sábado, 22 de octubre de 2011

Cholas en la lucha: Fusiles contra Warakas

Escrito por Rodolfo Sánchez Garrafa

1.  Un libro muy oportuno

El más reciente libro de José Luis Ayala sobre la huelga antiminera de los aymaras del Perú es un texto por demás oportuno. Se escribe y se publica en el momento preciso. En términos del tiempo de mediana y larga duración, este libro será visto en el futuro casi como un testimonio en tiempo real.

Hay razones sustantivas que abonan a favor de esta apreciación. De pronto el Perú entero se ha dado de cara con protagonistas del acontecer histórico hasta ahora ignorados o mirados con displicencia. Como partícipe del examen hecho por Ayala, he convenido con el análisis que pone de relieve la aparición inesperada del pueblo aymara como sujeto político. Hasta hoy el término aymara vino siendo cosa de evangelizadores, etnógrafos y otros científicos sociales. De pronto la sociedad nacional se ha preguntado ¿Quienes son estos aymaras? y felizmente la respuesta no ha tenido que provenir de los servicios de inteligencia, que suelen hablar de subversivos, violentistas, secesionistas, rojos, izquierdistas, radicales, podríamos seguir engrosando esta lista. En este sentido, el libro de Ayala es oportuno porque ensaya una respuesta racional y necesaria desde el propio mundo andino. La nación aymara es inmemorial. Los aymaras han resistido a un régimen colonial inhumano premunidos de un temperamento libertario. Los aymaras han buscado por décadas el diálogo que les permita alcanzar la justicia. Las luchas aymaras han ido de la palabra al reclamo, de la paciencia a la lucha frontal. Hoy los aymaras están también situados en la “ciudad letrada” y son competentes en el manejo de todos los conocimientos humanos.

Hay, finalmente, una razón más de oportunidad, esta vez de orden procesal. Es necesario traducir los hechos, los acontecimientos, en masa crítica y ello se logra por la vía del aprendizaje reflexivo. En este sentido “¡Mata a esa chola de la waraka!” es una aproximación evaluativa y propositiva que tiene a la vista la descolonización del poder y la formulación de objetivos nacionales. ¡Cuanta razón tiene el lingüista al distinguir lo oportuno de lo oportunista.


2.  Los aymaras llegaron ya

Estamos notificados que los aymaras, quienes desde hace décadas irrumpieron con su exitosa incursión económica en la vida urbana, están hoy con todo derecho decididos a conseguir el espacio político que les corresponde. Los aymaras llegaron ya, y no lo han hecho bailando el chachachá sino al fragor de una huelga indefinida, en olor a epopeya, sellando su reencuentro con los fundamentos de su identidad. El paso de los días no debe hacernos mirar los hechos con triunfalismo. Puno ha vivido un terremoto en su historia y los aymaras han vivido días de sufrimiento; sin embargo, no puede negarse que han dado un gran paso en la construcción de su historia reciente.


Ha concluido un episodio y al cierre del mismo se ha dicho: “Aymaras apuestan ahora por la consulta popular en lugar de minería cero”. De hecho, el “perro del hortelano” no es irracional, es más, nunca lo ha sido. A la racionalidad de la cultura aymara se suma ahora la habilidad y el manejo intercultural de sus dirigentes y su vanguardia intelectual. Los aymaras de hoy consideran que el intelectual con identidad no tiene que dejar de ser aymara, sino que compartirá al lado de sus paisanos las vicisitudes de la cotidianeidad y el compromiso con la transformación social de su nación. Como dice Walter Paz Quispe, ser aymara es un modo de vida feliz, un punto de explosión humana llena de milenaria grandeza espiritual (Ayala 2011: 230).

3.  Contra la agresión a la Madre Tierra

En memoria de los ancestros y teniendo a la vista el compromiso de todos los peruanos con las futuras generaciones para la supervivencia de nuestros pueblos, naciones y comunidades, la huelga antiminera de los aymaras del Perú ha ratificado una milenaria lucha y compromiso por defender el vigor de la Pachamama o Madre Tierra del mundo que habitamos.

No se trata de una irracional oposición a la actividad minera, sino una exigencia a que tal industria extractiva se desenvuelva con el mínimo de respeto aceptable al sostenimiento del ambiente. No es posible permanecer impertérritos mientras insustituibles colchones acuíferos son destruidos. No es posible conciliar el sueño, mientras manantiales y lagunas son desecadas para siempre. No es posible seguir llamándonos humanos mientras el rostro de la tierra es desfigurado sin clemencia y su corazón mismo acuchillado. Cierto que nuestro país necesita los recursos que provee la explotación minera, pero es cierto también que la normatividad tiene que prever los casos en que es absolutamente improcedente otorgar concesiones mineras. Es lógico que tengan que existir áreas intangibles o de ineludible protección.


La Madre Tierra vive y lo hace también en cada mujer valerosa de los Andes. «Una mujer empezó a blandir una waraka para enviar una piedra a larga distancia. En eso se escuchó la orden de un oficial de la policía que dijo: “¡A esa chola de la waraka, mata a esa chola! ¡Mátala carajo! ¡Mata a esa chola de mierda”, la mujer cayó aparatosamente al suelo con un balazo mortal en la cabeza» (Ayala 2011: 81). La chola de la waraka se llamaba Petronila Coa Huanta. Como bien ha dicho J. L. Ayala, en el futuro esta mujer será reconocida con la categoría de heroína de las luchas sociales peruanas.

Nos ha tocado vivir un tiempo en que los héroes y heroínas míticas se hacen de carne y hueso. En un pasado remoto una mujer kuraka inka llamada Chañan Qurikuka luchó a la cabeza de su gente en el barrio de Chococachona y consiguió la retirada de los chankas; como ella, la heroína de hoy tiene que ver con las manifestaciones de un nuevo tiempo histórico y quizá con el diseño de nuevos términos de trato con los poderes transnacionales.

4.  Una mirada a la violencia política y cultural actual en los Andes

Hasta hoy el discurso nacional es únicamente una construcción oficial, es decir, asumida por los grupos hegemónicos que detentan el poder del Estado. Los sucesos recientes, de avasalladora presencia protagónica de los pueblos originarios muestran que la formación nacional ya no es imaginada solamente desde la perspectiva oficial o desde sus epígonos sociales.


Hay un nuevo proyecto alternativo, un proyecto plurinacional que va más allá de aquella idea que anhelaba una nación mestiza. La intercultura no pasa necesariamente por el mestizaje que es más bien una noción biológica o si se quiere genética, pero en términos culturales las relaciones son efectivamente como mil flores, y todas ellas tienen el derecho de abrir sus corolas para saludar al Sol.

La fuerte discriminación social y cultural que ha existido y subsiste en el Perú, conlleva segregación y menosprecio. Nuestra sociedad estamental distingue a sectores ubicados en polos opuestos: criollos frente a cholos, mestizos frente a indios. La conminatoria frase: “¡Mata a esa chola de la waraka!” evidencia una obsesión y un estereotipo discriminador que ya no se condice con la realidad, que es históricamente anacrónico. Quien espeta el despropósito es seguramente un cholo camuflado o “mistificado” bajo un aparato cultural o un uniforme. Del otro lado, está la victima que puede corresponderse con el imaginario tradicional del cholo o la chola estigmatizada, pero que ahora se manifiesta en la práctica con posibilidades de apropiación de una identidad étnica propia: Nosotros no somos indios, tampoco somos cholos, nosotros somos aymaras.

Referencia:
José Luis Ayala Olazábal (2011): “¡Mata a esa chola de la waraqa! Huelga antiminera de los aymaras del Perú” Arteidea, Lima. 410 pp.

L. (Casa de Mariátegui) 19.10.2011.

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