA DE LOCOS

“Publicar una revista de cultura en el Perú, es cosa de locos, porque un país que no lee, que tiene pocas bibliotecas y contadas librerías y en donde la cultura, no es de prioridad nacional, es simplemente cosa de locos. Además si esta revista no recibe patrocinio alguno de una municipalidad, gobierno regional, universidad, organización no gubernamental, es también cosa de locos.

Me reafirmo en lo mismo, publicar en Perú es cosa de locos y debo estar bien loco, como muchos editores de mi país, para mantener Sieteculebras, durante veintiocho largos años. Pero me gusta ser loco y seguiré con mi locura hasta que mi cuerpo y mis energías lo permitan.”

*Una versión original de este artículo se publicó en el Suplemento VARIEDADES-11 de Octubre de 2019. EDITORA PERU.



miércoles, 27 de marzo de 2019

LA VIDA EN ROJO NARRADA POR LUCY FERNÁNDEZ


Rodolfo Sánchez Garrafa


El rojo. Se conoce más de cien tonalidades de este color primario. Su contenido simbólico se asocia a la vida, el fuego y la sangre y, en diferentes culturas, expresa por igual la pasión, el placer, el erotismo, la seducción y, al par, la agresividad, el peligro, el desenfreno, la locura. Cuando Stendhal en Rojo y negro, una novela de amor y de sangre, hila una historia en la que la apertura al amor conduce a la vida pero, finalmente, al crimen, nos enfrenta a los extremos misteriosos y paradójicos de este cromatismo, que condensa la naturaleza humana. Entre los escritores de nuestro medio, Santiago Roncagliolo tuvo éxito con su Abril rojo, considerado como un libro de crítica política, novela negra de acción con sangrientas performances de muerte masiva. Es este, entonces, un terreno de pulsiones arcaicas pero, quiérase o no, siempre presentes.

Rojo (Forjadestino 2018), simple y llanamente rojo, es el título del reciente libro dad0 a conocer por la joven narradora Lucy Fernández, cuyo argumento resume bien Alonso Cueto: “En el año 1932, Matilde tiene 15 años y tras la muerte de su padre, es ofrecida en casamiento a Artemio Urbina, hombre adinerado que dedica su vida a viajes y fiestas. Rojo es la historia del mundo interior de Matilde, pero también de su encuentro con el diario de Lavinia Vigorou, primera esposa de Artemio e importante pianista de la época cuyos escritos revelan libertad y cultos esotéricos, fragmentos íntimos que abren las puertas a un paisaje sensorial y espiritual, que cogen la mano de la protagonista para intentar salvarla del vacío”.

Tal resumen es un buen adelanto sobre la maestría con que Lucy Fernández afrontó el reto de construir una historia que siendo romántica en su perfil general llega a ceder el paso a una imaginación activa, propicia para el encuentro entre un yo, el de Matilde Rojas que, si bien se resiste a un destino preestablecido, es consciente de su impotencia para modificarlo; un encuentro, digo, con la memoria de un ánima, la de Lavinia Vigorou, una otra, en cuyo diario Matilde descubre noticias sobre hechos pasados y meditaciones que repercuten directamente en ella, debido a la análoga situación que vive, sintiéndose prisionera en una inmensa casona de piedra.


Lavinia había fallecido unos siete años atrás, en circunstancias poco claras, que todos convenían en dejar al olvido. Había sido ella una mujer bella, sensual, diríase situada en el extremo polar opuesto a Matilde; y, sin embargo, ocupante en su momento de la misma jaula: la gran casona de los Urbina. Nadie habría comprendido mejor a Matilde en su precariedad y angustia cuasi puritana que ella, Lavinia, la dama desbocada, la italiana frenéticamente imbuida en el ejercicio de su sexualidad y, a la vez, urgida de hallar un escape a su dorada prisión. Lavinia y Matilde, dos mujeres distintas a las que un mismo hombre había escogido como esposas, precisamente por ser una lo opuesto a la otra.

Gran manejo la que hace la escritora Lucy Fernández propiciando el sorteo del tiempo a través de un diario íntimo, que encuentra su precisa destinataria. Así se establece un diálogo que no solo restaura una historia oculta sino que permite abrir la mente y equilibrar la psique de una mujer obligada a padecer una relación marital indeseada. Esa función del pasado, resulta una especie de llave o clave que endereza el destino, ilumina el presente y abre un nuevo horizonte al futuro. Lavinia es una vanguardia de liberación, de ruptura con tabúes, de íntima conciencia de sí misma y de insolutos propósitos. Así, la experiencia de la joven Matilde pasa a ser constancia de un tiempo en el que los hechos mismos y la influencia de nuevos aires liberales que soplan en otros países de Europa, cuestionan la vigencia de un sistema social androcéntrico, señorial y premoderno.


Son los años cuarenta, en buena parte de los países sudamericanos no cabe aún esperar cambios drásticos en una vida cotidiana constreñida por estructuras sociales anquilosadas. La desigualdad social, los estereotipos de género van a tardar en modificarse, pero no deja de sentirse el albor de una nueva época. En Rojo son explícitas las tensiones que van llevando a la ruptura o abandono de la práctica matrimonial como operación económica, incluso lucrativa, para abrir espacio a la construcción de bases de aquello que vendría a ser el ideal del amor romántico moderno.

Para mi gusto, una cierta debilidad argumental en cuanto a la figura de Julio Merino como segundo pretendiente de Matilde, queda minimizada por la soberbia habilidad narrativa con que Lucy Fernández convierte el diario como escritura íntima, en un recurso literario absolutamente impactante, que nos permite adentrarnos en los vericuetos vivenciales de un personaje singular. En efecto, Lavinia emerge como un cofre de sentimientos, emociones, valores y pulsiones reveladoras de un mundo sensorial delicadamente contextualizado en tierras lejanas como Roma, Verona, Alejandría, y, luego, Peumo, una localidad de la región central de Chile. El ocaso en el Mediterráneo, la costiera amalfitana, la ingestión de absenta, el minestrone, el cementerio Staglieno, los rituales e invocaciones a la luna, los elíxires en sofisticadas copas, los cafés en Alejandría, un Ford T en movimiento, y podemos seguir sin cansancio puntualizando la estupenda armazón de descripciones y ambientación conseguidas por la escritora, tanto más meritoria cuanto que se remonta a situaciones ocurridas ochenta años atrás. Sin ser novela histórica el volumen se afianza bien en el tiempo que cubre.

Habría esperado sí un final que rematara de forma más contundente la trama desarrollada; sin embargo, lo presentado por Lucy Hernández es más que suficiente para que el lector organice su propia concepción resolutiva. Es cierto, por ejemplo, que las confesiones de Lavinia ayudaron a que Matilde salve sus más acuciantes vacíos existenciales, pero podríamos imaginar también que mientras Matilde ultimaba sus arreglos en el puerto de Valparaíso, alguien hacía lo mismo embarcándose hacia Europa, quizá el ánima de Lavinia, al fin liberada por el alma interpósita de una Matilde decidida a recomponer su vida.

En suma, puedo decir que Rojo es una novela bien escrita, con un apreciable manejo del lenguaje, sin trabas ni baches, por lo que saludo a su autora la licenciada Lucy Fernández, esperando de ella próximas publicaciones de renovadas ambiciones y logros. 

Referencias:

Fernández, Lucy.- Licenciada en Turismo por la Universidad Andina del Cusco, docente en diversos institutos de aviación comercial, profesora de español como lengua extranjera. Tiene estudios de especialización en el Centro Cultural de la PUCP y la Universidad Ricardo Palma de Lima.

Fernández, Lucy: Rojo. Forjadestino, Lima 2018, 146 p.


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