A continuación encontrarán un muy bien argumentado artículo. Para su autor la forma correcta de escribir el nombre de una de las provincias del departamento de Piura es "Ayavaca". Muchos estarán de acuerdo con esta tesis. Nosotros somos partidarios de los extremos: Ayabaca, conforme a la regla de la costumbre o, mejor, Ayawaka, recurriendo a la fonética del quechua. En el caso de Cuzco seguimos el criterio del lingüista Cerrón Palomino para escribir en español y optamos por Qosqo cuando queremos relievar el nombre quechua original. Sin embargo, a futuro, será la práctica social de los "Ayawaka runakuna" la que decida cómo es que hay que escribir el nombre de su tierra. N.R.
Escrito por Raúl Zevallos Ortiz**
Entre los
Ayavaquinos existe un viejo debate acerca de la forma correcta de trasladar a
la escritura en castellano, el nombre quechua de Aya Waka. Las
propuestas más conocidas son aquellas que sostienen que dicho nombre se debe
escribir con b (Ayabaca), y las que argumentan la necesidad de escribir con V
(Ayavaca). Como hijo de la misma provincia quisiera aportar algunos datos
adicionales para la reflexión sobre este tema.
Con b grande
Una de las
mejores defensas a favor del uso de la b grande (Ayabaca), la ha hecho
el lingüista español Carlos Arrizabalaga1, quien admite que el
quechua no tenía consonante labial /b/, sino una semiconsonante /w/ que en
castellano solamente aparece en diptongos (por ejemplo ua, ue, ui). Es
por eso, dice Arrizabalaga, que la pronunciación quechua se conserva en
palabras que han pasado al castellano como huaco y guagua. Luego
señala algunos ejemplos históricos que supuestamente avalarían el uso de la b
grande para castellanizar aquella semiconsonante andina /w/ en la escritura de
nombres como Carabaya (Karawaya o Kallawaya) y Atabaliba
(Atawallpa).
Una primera
comprobación necesaria, antes de exponer nuestras razones, distintas a las del
señor Arrizabalaga, es que los ejemplos que el menciona son corrupciones de la
escritura a partir de apuntes apresurados que no reflejan la pronunciación de
origen y que por tanto, disminuyen o le hacen perder todo el sentido a la
expresión. Tal vez esto no tenga mucha importancia entre la comunidad de
hablantes y usuarios que reciben un término ajeno y lo incorporan a su idioma,
adaptándolo para su uso; es decir, para los españoles en España, podría tener
poca relevancia la manera de escribir un nombre como Atawallpa, pero
para los usuarios del español cuyos idiomas ancestrales son la fuente de origen
de aquel vocablo, un nombre como “Atabaliba” no significa nada y su escritura
debe ser rechazada, para adoptar una alternativa que no violente las raíces y
el significado de la palabra. En ese caso, escribir Atahualpa, es una
forma de mantener el valor fonético del término original, sin salirse de las
normas del idioma español.
Podemos
encontrar la misma semiconsonante andina /w/, que forma parte del nombre de Aya
Waka, en numerosos ejemplos, ampliamente conocidos, de otras palabras que han
pasado al castellano mediante el uso de la G o H, manteniendo la pronunciación
original: Guayaquil, Guayacundo, Guayacán, Guayusa, Huamba, Huarinjas, Hualcuy,
Huancabamba, Huancayo, Huamanga.
Arrizabalaga
reconoce que en muchos documentos de la época colonial –sobre todo en los
primeros-, el nombre de Aya Waka se escribe Ayavaca, pero otras veces
aparece como Ayabaca; estos cambios los atribuye simplemente a las
vacilaciones gráficas frecuentes en aquellos tiempos. Luego concluye que la
forma adecuada sería Ayabaca porque así lo ha consagrado el uso
administrativo de los últimos años y porque la razón consuetudinaria es la que
vence en estas cosas.2
Con V y con U
En realidad, los
argumentos de Arrizabalaga no solo resultan muy discutibles sino que son
sumamente frágiles. En primer lugar, no es cierto que la única forma de
castellanizar el sonido /w/ del quechua –o del aimara-, sea mediante una b
grande; hay ejemplos notables, de palabras andinas sumamente significativas,
que se han castellanizado con la V de virtud: Willka, uno de los nombres
del Sol, ha pasado a ser Vilca, y se conserva en numerosos apellidos y
en nombres de lugares como Huancavilca, Vilcanota, Vilcabamba, Huancavelica y
Marcavelica. Asimismo, Wirakocha ha pasado a ser Viracocha, Callhua se ha transformado en Calvas, Utawalu vino
a ser Otavalo y el jarawi
o yarawi, se convirtió en yaraví. Por cierto, con estas
referencias no hacemos más que desarrollar algunas ideas similares presentadas
por Germán Leguía y Martínez hace muchos años.
Una forma
sencilla de trasladar el nombre quechua de Aya Waka a la escritura del
castellano, conservando su pronunciación, fue adoptada por Guaman Poma de
Ayala, quien en su lista de tambos del camino Inca, incluye el Pueblo y Tambo
Real de Aya Uaca3 (escrito con “U”).
Ahora bien,
existe una antigua convención de escritura derivada del latín, que se puede
observar en muchas inscripciones: LVX (luz), VRBE (urbe, ciudad), ADVOCATVS
(abogado), AMICVS (amigo), AQVA (agua), VIRTVS (virtud), PLVS VLTRA (más allá).
De acuerdo a esta usanza, la U se escribe como V, pero se
pronuncia como U; esta práctica se mantenía en la antigua ortografía
española, donde se escribía “V”, sabiendo que se debía pronunciar como “U”, lo
cual nos da una referencia histórica y lingüística de que el idioma castellano
ha admitido el intercambio de la U” y la “V”, en su escritura. A
eso se debe que en la lengua de Cervantes, las letras “U” y “V” se hayan usado
indistintamente hasta muy entrado el siglo XVII.
Los primeros
españoles que debieron registrar en su idioma el nombre de Aya Waka, lo
escribieron con “V”, (Ayavaca), lo cual dejaba abierta la posibilidad de
pronunciar la “U” de Ayauaca, sin violentar la grafía del castellano,
donde no se escribe esas tres vocales juntas (aua). Posteriormente, otros
escribientes, menos cuidadosos, remplazaron la “V” de verdad, por la b
de banalidad.
La Real Academia
de la Lengua Española, al explicar los antecedentes del uso de la “W” en la
escritura del idioma castellano, indica que se usa en voces que proceden de
otros idiomas, a veces con sonido de /u/ semiconsonante (como es el caso de Washington
o Aya Waka), y a veces con sonido de /b/, según el origen.
De manera más específica, con respecto a la incorporación de palabras foráneas
con la grafía w, la academia dice que, cuando esta grafía proviene de
una u semiconsonante, como en Washington, dicha pronunciación se
conserva (y se mantiene la w en la escritura), mientras que “en
palabras totalmente incorporadas al idioma es frecuente que la grafía w haya
sido reemplazada por v simple”4 y la academia proporciona
los ejemplos de vagón (procedente de wagon), vals (derivado de waltz),
y vatio (que proviene de watt). Es decir, cuando la grafía w, se
pronuncia como /b/ en su idioma original, el español la asimila escribiéndola
con V, y cuando es una u semiconsonante, se mantiene la
pronunciación y la escritura, no se la violenta inventándole un sonido que no
tiene en su origen; en el caso de Washington, no se dice ni se escribe
“BASHINGTON”.5
Al señalar que
este es un uso frecuente, la Academia está indicando lo que es consuetudinario
para el idioma español en general, en casos relacionados con la adopción y
escritura de palabras extranjeras con un sonido como el de la semiconsonante
andina /w/. Esto es lo admisible, usual y razonable en la lengua española y
viene a ser lo mismo que, para el nombre de Ayawaka, han sostenido
varios ayavaquinos ilustres, como Florentino Gálvez Saavedra y José Ignacio
Páucar Pozo.6
Por último, la
pronunciación popular del castellano actual, en Ayavaca y en todo el Perú, no
hace distingos entre b grande y V chica, por lo tanto, la b
grande no tiene en este caso ninguna ventaja o “razón suficiente” para
imponerse en la escritura, porque no refleja una modalidad de pronunciación
diferente. Arrizabalaga sostiene que el uso administrativo de los últimos años
y la práctica “consuetudinaria” son razones suficientes para escribir Ayabaca
con b grande, pero este argumento también resulta sumamente dudoso, porque
históricamente, la gran mayoría de la población ayavaquina no ha tenido muchas
ocasiones de escribir el nombre de la provincia.7 Las dudas se han
producido sobre todo entre los minoritarios escribidores y escribientes, no
siempre conocedores de su oficio, y el hecho de que el error haya sido usual o
consuetudinario entre ellos, no lo convierte en norma deseable.
Durante más de
trescientos años fue consuetudinaria la esclavitud en el Perú, ¿significa eso
que debía mantenerse? El régimen colonial fue consuetudinario a lo largo de
tres siglos, pero cuando se produjo la independencia, lo que era
consuetudinario cambió. Es lo mismo que posiblemente ocurrirá con la escritura
de Ayavaca, si así lo deciden el pueblo y las comunidades involucradas.
Ciertamente, lo mejor será retomar el nombre en su pronunciación original, ya sea que se escriba con “G”, como lo hizo el cronista Bernabé Cobo (Ayaguaca); con “H”, como lo hicieron Blas Valera y Garcilaso (Ayahuaca); con “U”, como lo escribió Guaman Poma (Aya Uaca), o con “W” (Ayawaka), de acuerdo a las convenciones de escritura del quechua. La única alternativa que no tiene justificación histórica, fonética o racional, es la de forzar la escritura de Ayavaca endilgándole una b grande que no corresponde.
NOTAS:
1. Carlos Arrizabalaga: “¿Ayabaca o Ayavaca?”
Diario Correo. Piura, 25/11/04
2. Germán Leguía y Martínez: Diccionario Geográfico,
Histórico, Estadístico, etc. del departamento de Piura. Tipografía “El
Lucero”. Vol. I. Lima, 1914
3. Felipe Guaman Poma de Ayala: El primer nueva
corónica y buen gobierno (1615/1616) (København, Det Kongelige Bibliotek,
GKS 2232 4°)
4. Real Academia Española: Diccionario de la lengua
española. (DRAE). Vigésima segunda edición. Espasa-Calpe. Madrid. 2001.
5. El uso escrito de la letra b tiene sus propios
espacios y funciones, completamente respetables, incluso cuando se utiliza
erróneamente. César Vallejo tuvo versos elogiosos para la “b del buitre”
trazada en el aire por las manos optimistas del obrero Pedro Rojas, para
escribir “¡Viban los compañeros!”, en el contexto de la guerra civil
española. Sin embargo, la licencia poética no se puede aplicar a nuestro caso.
Vallejo saludaba la ruptura simbólica de las reglas ortográficas y
gramaticales, equivalentes a las reglas torcidas de una sociedad que hacía
falta enderezar. En ese marco, la falta ortográfica de Pedro Rojas, síntoma de
las carencias del estado que no supo educarlo, es también un signo de
autenticidad y de pureza. Allí no importa la ortografía, porque se está
luchando por algo más valioso. En el caso de Ayavaca, los que defienden el uso
de la b postiza, no son precisamente poetas ni proletarios y es muy dudoso que
quieran sumarse a las filas esperanzadas del obrero Pedro Rojas.
6. Miguel Saturnino Zavala: Caminos y Pueblos de la
Antigüedad. Piura, 1847. Cámara de Comercio y Producción de Piura. Piura,
1993.
7. La provincia de Ayavaca comprendía originalmente los
territorios de la actual provincia de Huancabamba y una gran parte de la
provincia de Morropón.
* Publicado en el Suplemento Semana.
Diario El Tiempo Piura 25/03/07. Reproducido también en el libro “Voces y reflexiones ayavaquinas” de
Teodoro García Merino. Centro Raíces. Piura, 2007
** Comunicador, cineasta y antropólogo. Profesor en
la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. //
Estudiante de doctorado en antropología visual, Universidad de Manchester.
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