Rodolfo Sánchez
Garrafa
La noche del 18 de noviembre pasado fueron presentados tres
poemarios de la poeta Silvia Ortiz, en el acogedor Salón de Actos del Club Miraflores. En dicha ocasión tuve el agrado de ser uno de los comentaristas invitados, junto a Julia del Prado, Alfredo Coello Peralta y Rodolfo Dondero Rodo, contando con la hospitalidad de Juan Pedro Carcelén.
Hace algún tiempo
redacté un blurb o breve apreciación
sobre el poemario «La fresa de tu boca» de Silvia Ortiz que hoy presentamos (Edit. Palibrio 2015, Bloomington USA). Voy a seguir las líneas ya escritas para hilar mi comentario de esta noche.
1.
La fresa de tu
boca
es un provocativo libro de poemas que interroga sobre la calidad del amor,
procurando desentrañar y entender sutiles y febriles manifestaciones del
corazón humano.
Es que muchas
veces, llamamos amor a emociones que en realidad no lo son. Puede ser duro
constatar más tarde que el sentimiento amoroso era ilusorio, egoísta o fingido.
Amor no es, de hecho lo mismo que atracción o deseo de posesión.
Silvia Ortiz da
curso en sus poemas a una amplia expansión de sus sentimientos amorosos en los
que visiblemente reinan la pasión y la entrega generosa y jovial. Ahora entiendo amor/ es tu forma de todo
encanto/ al abrir los ojos como niña/ en la lluvia apasionada/ donde el fuego
no concluye (fs. 2). Como fruta de la
aurora/ imaginable de tu cuerpo/ este día magistral/ es el punto perfecto de la
hora/ y este amor/ no es solo pantalla/ ¡ay amor ya te tengo (fs.13).
El amor pensado y
vivido por la poeta es un permanente darse al otro, pensar en el otro,
sintiéndose complemento cuando no réplica o duplicación del ser amado al que
llama “alma gemela”, el sueño anhelado (fs. 14) Dice nuestra poeta: Te has convertido en mi sombra/ excelso
atributo/ la cúpula heterogénea olvida/ un tiempo persuadido/ lo imperioso en
tu cuerpo (fs. 18). Mi cuerpo
reclamando el horizonte/ en sus aguas yo me dejo/ y me entrego/ y es preciso tu
abrazo/tu cuerpo/ tu parámetro nada incierto/ tu cautivadora mirada/ ahí estoy
(fs. 23).
2.
La
amante o persona que ama, en su recto sentido, evidencia percibir la
incertidumbre que el futuro depara. Un conjunto de señales perfilan espacios
inestables, tiempos de duda en los que se aferra a la fuerza de sus impulsos
amorosos. Se trata de un discurso en el que la forma del sujeto amado es todo
encanto, en tanto que ríos y espejos, naturaleza y comportamientos opuestos,
hacen que las señales del amor y la pasión se escondan y el tiempo de gestación
del amor se haga violento.
Aquí es donde
alcanza elevadas cumbres líricas: Otro
mar se ha dormido/ en este cielo teclado/ otro vagón vulnerado/ entre lirios
vacíos (fs.38). Perdón por los besos
miserables/ en las franjas de otro bosque/ por lastimarme mis labios/ cuando un
enfado surgió/ por la aflicción emanada/ en el cielo estropeado (fs.28). Nueve meses en la noche y una espera/ nueve
vientos en la tarde/ en la tarde perdurable/ huellas en mi alma que a poco
llegan/ tus enfados y los míos/ entre líos de otra guerra/ belicosas son las
sombras/ que enfurecen nuestras noches.
3.
Frente
a la amenaza de agotamiento, puesta de manifiesto en múltiples formas de
desencuentros y obsesiva incertidumbre, Silvia Ortiz nos revela un amor que
logra persistir, aun cuando el eros no deja de ser sensible al dolor.
Un temor fuerte/ y el silencio no me ayuda/ un temor
recóndito/ en un campo secuestrado/ de tus besos/ un temor en las calles/ en la
calma de dolores/ despejados bajo el río (fs. 22). Ahora dices/ que no hay sol mientras duermes/ que los días en la
tierra se fueron/ y ahora esperas/ el verso final de un poeta/ la herida
interior/ el péndulo de un barco (fs. 19). Hoy le dije adiós a mis zapatos/ el espíritu en mi casa/ llorar ya no
se puede más/ cuando los aires te perduren/ y los aguaceros en los lagos/ se
consuelen (fs. 10).
Incertidumbre y miedo, sin embargo, en una mujer que se sabe responsable de sí misma, no se proyectan buscando un causante, sino que se define corresponsable ingenuo del acontecer amoroso. Se plasma un eros obsesivo del cual logra salir cuando el amor es finalmente despersonalizado y la poeta se lanza a cantar al ser mismo como objeto de amor. Un niño frente a otro/ y ya es de noche/ en los cantos de lluvia/ en tus ojos muy amados/ en los míos entre la garúa/ te escogí/ me escogiste/ y así fue (fs. 16). Renuncio al palabreo insulso de las olas/ al redondeo de la canica suspendida/ en el reverso de tu mano/ renuncio a la forma de amar/ equiparable de otros hombres/ renuncio a la mañana tibia/ en el aroma de otras formas/ y tú ausente/ renuncio a la pisada negada/ en el traje de los pastos (fs.30).
Hoy camino atrapada en tus brazos/ hoy la nieve de
traje vistió, hoy escribo este verso inconcluso/ hoy empiezan los días eternos/
hoy se sella con fuerza mi alma a la tuya/ la fresa de tu boca en el tiempo/
jamás concluyó (fs.
43).
El camino avistado
es la ruptura de la dependencia emocional. La soledad se asume constructiva
apelando al potencial poseído y a la autonomía construida penosamente en el
curso de la vida. Aprendí/ a hurtar la
inocencia/ de muñecas pálidas/ aprendí/ a ser leona de verdad/ en la furia de
la vida/ aprendí/ a valorar la inocencia de los niños/ entre junglas de
desprecio/ aprendí/ a matar si era preciso/ el perfecto muro afónico de la
noche (fs. 21).
4.
De
La fresa de tu Boca se desprende el
convencimiento de que, allí donde impera una capacidad amatoria total, es
posible proyectar la vida más allá de sus laberintos y trances disparejos. Tantos meses cultivando/ el campo que no
acierto/ tanto amor mutilándome el sosiego/ tanto llanto insoportable ante un
mortal/ tantas noches espantando/ espejismos en falso vuelo (fs. 1). En el atajo de este verso/ en la línea de tu
boca/ se disuelve la barrera del adiós/ ahora entiendo (fs. 2). Esta noche/ es otra noche/ otra expresión
aborrecida/ en el agotado laberinto (fs. 6). Un conteo de la noche a la mañana/ un tiempo/ y no el olvido/ has
llegado al fin para quedarte (fs. 9).
El trayecto de la
vida amorosa resulta circular, fin y principio se sueldan. Las huellas del amor
no son olvido son la base de una comprensión más elevada que da curso a la
necesidad de la una y el otro. Como lo ha dicho José Beltrán Peña, Silvia
Ortiz, nuestra poeta, ha sido capaz de exorcizar el amor.
Miraflores, 18 de noviembre de 2015.
Miraflores, 18 de noviembre de 2015.
De izquierda a derecha Rodolfo Dondero Rodo, Rodolfo Sánchez Garrafa, Silvia Ortiz, Alfredo Coello Peralta y Juan Pedro Carcelén. |