domingo, 22 de septiembre de 2013

Siete reflexiones en torno a «Por las Calles del Sol»

Gustavo Valdivia Rivera*

 
Uno. Rodolfo Sánchez Garrafa publica poemas de diferentes tiempos, reflejo de un trayecto de vida, con un núcleo, en el cual los principales sentimientos son la ternura y la tristeza o depresión. Quizá sean los estados de ánimo que dinamizan su creatividad poética, y creo que ambos se abrazan en unidad: como si la depresión llevara a la búsqueda de ternura.
 
 
Dos. Esa melancolía y esa ternura, tienen un sabor propio al estar rociadas por la construcción de figuras literarias abrevadas en el mundo andino que al autor le es tan conocido como amado; tales figuras nutren parte significativa de sus poemas y se arraciman en versos como los de Chupamirto Imperial. La poesía de Rodolfo Sánchez tiene empero el influjo de dos mundos: el andino, dejado y añorado, y el de la moderna Lima, presuroso y sofocante; expresión de un conflicto fundamental en la elaboración de su obra.

Portada de la 1ra, edición 1995.
Tres. El adiós y la partida, suelen ser experiencias que activan estos sentimientos "se oyen voces que me dicen: ¡no te vayas!" "Desde el abra" "A la salida de mi Cusco" "Hora es de irme, pilar del orbe/ cántaro de agua sólida". Rodolfo se hizo migrante ("pero un día partí a viajar la vida/ dejé con pena una madre/ hermanos/ recuerdos/ ciudad e historia/ todo". Y en el enjambre parecía ver "el rostro familiar de mi padre o su medio cuerpo vuelto de espaldas perdiéndose en el gentío"); dejó su tierra, llegó el provinciano a Lima, "el ojo del enjambre", el laberinto con sus oscuros y bulliciosos pasadizos. Su modo de designar a la capital, nos hace ver el sacrificio y el desgaste afectivo invertido en su incuestionable triunfo como profesional en la metrópoli.

Cuatro. Pero las presiones de la ciudad moderna, las angustias, los conflictos, las frustraciones provocan retornos interiores al pasado. Se ha producido una fijación en un espacio de su vida, con elementos depresivos que son: la pérdida (la partida, el adiós), la dificultad de recuperación o de retorno, el paso de los años ("cuarenta años después nuestras historias son distintas" " el mar no es el mismo para ambos"...), y los pasos del olvido... ("te irás y no podré cruzar el río que horada la ribera/ No es falta de coraje/ No es cuestión de temor/ es sólo que abajo la espuma agita/ el manto del olvido/ Dime solamente que este río es bravo/ y que su curso nos duele a los dos").

2da. edic. 2012, Hipocampo Editores.
Cinco. El eros de Rodolfo, aunque tiene elementos sensuales ("Golpean sus puertas los corazones /satisfechos y extenuados /Los dos callamos /Eros y Pan descuelgan sus tentáculos"), está insuflado de una gran ternura, siendo su peso definitivamente mayor ("tómame de la mano y llévame por las callejas ondulantes de la memoria/ toma mi mano y conmigo cruza la plaza de armas enjoyada de sol").
Es un eros especial, dirigido tanto a la mujer como a lo femenino, incluyendo una ciudad. También aquí encontramos a la mujer vista como una experiencia diseñada que no puede permanecer ni integrarse en definitiva: ya sea porque efectivamente se produce la separación definitiva, o porque las circunstancias conspiran contra el amor, añorándose una experiencia del pasado-presente vivido a plenitud. Es la pérdida real o anticipada de una persona (como ocurre en A veces me engañan los ojos) o ambas cosas a la vez.

Seis. Las experiencias irremediablemente truncas, que no se viven hasta el final, presentan una gestalt abierta, una pulsión metamórfica, que en los momentos de depresión provoca retornos internos y actúa como el principal motivador de los versos. Son adioses, es decir frustraciones, pérdidas, las que han formado en la sensibilidad estética de Rodolfo, la vía de comunicación que hoy nos muestra. Los caminos del arte comienzan allí donde un camino, una experiencia, queda inconclusa. Es por ese corte en la ruta, por esa forma no concluida que se abre la boca interior del poeta, desde donde brotan las sublimaciones y el singular acento de los poemas.
 
 
Siete. Todo poeta nos expresa un mito personal. Un mito es una construcción subjetiva en torno a la experiencia vivida, y creo que en esta obra el ser mitológico creado es la ciudad-mujer (esto nos parece especialmente claro en Amanecer, el poema inicial, y Por las Calles del Sol, poema final). En este ser mítico está implicada la familia. Los adioses y sus consecuentes depresiones han adquirido sincréticamente la configuración de tal ser. Recorrer los caminos del sol, es recorrer estos tres mundos fusionados: la mujer, la familia y la ciudad, con el signo del imposible o la trunquedad, el adiós y la melancolía. Es un arquetipo en sus diversas expresiones, con sus dependencias, sus instintos y su ardor romántico.
 
Cuzco, mayo de 1995.
 
* Gustavo Valdivia Rivera: Psicólogo, Docente en la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cuzco-UNSAAC, investigador en temas psicosociales y particularmente del desarrollo psicosocial de la persona en el área andina. Son conocidos sus aportes sobre educación intercultural, psicología campesina, perfil del niño andino y socialización del niño a través del juego.

 

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