Rodolfo Sánchez Garrafa, un viejo
poeta del Perú nacido en Apurímac, nos sorprende como las aguas de un mar
imprevisible con la humedad de sus frescos versos, la confidencia de la ola, el
susurro del agua, el beso sobre la arena, y la renovada promesa de las olas de
la poesía que nos despiertan de los adormilados días.
Poemas que testimonian, de una
forma, un viaje por la vida del hombre del Ande, por su interior, donde lo
religioso-espiritual y lo lírico-individual, se abastecen entre sí, y donde la
experiencia de los años ganados brinda su sabiduría.
El ímpetu, la savia de la vida, la
sensualidad, ese sueño de infinito que tiene el ser humano, de alumbrar en la
noche y en el otoño, entre las sombras del bosque, a la luz del crepúsculo,
animan estos versos como expresión de vitalidad.
Qué más aliento nos podría
brindar la poesía si no es la vida, la vida misma, con sus emociones, su sed de
cada día, la mano que reclama el pan, el corazón que alimenta un sueño nuevo.
La poesía debe conmover y la poesía de Rodolfo conmueve.
Lo alimenta su infancia, el mundo
natural, como un rumor que no lo ha dejado ni un solo día, una libélula, una
abeja, un río, dando vueltas ahí, en el alma. Pero también los otros, los
intimistas, como ese gran poema que es Nos Feratu, cada noche me desprendo, una
emoción que se queda. En fin, varios que los tenemos para recordar, que nos
saltan en cualquier momento. En este libro están todas las esperanzas de amor
que tiene un poeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario