viernes, 11 de julio de 2014

En mi entraña de ostra reticente

Rodolfo Sánchez Garrafa

Cada día es una perla que se añade
al collar de las experiencias que nos acompañan
de por vida.
En tardes de tristeza es inevitable
contar aquellas esferas entre las que se cuelgan
 tus miradas
tus sonrisas
y el arrebato de tus afectos
de mujer.
Son perlas preciadas como muchas que conservo
en un cofre vacío para otros ojos.
Perlas que serán para Caronte
el que lo ha visto todo
por cuyas manos han pasado
incontables monedas acuñadas por la historia
El barquero advertirá sin duda el tono sutil
que el tiempo le dió a este nácar aglomerado
sobre un núcleo de amorosas entregas.
Si nada pasa a la requisa más allá del estrecho
que lleva a otros reinos
¿Cómo conservar una esfera de sol
una perla única que en el alma llevo incrustada
por lágrimas que dejaste correr
el día que supimos sería el último
de nuestro andar compartido?
Atesoro esa perla no por ser perla
ni porque se crió en mi entraña de ostra
reticente
y salvaje
sino porque conserva la euforia de tus ojos
tu ternura de antojos singulares
Tu forma de amar tan querida que solo pudo irse
como pétalo de cerezo arrancado
por un séptimo rayo
en el centro mismo
de la memoria.


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