Rodolfo Sánchez Garrafa
Sobre el significado del anillo, dice Udo Becker en su Enciclopedia de los Símbolos (1996): “En razón de su figura que no tiene principio ni fin, simboliza la eternidad; además representa los vínculos, la fidelidad, la afiliación a una comunidad, de ahí que sea también, a menudo, símbolo de un cargo o de una autoridad (…). En el simbolismo del anillo interviene también la noción de las virtudes mágicas del ® círculo, incluyendo la atribución de propiedades apotropaicas (contra el mal de ojo, por ejemplo), de ahí que se use también como ® amuleto”.
El anillo no es pues un adorno u ornamento más, limitado al valor intrínseco que pueda tener en razón del material de que esté hecho, sino que tiene un valor simbólico relevante. Nuestro gran poeta César Vallejo (Santiago de Chuco 1892 -París 1938), usaba un anillo característico en el dedo medio de la mano izquierda, acaso solo como un caprichoso complemento de su indumentaria usual, pero consciente de su personalidad signada por una extrema sensibilidad puedo tener la casi plena certeza que Vallejo asignó algún valor especial al anillo a que hago aquí referencia.
Que Vallejo llevaba un anillo ya es decir mucho, pero advertir que lo usaba en el dedo medio me lleva más allá de suponer que lo hacía por una mera moda o por adopción de un aditamento de parisina distinción. Para empezar, llevar anillo en el dedo medio supone salvar la natural dificultad de portarlo junto al dedo índice, que es muy requerido en todas las actividades manuales y que exige extrema libertad de movimiento, particularmente para la realización de tareas finas. Un anillo de dedo medio debe, por fuerza y en lo posible, ser liviano y poco voluminoso, de ahí su rareza. Se trata de un anillo poco común, y el de Vallejo lo era más aún, porque llevaba engastada una enorme piedra que desde un principio podemos suponer que fue preciosa o semipreciosa.
El dedo medio, por otra parte, está asociado a Saturno y se juzga muy masculino, además, por su posición central, expresa equilibrio y responsabilidad, constituyendo una permanente evocación del fiel de la balanza. Dado que Saturno conjuga con metales grises, el acero suele ser la opción más generalizada para su confección, pero la plata no desentona para nada, sobre todo en tono de metal envejecido, puesto que enfatiza el equilibrio entre lo masculino y lo femenino entre la luz del día y la oscuridad de la noche.
Los escritos biográficos sobre Vallejo, si bien consignan algunas referencias respecto a la pieza de joyería que nos interesa en este momento, son imprecisos en algunos detalles. Armando Bazán Velásquez, un escritor autodidacta y amigo de Vallejo así como de muchos integrantes de la intelectualidad limeña de aquella época, anota que el poeta portaba un anillo más que precioso, un anillo grande, con un ágata de color oscuro que le había sido obsequiado por un amigo. Según Bazán el anillo era de plata y bastante voluminoso (Bazán 2007).
La información proporcionada por Bazán es cuestionada por Georgette (1978), la viuda de Vallejo, quien afirma que el anillo del poeta llevaba una cornalina de dos centímetros y medio de largo por dos de ancho y no una ágata, señalando en su apoyo que la cornalina tiene un color muy particular.
Es oportuno señalar que tanto el ágata como la cornalina son variedades de calcedonia, es decir, no constituyen minerales específicos, sino que se trata de aglutinaciones de microcristales de cuarzo (silicio), que en el caso del ágata forman bandas de varios colores poco contrastados, mientras que la cornalina presenta inclusiones de óxidos de hierro que le dan usualmente un color rojo y, otras veces, inclusiones de hidróxido de hierro que proporcionan tonos más claros tirando a rojo-anaranjado pálido. Se puede mencionar todavía un cuarzo similar a la cornalina, el sardo, que suele ser más duro y oscuro, que puede ir de un color pardo a un oscuro intenso, casi negro.
El ágata fue muy venerada por los antiguos y se le consideraba como la piedra de la ciencia. Por su parte, la cornalina, conocida también como Piedra de Sadoine, de la Meca o de Santiago, expresa fuerzas misteriosas del alma y simboliza la sabiduría en algunas tradiciones orientales.
Por alguna razón, seguramente fundada, el Movimiento Cultural Capulí, Vallejo y su Tierra ha optado por otorgar en reiteradas oportunidades, desde el año 2010, la distinción “Ágata del Anillo Vallejo”, legendaria joya de nuestro poeta universal, que se considera plena de poder, mágica y secreta, un talismán con poder vivificador.
Lo interesante del caso es que, independientemente de la forma en que el anillo hubiese llegado a manos de César Vallejo, se da la coincidencia que el signo Piscis al que pertenece el vate tiene al ópalo y el ágata entre las piedra preciosas con las que mejor conjuga, y que el día jueves le es especialmente propicio.
Vallejo tuvo sin embargo una especial fijación de adversidad con los días jueves, y así contradictoriamente tiene la premonición de morir un jueves con aguacero, un jueves testigo de sufrimientos (Piedra negra sobre una piedra blanca).
En diversos textos Vallejo se refiere a la piedra de su signo, el ópalo, aunque no encuentro alusiones expresas al ágata:
“Y a fuerza de volar en vano, te holocaustas en ópalos dispersos” (Deshojación Sagrada)
“Las muertas almas, las que, cual nosotros, cruzaron por el amor, con enfermos pasos ópalos, salen en sus lutos rígidos y se ondulan en nosotros” (Romería).
El ópalo es una piedra semipreciosa muy apreciada en joyería, pudiendo distinguirse dos variedades: el ópalo común de color uniforme y el ópalo noble que presenta juego de colores, debido a la presencia de una gama de plaquitas coloreadas que se desplazan al mover la gema. De manera que el ópalo puede ser negro, gris, blanco, marrón, púrpura, amarillo, naranja, verde, azul-verdoso o incoloro y, en cuanto a su transparencia, puede ser casi transparente y ligeramente opalescente hasta opaco. Es evidente, que Vallejo adoptó el ópalo negro o gris como recurso poético que enuncia una acción sacrificial o un luto rígido y ondulante que sobreviene.
El uso del anillo en el dedo medio o del corazón indica un conocimiento del bien y del mal, y una capacidad para diferenciarlos. Vallejo no lleva el anillo en la mano derecha que usa para escribir, lo hace en la izquierda que de algún modo obedece a otros designios. Escribe entonces:
Hay ganas de... no tener ganas. Señor;
a ti yo te señalo, con el dedo deicida:
hay ganas de no haber tenido corazón.
(Los anillos fatigados)
De modo que el dedo deicida no es el índice que sirve para apuntar o señalar sino el dedo de la balanza que permite enjuiciar a la propia providencia divina. No es el dedo del intelecto sino el dedo de la afectividad el que desde el Monte de Saturno permite explorar lo oculto y procesar la fatalidad, las tristezas y las hondas depresiones anímicas. En Vallejo convivieron la inteligencia viva con una clara propensión a la soledad existencial, y su anillo de ágata u ópalo metafórico así se encargó, al parecer, de remarcar.
Lima, abril de 2014.
Referencias bibliográficas
BAZÁN VELÁSQUEZ, Armando
2007 César Vallejo: Dolor y poesía. Fondo Editorial UAP, Lima.
BECKER, Udo
1996 Enciclopedia de los Símbolos. Edic. Robin Book, Barcelona.
ROBERTS, Mark
1998 Diccionario del Esoterismo. Océano, Edit. Thassàlia S.A., Barcelona.
SÁNCHEZ LIHÓN, Danilo
2010 Las mejores flores para Anatolia Aldave. http://aepa-ancash.blogspot.com/2010/07/las-mejores-flores-para-anatolia-aldave.html. Visitado el 28.04.2014.
VALLEJO, César
2011 Poemas completos. Fondo Editorial UCH, Lima.
VALLEJO, Georgette de
1978 ¡Allá ellos, allá ellos, allá ellos! Editorial Zalvac, Impresión: Perugraph Editores S.A.