Rodolfo Sánchez Garrafa
La puesta en
circulación de Crónicas Tempranas del
Siglo XVI (2 Vols.), publicación de la Dirección Desconcentrada de Cultura
de Cusco-Ministerio de Cultura, ha sido uno de los acontecimientos
bibliográficos más destacables del reciente IV Festival Internacional del Libro
2017, que tuvo lugar en la ciudad del Cuzco.
Tal como lo destacara Carlos
Velaochaga en el acto de presentación, el Tawantinsuyu en el siglo XVI fue
víctima de una invasión sistemática que tuvo como avanzada a una expedición militar
de fuerzas españolas con el objetivo de apoderarse del territorio andino y de
las riquezas que sus pueblos poseían. Los registros tempranos escritos en
castellano por los agentes invasores, son eso, un acompañamiento de la
invasión, describen el territorio y el modo de vida de los pueblos andinos desde
los propios códigos lingüísticos y culturales de los actores españoles, aunque,
también es cierto, no dejan de proporcionar abundante información con la cual, convenimos,
vamos en camino de enriquecer nuestras posibilidades de reescribir la historia
y entender mejor nuestro legado cultural.
Es
imprescindible referir los documentos compilados: Cristóbal de Mena – La
Conquista del Perú llamada la Nueva Castilla. [1534]; Francisco de Jerez – Verdadera
relación de la Conquista del Perú [1534];
Pedro Sancho de la Hoz - Relación de la conquista del Perú [1534]; Miguel
de Estete – Relación del descubrimiento del Perú [1535); Vaca de Castro – Relación
de los Quipucamayoc Collapiña, Supno y otros [1542]; Cristóbal de Molina (el Almagrista) – Relación de muchas cosas acaecidas en el Perú [1553]; Polo de
Ondegardo – Los errores y supersticiones
de los indios [1559?] y Relación de
los adoratorios de los indios en los cuatro caminos que salían del Cuzco – [1561?];
Diego de Trujillo – Relación del descubrimiento del reino del Perú
[1571]; y, Blas
Valera – Las costumbres antiguas de los
naturales del Perú y la historia de los Incas [1590].
No tiene por qué
sorprender que estas crónicas trasluzcan criterios europeizantes, visión
europea del mundo andino, justificación moral de la invasión del Tawantinsuyu,
unificación cronológica de los hechos en términos de la historia europea. Con
estas crónicas, como bien ha dicho Alejandro Herrera, otro de los presentadores
de esta publicación, se dio inicio a una etapa en que la escritura estaría
destinada a imponerse sobre la oralidad, la evangelización cristiana se
impondría con nuevos modelos icónico-figurativos (pintura, escultura,
arquitectura, principalmente), los mitos andinos recogidos serían sostenidamente
historizados a partir del Siglo XVI en que se produce una verdadera colisión de
civilizaciones. Todo ello, en un proceso de abruptos cambios, más allá de
cualquier sincretismo conciliador.
Una reflexión
inteligente, nacida al calor de esta publicación, es la que concierne al mejor
conocimiento, que paulatinamente se va logrando, respecto al pasado proto-inka
y a la posibilidad que la cronología correspondiente pueda retroceder a varios
siglos anteriores a los considerados hasta ahora. Como sabemos el desarrollo
inka está fechado, de manera ampliamente aceptada, de los siglos XIII al XVI,
asignándosele poco más de 200 años, en el mejor de los casos, tiempo sumamente
breve considerando el esplendor cultural alcanzado por esta civilización y su impresionante
extensión en el mundo andino.
Por nuestra parte, no
podemos menos que identificarnos con la antedicha posibilidad, considerando el incremento
de la información actualmente disponible, que permite formular hipótesis
respecto a un engarce ideológico entre el pensamiento inka y la de sus
predecesores panandinos los Tiawanaku-Wari. Esto quiere decir, que muchas ideas
con las que los inkas construyeron su imagen del mundo tienen que haber sido
tomadas de la sólida tradición precedente. No deberíamos dejar de considerar la
larga datación Tiawaku-Wari, que alcanza por ahora a los siglos III al XI, es
decir aproximadamente ocho siglos en una estimación conservadora. El soporte
ideológico y tecnológico de este largo horizonte habría sido decisivo para lo
que podríamos llamar restauración de un Estado teocrático panandino con los
inkas, luego de dos siglos en los que se produjo una solución de continuidad
política.
Dado que los
investigadores, frente a estas crónicas tempranas, tienen abierto el paso para el
uso y aplicación que consideren apropiados a sus propios proyectos de
reinterpretación del pasado andino, nos permitimos llamar la atención respecto
a la particularidad de las referencias que encontramos, en cuanto a lo que se
pudo averiguar respecto al origen de los inkas y el “imperio” que éstos llegaron
a establecer.
El carácter sagrado
atribuido al Cuzco por los inkas (Pedro Sancho de la Hoz [1534], Cristóbal de
Molina, el Almagrista [1553], Diego de Trujillo [1571]), es seguramente similar
al que, en su momento, se asignó a Tiawanaku (Taypikala) y a Wari. Igual
podemos decir respecto a la ritualidad fundacional de los asentamientos mayores
en los Andes, como proseguirá demostrándonos la arqueología con sus cada vez
más sorprendentes hallazgos. Es destacable que los registros de Vaca de Castro [1542]
y Valera [1590] contengan referencias
concretas a la divinidad Viracocha, a la ritualidad que su culto entrañaba, y
en el caso de Molina (el Almagrista) se lo haya referido como proveniente del
Lago Titicaca y fundador del Cuzco (aunque atribuyéndole la calidad de Inka, lo
que puede confundir con el personaje posterior en la lista de los Qhapaqkuna). La
relación de Vaca de Castro y la escrita muchos años después por Fernando de
Montesinos coinciden en consignar que el señorío y empoderamiento inicial de
los inkas se produjo sin molestia de por guerra ni armas; siendo que, según
este último, las grandes agrupaciones inkas “sin orden de guerra ni de campo
formado” entraron en la ciudad del Cusco..... “y dijeron que no venían a buscar
guerra ni mal alguno sino solamente a buscar tierras buenas a donde vivir y
criar ganados” (Montesinos [1644] 1957: 13-4).
En el conjunto del
ciclo de los Hermanos Ayar se puede encontrar significaciones o rasgos de orden
arquetípico, que no necesariamente se reducen a la perspectiva bélica y
violentista de instauración del orden inka, sino que más bien nos encaminan
hacia una gesta de búsqueda de un centro que pudiera abastecerse de sacralidad
y servir a la necesidad de una restauración. No debiéramos descartar la
utilidad de comparar esta saga mitológica con los relatos fundacionales que nos
llegan de otros pueblos andinos y de otras áreas culturales, la fundación de
Tiawanako, Pachacamac, por decir algo, y de antiguos pueblos de Eurasia. El
asunto es hacer inteligibles los mitos, entenderlos en lo que pudo ser su
sentido primigenio en un contexto que no es ni remotamente el del siglo XVI,
pero que puede sernos de algún modo accesible.
Cabe plantear la
posibilidad de hallarnos ante discursos de legitimación social y política de
órdenes que se constituyen y reconstituyen en el tiempo. Hay en los mitos
fundacionales una necesidad de constitución humana, social y cultural, de
fundar y mantener el orden, que desde luego puede llevar un ingrediente de
economía sacrificial pero que no se reduce a ella. La perspectiva de un ciclo
fundacional inka como campaña militar, obviamente violenta, está colada por
todo lado en los registros tempranos, que es comprensible no dejan de obedecer
a una mirada europea con sus respectivos códigos lingüísticos y culturales. ¿De
qué otra manera podían haberse escrito estas crónicas, sobre todo las tempranas
del Siglo XVI? Las contradicciones, que puedan descubrirse, entre diversos
textos, serán a futuro las mejores pistas para avanzar en el conocimiento del
pensamiento andino originario.
Otro asunto de interés,
en esta línea de razonamiento, es el relacionado con la oportuna y pertinente cita
al cronista Anello Oliva [1598] que los compiladores introducen en su
comentario (T. II) sobre Blas Valera, quien había registrado la existencia de
un imperio quechua anterior a Manco Cápac (Manku Qhapaq) y una extensa relación
de gobernantes que al parecer sirvió de fuente a Fernando de Montesinos.
Parece estar cada vez
más cerca el día en que revalorados seriamente los relatos orales recogidos por
narradores europeos de los siglos XVI y XVII, a la luz de la etnografía,
etnohistoria, lingüística y arqueología contemporáneas, sea posible llegar a
demostrar que los gobernantes Tiawanaku-Wari y los Inkas se emparentan, de
forma mucho más directa de la hasta ahora pensada. La publicación compilada de Crónicas Tempranas del Siglo XVI no deja
de anunciar que soplan nuevos vientos y que nos preparamos convenientemente
para aprovechar tal energía.
Referencias bibliográficas
ANELLO
OLIVA, Giovanni
2015 Historia
del Reino y provincias del Perú [1598].
Universidad Nacional del Altiplano. Puno.
IMBELLONI,
José
2015 La
Capaccuna de Montesinos, después de cien años de discusiones e hipótesis
(1840-1940). Universidad Nacional del Altiplano. Puno.
MONTESINOS, Fernando de
1957 Memorias antiguas historiales y políticas del Perú [1644].
H. G. Rozas, Cuzco.
VELAOCHAGA,
Carlos, HERRERA, Alejandro y WARTHON, Rafael (Compiladores)
2017 Crónicas
Tempranas del Siglo XVI (2 Vols.). Ministerio de Cultura, Dirección Desconcentrada del Cusco.