Escrito por Rodolfo Sánchez
Garrafa
Un día antes de presentar mi más
reciente libro Iris de los sueños
recibí esta afectuosa y estimulante misiva:
Apreciado Rodolfo:/ Sé que el día de mañana es trascendental para tu vida multifacética; pues, por segunda vez harás sentir y gozar a muchas personas que gustan de versos taladrantes de cuerpos y espíritus, así como despertarás en otros el deseo de acercarse al mensaje arrullador o arrollador de los poemas que brotan de la experiencia y el sentimiento. / Entiendo que tus versos serán muy bien recibidos por los viejos, quienes los saborearán como ambrosía de los dioses, y por los jóvenes con el alma abierta para recibir la mies del canto esperanzado. / Rodolfo, recibe mi fuerte abrazo y mi calurosa felicitación con un sonoro: Kawsachun Harawiq. / Luis Negrón Alonso/ Sikuta.
El árbol de las palabras |
Era de esperar que aquella noche muchas de las personas queridas estuvieran ausentes por razones imponderables, pero más allá de lo esperado también el corazón fue premiado en sus anhelos, con el reencuentro que vence a los años. Pude abrazar a inolvidables compañeros de la infancia y la juventud como Miguel Yépez Sánchez y Abel Adrián Ambía (en la universidad nos conocerían un día como los Tres Ases). Pude confirmar que al paso del tiempo, había hecho una buena cosecha de valiosas amistades: mis actuales compañeros de trabajo, todos sin excepción, apreciadas y apreciados colegas de otros tiempos, andantes de caminos comunes, amantes de singulares estrellas, guerreras y guerreros de la vida, cantores de gesta, guardianes de la tradición, innovadores, la prole felizmente insinuada.
La presentación del libro estuvo a cargo de Teófilo
Gutiérrez Jiménez, escritor nacido en Jaén-Cajamarca. Él estudió en la GUE San
Miguel de Piura y Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y
ha publicado Tiempos de Colambo,
libro de cuentos en 1996; Colina cruz
(Hipocampo Editores, 2009). En su trayectoria destaca su condición de colaborador
de los diarios La Voz, La República, Ojo y en la Revista Somos
de El Comercio. Obtuvo Tercer Premio
Copé de Cuento en 1989, y en el 2004 el Primer Premio de Cuento
500VL-Municipalidad de Lima.
Recientemente antologado por Roberto Reyes Tarazona como uno de los
narradores representativos de los años ochenta (Editorial Universitaria 2012).
Creador y director en ejercicio del sello Hipocampo Editores.
Los comentarios críticos correspondieron a María Luz
Crevoisier Mendizábal, escritora nacida en Cusco. Ella proviene de una familia
de intelectuales y artistas, entre los cuales destaca el artista indigenista Benjamín Mendizábal
Vizcarra. Estudió Literatura y Periodismo en la Universidad
Nacional San Antonio Abad del Cuzco. Fue miembro fundadora de la Asociación de
Jóvenes Escritores y Artistas de su ciudad natal. Se inicio en el periodismo en
El Comercio diario principal de la
Región. Ha desarrollado su carrera profesional en diversos medios de Lima. Actualmente colabora con la página
de opinión de El Peruano. Escribe cuentos, relatos diversos que editó y edita en Anubis.
Desde los 13 años escribe poesía y no ha cesado ni cesará nunca en este ejercicio, inclinación,
vocación o como se le quiera denominar.
Iz. a Dcha.: Armando Arteaga Núñez, María Luz Crevoisier Mendizábal, Teófilo Gutiérrez Jiménez y Rodolfo Sánchez Garrafa |
Lo dije aquella noche: luego de la natural ansiedad
que procuran los hechos que quedan fuera de control, me sentí abrumado por las
opiniones vertidas. En verdad es necesario verse de cuando en cuando en el
espejo, para alimentar el ego, con la moderación del caso, recordando lo sucedido
a Narciso, quien acabaría lanzándose a las aguas de una profunda fuente; es
obvio que la crítica ayuda a mirar mejor las cosas, a pisar con firmeza, a
tomar conciencia de nuestras limitaciones, a organizar nuestra visión del
horizonte.
Fue una satisfacción especial contar con la presencia
de José Tamayo Herrera, sin duda el historiador cuzqueño más notable del Siglo
XX, un gran intelectual y él mismo un crítico versado en materia de arte en
general y de poética en particular. Le tributamos un modesto pero sincero
homenaje de admiración y reconocimiento.
Cabe hacer un breve recuento de los antecedentes que preceden a Iris de los sueños. Aunque mi afición por escribir creativamente viene desde la primaria, mi valoración de la poesía como arte accesible es de los años de adolescencia en adelante. Como todos los jóvenes de mi época, me familiaricé con la lírica del Siglo de Oro español, pero gusté mucho los romances de origen. Poco después, el romanticismo de Becker y luego el modernismo con Rubén Darío en la cumbre, por el preciosismo de su lenguaje y la musicalidad de sus rimas, terminaron por cautivarme. Mis primeras lecturas poéticas incluyen a Amado Nervo, Espronceda. La contemporaneidad tiene para mí el signo magistral de Neruda, sus caminos expresivos dominan la escena poética; después de él encuentro calideces particulares y profundas en diversas tiendas: Robinson Quintero y Piedad Bonnett de Colombia, Enrique Lihn de Chile, José Watanabe y Antonio Mazzotti de Perú, por ejemplo.
A mi padre le disgustaban los aficionados a ejecutar
música, aún cuando él mismo era un aceptable mandolinista, detestaba a los
borrachos y, sentía lástima por los poetas. Por tal razón mi vocación poética
fue por mucho tiempo subterránea. Sólo en los últimos años de la secundaria
pude liberarme de ese condicionamiento. Tuve buenos profesores de literatura
que valoraron mis escritos y leí, leí mucho, por esos años conocí la producción
de Vallejo aunque debo ser sincero que no llegaba a entenderlo a cabalidad.
Gané concursos de poesía en mi Colegio Ciencias y, en una ocasión, un certamen interescolar organizado por el Club de Leones del Cuzco, habiendo obtenido un diploma que conservo y un premio pecuniario que gasté en parte invitando a mis compañeros de promoción dándome aires de adulto. Escribía poemas para algunas chicas que recibían con agrado mi correspondencia y aprecié lo que algunas de ellas escribían no necesariamente para mí.
En la Universidad San Antonio Abad, estudié derecho y
antropología, así en ese orden de importancia y dedicación. Finalmente,
descubriría que mi verdadera vocación estaba en entender al hombre como creador
de cultura. El derecho me permitió acceder al manejo de la lógica jurídica, que
sería siempre un referente indispensable en mi vida de investigador social. Mi
profesión de antropólogo afirmó una sensibilidad humana particular y un cariño
inmenso por el legado cultural de nuestros pueblos, creo que esos valores y
principios tiñen toda mi obra científico social y, principalmente, mis escritos
literarios.
No puedo decir que algunos poetas cuzqueños hayan influido tempranamente en mí.
Mis lecturas serias de poesía cuzqueña fueron tardías. Avendaño, Pérez Ocampo, Alencastre, se cuentan entre mis favoritos. De mi generación relativa gusté leer a Osorio,
Mendoza, Crevoisier, Ramírez, entre otros (algunos de ellos más jóvenes que
yo). Además de los ya mencionados puedo decir que conozco la poesía de Luis
Nieto, parcialmente la de Rozas Parravicino, Brozovich y Pantoja. De hecho, nunca pertenecí
a un grupo literario; no obstante, fui un animador cultural en colegio, con la
publicación de los consabidos periódicos murales y de una revista llamada
“Horizonte” apoyada por Santiago Guillén.
Ocasionalmente publiqué unos poemas en el Diario El
Comercio, donde una distinguida periodista editaba una página literaria. Fui
amigo desde entonces de Abel Ramos Perea. En 1961 circuló una versión a mimeógrafo de un primer poemario mío titulado “Versos
de Acuarela”, del cual sólo uno de mis hermanos guarda un ejemplar. En 1995
presenté en la Cámara de Comercio del Cuzco el libro “Por las Calles del Sol”
que ahora conoce una segunda edición, también con el sello de Hipocampo
Editores.
Siempre recité poemas ajenos. En la madurez me mostré públicamente unas pocas veces. Pienso que quien diga conocerme sin haber leído mi producción poética no me conoce a cabalidad. Los seres humanos somos un universo multidimensional, siempre fuimos multifacéticos. Al publicar poesía me brindo abierta y sinceramente a los demás. Siento a la poesía como lo más próximo al pensamiento filosófico e incluso metafísico. Creo que el tránsito del elitismo y del academicismo a una expresión más coherente con una realidad heterogénea y pluricultural es la nota saltante en la poética nacional de este tiempo.
De no ser por las personas que me inspiraron amor, es
seguro que no estaría escribiendo estas líneas, que deseo sirvan para agradecer,
una vez más, a todos quienes me han prodigado su amistad y su compañía,
necesarias condiciones para reconocerme y sentirme humano.
No has muerto/ Te has diluido simplemente/ Tus señales se hicieron humo/ Un grillo dejó de saltar en tus venas/ La alondra enmudeció en tu ventana/ Pero tú no has muerto.
No has muerto/ Te has diluido simplemente/ Tus señales se hicieron humo/ Un grillo dejó de saltar en tus venas/ La alondra enmudeció en tu ventana/ Pero tú no has muerto.
Lima, diciembre de 2012.
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