Rodolfo Dondero Rodo
Épica del desastre, antología que tuve la suerte de recibir de las manos de su autor, contiene una selección de poemas que guardan un orden cronológico, a partir del año 2000 hasta el 2015. Quince años de fructífera producción, que distingue a Harold Alva como uno de los escritores representativos de las letras peruanas en estas primeras décadas del siglo XXI.
Alva es polifacético, y entre otras especialidades, escribe edita y es gestor cultural. Alma de guerrero con su pluma en ristre, evoca con ternura los años en que según su propia confesión, era todavía un púber con aroma a chancaca de los cañaverales del norte, donde luchó a pulso doblegando algarrobos y sembrando sus propios sueños, bajo la guía de su progenitor paterno al que le dedica versos, quizás muy pocos versos, donde exhibe su alma noble traducida en el amor filial.
Se lee en uno de sus poemas (II de Sotto Voce): "Tú eres el vértice/ Los íconos del arca/ El alba que llega/ Como una rosa/ Húmeda y lejana". Abstracto, sensitivo, se manifiesta y exterioriza, dándole forma poética, conforme se avanza en la lectura, a sus peces, sus palomas, sus convicciones e incredulidades, siguiendo pautas del surrealismo decimonónico.
Deconstruyendo la poética ofrecida por Harold Alva en la “Épica del desastre”, encuentro que surge una secuencia embrionaria en la que el estadío morular se muestra en la primera parte del libro a lo largo de sus poemas numerados del 1 al 10 donde concurren versos, que por sí solos tienen una extraordinaria capacidad de proyección de imágenes.
En seguida observo que, en los poemas del 2006 al 2009, el embrión poético se alinea constituyendo la blástula, estadío en el que se definen a las células como pluripotentes, es decir capaces de generar cualquier tipo de tejido. Esto es perceptible en cada uno de sus poemas, de dos de los cuales me complazco en citar algunos versos:
PREGUNTO A LOS PÁJAROS POR MI PAÍS:
“…Y yo te busco Perú en este instante
Cuando un insulto es la mano
que iza tu bandera…”
LAS VÉRTEBRAS DEL FUEGO:
“…Los pájaros que destrozan con sus picos la infamia del silencio…”
“…Y qué es la fuga
Cuál de todas las virtudes es el talismán
al que te aferras
Aquí solo sé de esta incertidumbre
que calcina…”
“…El exquisito mar que ataca con su brisa
La sonda que sujeta mis huesos
como un cocodrilo
Como la maligna bestia
que reina en mis pesadillas…”
Es así cómo, en esta segunda fase embrionaria de la poesía de Alva, se va posicionando una conciencia poética al estilo de Vallejo. Veamos, por ejemplo, cuando nuestro emblemático poeta dice en su poema LLUVIA: “En Lima…En Lima está lloviendo/ el agua sucia de un dolor/qué mortífero. Está lloviendo/ de la gotera de tu amor…”; Harold Alva, por su parte, en su poema LIMA nos dice: “…Y Lima entera se detiene/ Y Lima entera se inclina frente a tus pasos/ Y Lima entera se conmueve con el filo de tu lengua/ Que parte en tres la dicción del aire/ El rumor de los malecones…”
La riqueza del lenguaje y el uso magistral de la metáfora van por un camino claramente poético en el que destaca la descripción de lo vivido, de lo observado, y algunas veces de las emociones que provoca el acto o suceso en que está basado el empirismo, aquí es donde Harold Alva se vuelve un tributario importante del gran caudal de la poesía contemporánea peruana.
En la “Épica del desastre” se llega finalmente a la tercera fase embrionaria que es la gástrula, en la que se inicia la diferenciación funcional de los tejidos, es decir cuando empiezan a formarse los sistemas, y el poeta hace sentir sus latidos, tanto como sus procesos digestivos, y la actividad de sus neuronas, utilizando para ello un símbolo recurrente, el de los pájaros, seres alados que observan desde las alturas quizás como un corolario de la meta puesta a punto de ser conseguida, y en el que se fundamenta la construcción de los egos, en este caso el del poeta.
En la sección dedicada al año 2012, Harold, obsequia una descripción del paisaje urbano limeño, interrelacionado con sus sentires y sus críticas: “…Me pregunto/ Qué pueden expresar/ Aquellos que no conviven/ Con la locura de alimentar sus propios monstruos/ Sus propias demoliciones/ El mínimo absurdo de sacar el rostro/ Para escupirle a la arrogancia/ De unos versos/ A ese animal que pese al frío/ Todavía se calienta con el pellejo de sus alas…”
Este pequeño ensayo sobre el discurrir literario no es completo como debiera ser, es somero y sin pretensiones, un comentario de quien gusta involucrarse con el arte, a sabiendas que ésta es una manifestación exenta de sentirse inocente o culpable, verdadera o falsa, comprensible o incomprensible… En la página 71 de “La épica del desastre” se leen los siguientes versos: “Nadie conoce el drama de estos hombres/ Nadie la sangre/ Que circula por las llaves/ Que ingresan a sus cuerpos/ Nadie la voz escrita de mi padre/ Que toda la noche a custodiado/ Como hace años/ El sueño de los internos// Lo observo/ Escupe/ Las hélices se mueven/ Como pájaros detenidos en el techo.”
Es para el lector, una prueba que Harold ha sido seducido por la fascinación que provoca versar lo incomprensible.
Es obvio que la criatura anda ya formada, exhibiendo su potencial literario y deja de ser embrión, después del acopio multidimensional que engalana el discurso de cada poema; así ocurre también en la prosa poética que el autor recopila en la “Épica del desastre”.
En el poema Locura, elegido para la convocatoria de Circulandino, Harold Alva aterriza en la locura literaria que acompaña a todo escritor, aquella que proviene de la ficción que es al mismo tiempo la fuente desde donde fluyen las palabras, no es la locura patológica que horroriza a los seres que moran en los manicomio, lo que constituye en todo caso la realidad donde se anclan las obras literarias.
Las ánimas que entran por los ojos, para difuminar la paz, para Jesús G. Maestro constituiría un ejemplo de literatura sofisticada, programática o reconstructivista, por la relación operatoria que se establece entre los términos ideales (las ánimas y el difuminar la paz) y los términos reales (los ojos), en igual forma el gesto de la mariposa establece una relación operatoria entre lo ideal (el gesto) y lo real (la mariposa), y los versos siguientes siguen por el mismo cauce, de la retórica construida sobre sucesivos oxímoron.
El actor o sujeto poético actúa en primera persona, en base a un proceso que pertenece al pasado “Yo pensé que la locura…” es entonces cómo el poema se convierte en un relato de lo que fue o lo que pensó que era la locura, quedando en la incógnita si ahora piensa igual o diferente sobre la locura, y que como consecuencia de ello, todo el poema se constituya en un solecismo…
24.05.17
Muy agradable el rielar de palabras sobre el acercamiento a Harold. Nos aumenta la admiración por su poética y el deseo de buscar el libro. En tanto brillo una pequeñísima opacidad:se coló un desdeñable "en base". Abrazos.
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