Un impulso, poco cauteloso pero comprensible, nos lleva a compartir con los amables blogistas este breve texto sobre el inquieto cuy que ilustra el pie de nuestra página con el nombre de “Yachaq”. Luis Negrón Alonso, amigo del alma, tuvo la generosidad de dedicárnoslo hace ya bastantes años. Este es mi homenaje a la amistad imperecedera, que cultivamos dentro y fuera de las cuyeras.
Escrito por Sikuta*
Soy un simple aunque no anónimo cuy, nombrado por otros como cobayo o conejillo de indias, blasones éstos que consiguieron mis antepasados en los laboratorios experimentales, donde ofrendaron sus vidas en pro del ingrato hombre. Ahora ese quehacer ha sido trasladado a mis lejanos parientes, las ratas blancas, pardas, pero no a aquellas que habitan en las esferas de la burocracia dorada, los gobiernos regionales, locales y algunas ONGs. Vayamos a lo mío.
Yo en mi mejor ángulo. |
Confieso que tengo envidia de mis congéneres que viven en el primer mundo, porque ellos son protegidos por la ley y básicamente porque no estoy dentro de su menú; pues, les produzco llanamente asco, repulsión, y ganas de vomitar, cuando me ven transformado en bocado.
Luego estoy presente en las diferentes crónicas del siglo XVI, siempre como objeto sagrado o continente de proteínas y grasa para deleite de los siempre hambrientos hombres.
¿Preguntan si tiro o no tiro? Pongo las pruebas al canto. |
También aparezco en las diferentes narraciones del folklore como héroe sapiente, como el mejor fornicador y procreador de mi especie, que hasta me usan contrariamente en las propagandas de la planificación familiar, como si el acto carnal fuera reprobable entre mi especie. Está bien que para los curas, los misóginos y célibes sea algo repudiable, pero creo que para los que son normales, el hecho que refiero requiere respeto y especialmente técnica, porque deben saber los humanos, que no hay hembra fría sino mal calentada, y no hay colita honrada, sino mal trabajada.
Me han degradado, ofendido, y han perturbado mi auto estima al ponerme de pitonisa. Me exhiben como “cuy de tómbola” en cuanta plaza pública existe. Los malandrines que cometen esta aberración, se burlan de mi parquedad, de mi perfil bajo, haciéndome adivino. Los transeúntes mentecatos que apuestan por una u otra puertecilla que escogen, están a la expectativa de ganarse unos centavos si acaso ingreso por la que ellos han señalado bajo apuesta. En ese caso soy vitoreado, alabado; caso contrario, soy vilipendiado, insultado y visto como animal de mal augurio o como dicen del mal agüero, pese a no ser ave sino mamífero roedor.
Protesto contra la cocina novo andina. |
Actualmente, centenares de productores y vendedores de forraje viven por mí y mi posterior holocausto, y dicen que es especialmente para el cuy. Las amas de casa, los maridos, los hijos o quienes vivan en el domicilio, afanosamente compran manojos de pasto y declaran cariñosamente a quienes se estacionan para la tertulia, “estoy llevando pasto para mis cuycitos”, hipócritas, porque el amor no es al cuy sino al pepián, al chactado, al horno, o las diferentes formas culinarias en que presentan mi humilde carcasa. Aún más, otros u otras me ofrecen como infaltable pieza en el tradicional potaje llamado chiriucho, que antes sólo se preparaba en la fiesta de Corpus Cristi, y que ahora es aderezado cuando al viandante se le ocurre ponérselo en su antojadizo vientre o como pieza en la sopa de cuy.
No contentos con todo el escarnio que hacen de mi ser, hoy se las han dado por la cocina novo andina y los gastones me presentan como a un travesti, que combina con todo, para todos los gustos y un poco más y soy cuy de ambiente.
No todo tiempo pasado fue mejor. |
Al iniciar mi corta hoja de vida, insinué el trato que nos dan en el primer mundo; vale decir, el respeto que merecemos todos aquellos que estamos clasificados como fauna. Existen normas que nos protegen, hay asociaciones que dicen que nos cuidan y dan seguridad; pero, también todo eso es peliculina. Pruebas al canto. Tengo unos parientes en Europa, que me han contado sus cuitas y las de otros ‘pets’ o mascotas.
Dicen que los o las ofrecen exhibiéndolas en jaulas pequeñas y que a los fenicios que los comercializan no les interesa que estén de sed, hambre o con algún malestar; lo trascendental es que sean vendidos, al mejor precio y certificados con vacunas y pedigrí.
¿Conoces algún cuy de abolengo? Yo no. Todos somos populares, modestos; pero, no cojudos. El único que se cree de la clase A es el “mauro mina”, cuando el individuo no pasa de ser sino un híbrido grasoso, una bola de sebo, que nadie lo pasa. Sólo sirven para exhibición, porque en la cuyera no soplan ni a una, por más rijosa y caliente que se encuentre. En tanto, nosotros, como yoni papini me las cepillo en cadena, aunque lo único que no me agrada es la caída al final, con las patas hacia arriba y el temblorcito de mierda que me produce el culminar la faena.
De pronto mi fama me encumbra. |
La moda, la novedad o el hecho de que querer sentirse más civilizados ha propalado en nuestra sociedad el cuidado que se debe tener a las mascotas, porque dicen que tienen derechos y no saben que también izquierdos. Hay organizadas sociedades protectoras de la naturaleza y sobre entendido de los animales. Cada año nos dedican un día para dicen festejarnos, cuando sólo ése es el motivo, aunque el plato de fondo sea cuy al horno, con embutido fabricado con nuestras propias tripas y sangre, conocido como “tullan”. Y mucho más, han inventado sobre nuestro despojo un juego, que únicamente conduce a una brutal borrachera, so pretexto de buscar el zorrito “atuqcha”. Explico, una vez rebanada por los filudos dientes del tragansal, nuestra quemada piel de la cabeza, a la cual le untan una mezcla picante, tan picante que incluso los pajaritos sufren las consecuencias, proceden sañudamente a descoyuntar los despojos de nuestro cráneo, en busca del poco pero valioso seso, que muchos humanos quisieran poseer, engullir los cadavéricos ojos, y como si esto fuera poco, fracturan la cavidad de nuestros oídos en busca del huesecillo en forma de martillo, al que nombran como atuqcha. Una vez que el huesito está en la yema de su dedo índice, lo muestran alegremente como un trofeo, y los contertulios celebran estruendosamente con aplausos, resoplidos y halagos al descubridor de la miniatura ósea, que será hundida en una copa colmada de licor. El juego radica en escanciar entre pecho y espalda y de una sola vez el contenido bramante de la copa, y si acaso con el trago se va el zorrito, será proclamado campeón y felicitado efusivamente. Pero, rara vez esto ocurre a la primera de bastos; pues, generalmente tienen que ser muchos los intentos para ser declarado(as). Entre tanto, los individuos están cada vez más beodos, al extremo de enamorar por confusión a sus propias mujeres, de quienes hacen malas ausencias o ya dejaron de ser colchoneables.
Como puedes entender, todo es farsa, que la protección de nosotros las mascotas es un acto civilizado, un principio de convivencia ecológica, que entre el hombre y las mascotas no hay la ley del más fuerte, y demás pamplinas, son pura masturbación.
Soy mágico pero realista. |
Si caes en la casa de uno de esos truhanes, porque su hijito quería una mascota, y que el infeliz quiere cultivar los altos valores y sensibilidad de sus vástagos, cuando menos piensas serás traicionado, y terminarás con tu cuerpo desnudo y bronceado, no por el sol sino por las brazas del horno, en un gélido plato y en las fauces del criador y comprador. Oirás como epitafio: el cuycito está gordito, pero me ha dado pena matarlo para comérnoslo. Cabrones.
Para terminar y no extenderme, solo resta decir que nosotros, los o las mascotas, debemos formar una asociación para la protección del animal hombre u hombre animal. Al menos nosotros no los comeremos, pues de ello que se encarguen los vermes y después vomiten, entre tanto nosotros seguiremos multiplicándonos, aunque nos califiquen como elementos de exportación no tradicional, y sólo recordarle a los congéneres:
—¡No es lo mismo bajarse al momento, que bajarse en el acto!
Cuzco, 28 de diciembre del 2005.
* Sikuta, pseudónimo del ácido e irónico - pero siempre jocoso- escritor Luis Negrón Alonso.
No contentos con todo el escarnio que hacen de mi ser, hoy se las han dado por la cocina novo andina y los gastones me presentan como a un travesti, https://spanotes.org/los-5-mejores-restaurantes-de-punta-arenas-chile/
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