Rodolfo Sánchez Garrafa
Cada día es una perla que
se añade
al collar de las
experiencias que nos acompañan
de por vida.
En tardes de tristeza es
inevitable
contar aquellas esferas entre
las que se cuelgan
tus miradas
tus sonrisas
y el arrebato de tus
afectos
de mujer.
Son perlas preciadas como muchas
que conservo
en un cofre vacío para
otros ojos.
Perlas que serán para
Caronte
el que lo ha visto todo
por cuyas manos han pasado
incontables monedas
acuñadas por la historia
El barquero advertirá sin
duda el tono sutil
que el tiempo le dió a este
nácar aglomerado
sobre un núcleo de amorosas
entregas.
Si nada pasa a la requisa más
allá del estrecho
que lleva a otros reinos
¿Cómo conservar una esfera
de sol
una perla única que en el
alma llevo incrustada
por lágrimas que dejaste
correr
el día que supimos sería el
último
de nuestro andar
compartido?
Atesoro esa perla no por
ser perla
ni porque se crió en mi entraña
de ostra
reticente
y salvaje
sino porque conserva la
euforia de tus ojos
tu ternura de antojos
singulares
Tu forma de amar tan
querida que solo pudo irse
como pétalo de cerezo arrancado
por un séptimo rayo
en el centro mismo
de la memoria.
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