Escrito por: Luis Negrón Alonso*
No es precisa ni exactamente la técnica de la prosopografía, aunque a la vez brevemente trátase de ella; sin embargo, entre ser o no ser, quiero expresar algo que espero puedan degustar como si fuera un sabroso plato de lechón servido el ocho de diciembre, acompañado de la caliente bebida denominada "Bandera peruana", con su buena dosis de cañazo majeño en las entrañas, de aquel que fluía de grandes toneles de estaño y expendía don Emeterio Pantigozo, Bravo y posteriormente Vigoria.
Lo que quiero trasmitir y compartir son algunas vivencias, pletóricas de gozo, que se desarrollaron en la década del 50 de éste siglo en estertor. Década del dictador constitucional Manuel A. Odría y del otro Manuel, me refiero a Prado, nombrado por sus áulicos como el Campeón de la Democracia, el hombre del pecho barroco por las innumerables condecoraciones que lucía, incluida su medallita de primera comunión.
Sicuani era en aquel tiempo un pequeño pueblo serrano, asentado a la vera de las playas del Vilcanota y acurrucado en el regazo del Apu Khururu. Lugar tranquilo y apacible, que para algunos parecía estar dormido, aletargado, vago; sin embargo, ese era un juicio sin objetividad, manejado por quienes no querían reconocer la pujanza del pago querido.
Los lugareños sabíamos que habían tres centros nerviosos activos y bullentes, ellos eran -primero las damas-: el Colegio Inmaculada Concepción, fundada por las monjas de Nazarenas venidas del Cuzco, el Colegio Agropecuario y nuestro querido y cincuentenario Colegio Mateo Pumacahua.
En el último de los nombrados, por mucho tiempo moró, construyó y también soñó un profesor para secundaria y especializado en Historia Peruana. Lo apodábamos "Bigotillo Valencia". Sí, Faustino Valencia Vargas. Pequeño de estatura él, magro de carnes, bastante nervio, vehemente y laborioso hasta la terquedad, didáctico en el momento de enseñar sus materias históricas, de verbo fácil y conceptuoso, impenitente jugador de volibol bajo apuesta, hermético para aflojar lo cobres, y lo que le mereció el mote, su singular mostacho a lo Chaplin, poco esponjado, aunque cuidado con cierto esmero.
Bigotillo Valencia, hombre amoroso con su familia, y mucho más con su tierra de origen (Cuzco) y adoptiva (Sicuani). Narrador, poeta en lengua materna y como tal cultor empedernido del runasimi (lengua quechua). Recuerdo sus interesantes y cautivantes exposiciones en el salón de clases, cuando él para poner mayor énfasis en su discurso, impostaba la voz, se ayudaba con la mímica y su gesto característico cuando al hablar torcía la boca, dejando una abertura al lado izquierdo de la misma, para exhibir sus fornidas piezas dentales, reventar algún fonema glotalizado del quechua o el ceceo castellano.
Bigotillo Valencia, siempre halando su maletín de color marrón y confeccionado en cuero, lugar donde escondía no sin secreto, sus textos de consulta y estudio; sitio del cual extraía como ilusionista, libros, revistas, folletos, u otros artefacto buenos para engrandecer el conocimiento; en vez de conejos como hacen los magos de circo.
Bigotillo Valencia, de mirada inquisitiva y escrutadora desde lo profundo de unos ojillos cuasi negros, que anidaban en la hondura de sus órbitas oculares. Empedernido en el uso de tirantes para sujetar sus pantalones, casi todos ellos sobre los tobillos, sin que ellos pierdan el sentido de virilidad y hombría.
Sí, así lo recuerdo a Bigotillo Valencia. Así lo volví a ver hace algunos años en Sicuani y Cuzco, aunque con más años, más patriarcal, feliz de estar en su tierra acompañado de sus familiares y nietos "ches". No creo que haya variado mucho hasta la actualidad; pues, por algo la sabiduría popular manifiesta: "Genio y figura hasta la sepultura".
En el transcurso de aquellos mismos años, otro personaje al que solíamos ver, siempre alegre, cazurro, bonachón y bromista; paseando su baja y regordeta figura era don Constantino Mercado. Para unos y todos el "Tío Constantino", y por sus varios kilos y bien distribuido tejido adiposo, lo motejaban como el "Chancho Mercado", alias éste que le llegaba a sus alturadas y aterciopeladas pelotas, pues, no le incomodaba en absoluto. Para un hombre humorista y sarcástico como era él, ese hecho podía ser considerado apenas como una onza más adicionada a la redondez de su cuerpo.
Don Constantino, ocupaba el cargo de Regente en el Colegio y estaba a cargo de varios auxiliares o inspectores de educación, encargados de velar por la disciplina que debía observarse en el plantel. Él, agudo en sus observaciones, picante, urticante cuando alguien desprevenido le desataba su luenga y coprolálica lengua. En él se concentraba, a más de su gordura, el ingenio para el chiste o el tomar del pelo espontáneamente, sin libreto, la respuesta o réplica rápida durante la broma y el estilete de su lengua, aguzada para sacudir al intruso, por haberse internado en su dominio.
El Tío Constantino hizo reír, sonreír, bufar de rabia y maldecir a más de un mortal. En lo que a mi corresponde, no obstante la cortedad de mi edad en aquellos años, me parecía un hombre salido de una novela humorística o de las Sátiras de Juvenal. Lo apreciaba mucho. Era un personaje conocido por todos, querido por muchos, y quizá muy pocos hayan guardado algo de amargura en sus pechos; aunque estoy seguro, que pasado el tiempo olvidaron el sin sabor y recobraron la capacidad de entender la genialidad del Tío Constantino, que ahora mora en la eternidad e indudablemente que los manes de su entorno sentirán lo propio que los mortales estando a su lado.
Lo escrito es un pálido homenaje a dos personas con quienes alguna vez alterné con sinceridad y de quienes tengo especial reminiscencia. No sigo con otros protagonistas singulares, para evitar que derramen sus lagrimones, y luego tengan que inculparme por haber despertado vuestro recuerdo. Chau.
Cuzco, 22 de octubre de 1996.
*Luis Negrón Alonso: Antropólogo, docente universitario. Ha escrito varios libros de humor cáustico e irónico con el seudónimo de “Sikuta”.
Nota. A la fecha, los personajes que motivaron estas bigoti…grafías ya moran en la eternidad.
Hola a To@s y al Sr. Antr. Luis NEGRÓN ALONSO: Excelente!! Qué Orgullo el Sr. Prof. Faustino VALENCIA VARGAS era mi Tío Abuelo Materno, estuve rodeada por Él y por mi Otro Tío Abuelo Materno el Sr. Prof. Mario VALENCIA VARGAS que era su Hermano Menor, los cuales Conversaban Conmigo sobre temas Filosóficos, Históricos (que eran su Especialidad), sobre la Realidad Nacional, Etc Me Alegra Encontrar la Semblanza que ha Hecho sobre mi Tío Abuelo Materno Sr. Prof. Faustino VALENCIA VARGAS, se lo Agradezco Infinitamente, es Maravilloso!! Qué Recuerdos!! Saludos Cordiales.
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