Rodolfo Sánchez Garrafa
La
Gerencia de Turismo, Educación, Cultura y Deporte del Gobierno Municipal Del
Cusco, ha auspiciado la publicación de una nueva edición de la obra cumbre de
nuestro Cronista el Inca Garcilaso de la Vega. El propósito de este esfuerzo es
proporcionar un volumen especialmente concebido para lectores jóvenes que están
entrando en el mundo de la lectura; siendo así, lo entiendo como una adaptación
o adecuación con propósitos muy definidos, considerando la poca propensión
actual hacia la lectura, el influjo del internet y la televisión, la
globalización y muchos otros factores externos, que conspiran contra una
formación sólida en el conocimiento de nuestra propia historia y, por tanto, afectan
una de las bases de nuestra identidad cultural, asunto sustantivo para
proyectarnos como nación.
Básicamente, lo que se ha hecho es aligerar el
extenso texto de los Comentarios Reales
de los Incas, prescindiendo de muchos capítulos que podría considerarse
menos medulares a los efectos ya señalados y que bien podrían ser leídos por
quienes deseen profundizar en el conocimiento ya adquirido. Debe entenderse
que, por donde se lo mire, no es un resumen de la obra original, y en buena
hora que no lo sea, por lo duro y por la alta responsabilidad que ello habría
entrañado. Una mirada rápida del volumen, ahora muy manejable, permite que
pueda reafirmarme en mi primera impresión respecto a la bondad de estos nueve
libros ahora en uno con 390 pp., una versión compacta y por lo tanto útil, sin
llegar a ser necesariamente un hand book
o libro de bolsillo.
Hasta aquí todo bien. Ahora, entrando a la
orientación que resulta teniendo la edición, me veo precisado a formular
algunas atingencias. Una cuestionable visión editorial ha llevado a incluir un
texto del Premio Nobel Mario Vargas Llosa para abrir la edición. No está en
cuestión la calidad de escritor, ni los sobrados méritos literarios que tiene,
los cuales no dejan de enorgullecer a cualquier peruano, pero nadie,
medianamente enterado, puede desconocer que la visión de Vargas Llosa respecto
a la significación y rol de la historia antigua del Perú para la construcción
de una sociedad futura, es diametralmente opuesta a la vigencia del pensamiento
andino y, en general, a su herencia cultural. Es sabido que, para él, cualquier
alegato de resistencia o de validez de ancestrales valores no es otra cosa que
un complejo arcaico y utópico. Si bien, Garcilaso y Vargas Llosa nacieron en
territorio andino y se establecieron en España, las motivaciones y propósitos
últimos de sus quehaceres intelectuales son distantes y ponerlos juntos, sobre
todo si el propósito es la revaloración y conservación de una memoria
colectiva, resulta como mezclar agua y aceite. Es, no me cabe duda, un
desacierto, en cuanto esta publicación de los Comentarios Reales de los Incas no debe ser mostrada como un esfuerzo
de divulgación literaria sino histórica o etnohistórica y de afirmación de una
identidad a la que tenemos derecho.
Las acusaciones de que
Garcilaso ignoró todas las culturas y civilizaciones anteriores o
contemporáneas a los Incas, llamándolas
primitivas y salvajes, para resaltar más los logros del Incario, no hace
otra cosa que demostrar la carencia de información etnohistórica, del sentido
simbólico de los registros tradicionales, en particular del mito, en fin una
desactualización en el conocimiento del examen actual del mundo andino. Otra
falsa perla en Vargas Llosa es la asunción de la tesis, para la cual la visión
«arquetípica y perfecta» con que el Inca Garcilaso describió el Tahuantinsuyo
deriva de la influencia platónica. Paso a paso se descubre actualmente, cómo
los extremos garcilasianos encuentran fundamento en registros anteriores a los
incas y nada tienen que ver con un platonismo ni con una tradición mercurial,
tal como todavía se repite por lamentable ignorancia. “Nadie trate de valerse
de las bellas páginas que escribió el Inca Garcilaso de la Vega para acarrear
agua al molino del nacionalismo” -dice
Vargas Llosa- en un muy desafortunado señalamiento. Todos los pueblos, en
todas las latitudes y en todos los tiempos han construido y siguen construyendo
sus identidades colectivas. El nacionalismo es un fenómeno circunstancial, las
identidades trascienden a cualquier forma de manifestación de organización
política.
En fin, ya para terminar este comentario que
se extiende más allá de mi intención original, me parece oportuno recordar que el
historiador cuzqueño Julián Santisteban Ochoa, refiriéndose a Roberto Levillier,
señaló en su momento que la crítica parcializada a Garcilaso, atenta con
terrible puñalada contra el corazón del Perú y reviste la herida con retoques
de estudiada técnica histórica, literaria diría yo para este caso.
Hecha esta advertencia, será bueno que el
lector contraste el texto introductorio aludido con los contenidos en el
apéndice del libro, así podrá formarse un juicio inicial más equilibrado. Nunca
estará demás inculcar en las nuevas generaciones el amor por lo propio y el
orgullo de ser quienes somos. Esta debiera ser la razón última para recibir con
expectativa toda iniciativa de difusión de una obra tan fundamental para el
Cuzco y el Perú, como los Comentarios
Reales de los Incas de nuestro ilustre cronista Garcilaso de la Vega.
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