domingo, 17 de julio de 2011

Moisés Tello Palomino: Un pensador postmoderno

Escrito por Rodolfo Sánchez Garrafa

El profesor Moisés Tello Palomino se graduó en 1965 como Doctor en Letras, especialidad de Filosofía con la tesis titulada “Lenguaje formalizado (Contribución a la lógica simbólica)”. Esta tesis marca en definitiva su opción intelectual y constituye un derrotero de su desarrollo profesional de ahí en adelante.

El gallo de Esculapio
En una nota anterior referí que don Moisés Tello había laborado en el Colegio Nacional de Ciencias del Cuzco en los años sesenta, y que fue mi profesor en la secundaria, primero de economía política y luego de filosofía. La imagen que guardo de él es la de una persona disciplinada y puntual. Acostumbrado como había estado yo a recibir enseñanza traducida en conocimientos concretos, no dejó de impresionarme el enfoque reflexivo que el profesor Tello se esforzaba por imprimir a sus materias; ahora que lo pienso, me parece muy clara la forma en que estimulaba la capacidad de razonar entre sus alumnos, mediante interesantes inferencias lógicas y la práctica permanente del cuestionamiento.

Obtenido su doctorado Moisés Tello pasó a ser catedrático de materias filosóficas en la Universidad San Antonio Abad del Cuzco, donde se jubilaría años más tarde como profesor principal a dedicación exclusiva. En el curso de estos años escribió un número importante de artículos en el campo de su especialidad, tales como: Las ideas generales (1966), Panorama de los estudios filosóficos en el Perú (1970), Hipocresía del filósofo (1971), Estirpe iluminista en la emancipación americana (1972), Acerca del tiempo (1976), Miseria de la dialéctica (1984); y, varios libros, entre ellos Estudio del espíritu (1989), Obscenidad (1995), Biografía de la risa (1997), La metáfora está de más (2001), Estética (2003), pero, sin lugar a dudas, su libro descollante es Antifilosofía (1993) el mismo que motiva centralmente este comentario.

No puede dejar de llamar la atención que Moisés Tello, dedicado durante toda una vida a la enseñanza de la filosofía, terminase escribiendo un texto tan radical y, a primera vista, desertor, como es su Antifilosofía, porque pareció revelar en este texto una gran contradicción personal y quizás una problematización existencial.

Aunque, a mi modo de ver, su Antifilosofía constituye más una denuncia de vacuidad e inutilidad de la filosofía, basada en convencimientos personales y fragmentarios respecto al significado, contenido, resultados, utilidad y alcances de la llamada “Madre de las ciencias”, antes que en una reflexión profunda sobre la materia, es cierto que muchos de sus argumentos tienen asidero en hechos innegables. Después de todo, premisas verdaderas no siempre conducen a conclusiones enteramente ciertas.

En un medio intelectual como el cuzqueño de los años noventa, un pronunciamiento como el de Moisés Tello resultaba desusado y sin paralelos que pudiesen servir de contraste. Curiosamente, contra lo que él esperaba, no se alzaron voces que lo retaran a polemizar o se ocupasen en desbaratar su cataclísmica tesis. Hubo más bien un silencio e indiferencia que seguramente no dejo de causarle desazón. Cierto que su libro no dejó de motivar habladurías y las maledicencias burlonas de aquellos que pudieron sentirse afectados en la cotidianidad aldeana del entorno cuzqueño.

Constructos fantasmas
Para Moisés Tello, la filosofía nunca debió ser considerada como un quehacer profesional y menos como una tarea separada de la ciencia. La filosofía unilateral y especulativa no debió tener lugar, por lo estéril que resultó en el correr de los tiempos. Tello acusa a los filósofos de presentar un vaho enloquecedor de voluptuosidad intelectual, que se adorna con elocuencia deliciosamente mentirosa. No encuentra en la filosofía otra cosa que logomaquia, pleonasmos y tautologías. Las categorías y más aún las entidades filosóficas -digamos constructos- son para él meros fantasmas que tropiezan con la realidad. Por analogía se propone también arrasar con otras profesiones a las que atribuye igual comportamiento, esto es, la historia, la antropología y la psicología.

Su libro es un repaso de somera crítica que se atiene a la historia básica de la filosofía, con abundantes citas a los pensadores más esclarecidos. Moisés Tello va a ser recordado, por quienes lo conocieron, como un hombre de prodigiosa memoria, pues tenía siempre a la mano una frase o pensamiento célebre, particularmente de filósofos de todos los tiempos.  Le gustaba documentarse lo más fidedignamente posible. En su Antifilosofía hay muchos párrafos textuales de sus propios maestros, de cuyas exposiciones él había tomado prolijas versiones taquigráficas, gracias a una habilidad adquirida en otros tiempos con fines de supervivencia y a la que encontró una utilidad concreta para su quehacer intelectual. Ello significa, por supuesto, que apreciaba lo que recibía como enseñanza y que valoraba el conocimiento, al punto de atesorarlo. Claro que la relectura de sus notas sería, finalmente, un material más sometido a drástica crítica que un tesoro con valor intrínseco.

Sin así pensarlo, Moisés Tello escribió –a su modo– una interesante introducción a la filosofía. Quien lea su libro hará un recorrido cuestionador, partiendo de los clásicos griegos y, concluyendo, prácticamente, en el existencialismo, corriente a la que Tello considera como un síntoma de la descomposición de una clase social envejecida y refugiada en su propia conciencia.

Moisés Tello, leyó, sin duda, la producción de los grandes filósofos modernos, dígase Kant, Hegel, Marx, Sartre, Heidegger, Kierkegaard, Russell, entre muchos otros, pero no llegó a encontrarse con  Lyotard, Vattimo,  Deleuze, Baudrillard, Lacan, Foucault, Derrida, u otros de los contemporáneos, situados sea en una actitud filosófica postmoderna o en una de crítica a la misma. Esa su falta de actualización es un vacío que requeriría explicación. No obstante, y allí está lo intrigante del caso, Moisés Tello llega –por sus propios medios y posibilidades– a convencimientos nítidamente postmodernos. El acomodo de la filosofía a todas las circunstancias y necesidades, su falta de unicidad, sus contradicciones por desencuentro de racionalidades, sus metadiscursos lindantes en la fantasía, sus perversiones y pérdida de valores, llevaron a que Tello sucumbiese ante el desengaño y renegase de aquello que consideró pura logomaquia y falsa erudición, agregándose a ello su desprecio a la pedantería provinciana, cuya vacuidad le sirvió como un argumento que generalizó con cierta precipitación. Moisés Tello no le perdonó nada a la filosofía y, seguramente, se sintió liberado cuando pudo expresar públicamente aquello que no terminaba de digerir. Tuvo la fuerza necesaria para denunciar que en la mansión de la filosofía sólo habitan la hipocresía y el perogrullo, con veinticinco siglos de existencia solapada. No está clara, sin embargo, su propuesta con miras al futuro, aunque aquí y allá sugiere la búsqueda de nuevos horizontes, sin planes ni programas, sin lucha entre materialistas e idealistas, sin inclinación a la obediencia ni a la ritualidad, esperando, en suma, que la crisis actual sea superada por la fuerza del espíritu y la apertura mental.

Hay grandes coincidencias, muchas coincidencias, entre los términos de la denuncia de Tello y los planteamientos filosóficos postmodernos. El descrédito y la negación de la filosofía, la crisis de los relatos, las promesas incumplidas, el diagnóstico de agotamiento de la modernidad, el reconocimiento de los límites del saber, nos hacen ver en Tello a un pensador postmoderno. Es claro que hay particularidades en su visión del mundo, del acontecer y la existencia.

Convencido de lo interesante que tenía la postura iconoclasta de Moisés Tello Palomino, hace unos tres o cuatro años, me había propuesto yo examinar con alguna profundidad su producción intelectual. Diré que la lectura de su Antifilosofía nunca me conmovió realmente, ni me puso en trance de duda crucial respecto a la razón de ser de la disciplina que practico, pero sí debo reconocer que admiré su entereza, cuando no su osadía, un tanto tardía es cierto. Los aspectos centrales de su planteamiento me parecieron dignos de mover a reflexión y, sobre todo, me resultaba inquietante determinar el proceso de cristalización de ese su desencanto intelectual, que siempre me pareció muy contemporáneo. Quise entonces escribir algo sobre esto, una aproximación antropológica a sus ideas. Con este propósito logré comunicarme con él telefónicamente, ya que para entonces había dejado el Cuzco y residía en la ciudad de Arequipa. Si bien Moisés se mostró de acuerdo y ofreció colaborar conmigo, prometiendo poner a mi alcance aquellos de sus escritos que yo no había tenido oportunidad de conocer, al final de cuentas se abstuvo de hacerlo. Es natural que hasta  hace poco haya yo pensado que mi idea había incomodado a mi maestro o que él tenía algún reparo respecto a lo que pudiese ser mi real intención. Yo le había dicho que deseaba hacer un análisis antropológico contextualizado y equilibrado de su pensamiento y que no me movía el ánimo de una confrontación reactiva en defensa de la antropología ni de las otras ciencias por él cuestionadas, necesaria aclaración dada mi formación profesional.

El vino de vid-a
Fue recién en enero del 2009 y merced a mi colega y amigo Juan Tuero Villa (quien también fuera profesor de la UNSAAC) que pude enterarme de lo que puede haber constituido una simpatía profunda de Moisés Tello hacia mi persona. Un correo de Tuero decía textualmente: “Apenas retorné a nuestro Cuzco, me encontré con la ingrata noticia: la muerte de nuestro gran amigo Moisés Tello, que había ocurrido hace ya ocho días. Me olvidé de transmitirte un hecho emotivo, que en una ocasión –almuerzo aniversario de la Asociación de Docentes Cesantes y Jubilados de la UNSAAC– nos sentamos frente a frente, conversamos muchas cosas y, por propio sentimiento personal, Moisés me dijo: ¡Salud por Rodolfo Sánchez! Entonces, chocamos nuestros vasos de vino y tomamos hasta la última gota”. Quizá en el fondo la idea de que yo escribiese sobre él no le había desagradado. Mientras hay vida, hay esperanza –sentencia el dicho popular- en ese sentido, es posible que tenga todavía la oportunidad de volver la mirada por los caminos recorridos por don Moisés Tello Palomino.

Nota: Antifilosofía. Imprenta Yáñez, Cuzco 1993. Segunda edición: Imprenta Yáñez, Cuzco 1994.

4 comentarios:

  1. Un libro muy interesante que no puede terminar de leer y queda en deuda intelectual hacerlo ....

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    1. En efecto, hay que concluir su lectura para comprender la postura filosófica del ilustre maestro Moisés Tello Palomino.

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  2. Un libro muy interesante que no puede terminar de leer y queda en deuda intelectual hacerlo ....

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