“Atributos del Señor de las Huestes”
Escrito por Rodolfo Sánchez Garrafa
Inauguración: Miércoles 21 de diciembre, 10:00 pm.
Del 22 de diciembre 2011 al 21 de febrero de (De 11:00 am. a 5:30 pm)
Lugar: Restaurante -Hotel -Galería “Fallen Angel”. Plaza Nazarenas 221-CUZCO.
Contacto: Carlos Bardales. Cel: 984 722666.
Email: bardalesc@yahoo.com
Hoy que el mundo parece derivar hacia el caos, echamos de menos los significados perdidos u olvidados. Ni la conciencia científica del siglo XXI, ni la evasión voluntaria de millones de habitantes de un planeta empequeñecido, se muestran eficaces a la hora de confrontar la desintegración y el malestar general de las culturas. Por ello, hay que valorar el testimonio de Carlos Bardales, como una preocupación por el significado del significado y como una reconstrucción maestra de la conciencia holística arrebatada o perdida.
La presencia de la luz y del orden, en el imaginario del artista, indican que el proceso de transformación generatriz se halla en un estado avanzado de estructuración. En ese estado primordial avanzado, ya se ha gestado el embrión de oro –a cuya imagen y semejanza micro e infinitesimal se gesta el ser humano–, un embrión, Wayna P’unchaw o “Niño Manuelito” que prefigura al ser de poder pleno en su imponente presencia, tanto que gobierna desde la matriz energética los mundos creados, desbordando cualquier límite con infinita sabiduría. Se hace así evidente un universo coherente, integrado a partir de un centro que controla redes interconectadas por una especie de supremo cordón umbilical.
En su desnudez, el embrión dorado expresa una manifestación natural superlativa. El poder del intelecto divino no mengua del centro a la periferia, antes bien se acrecienta, porque se trata de un Sol de soles cuya fisión detona armónicamente, matemáticamente, liberando su inagotable flujo. El agua celeste mana de los ojos del niño divino, fuente de vida, de animación, de kamay eternamente renovado.
El hierofante mediador se sitúa también en un centro circunstancial que le sirve de palestra, sus alas florecientes lo elevan a las más altas esferas, como ángel encubierto. En un contexto de penumbra insondable, custodia la pócima de la iluminación y la ubicuidad, con inescrutable gesto ante los vientos cósmicos. Aquí es un frater encapuchado, en otro momento será el mago o guerrero, el altomisayoq, paqo o el yatiri de los Andes.
¡Mikael! ¡Qué gran héroe cósmico! Es con seguridad el más grande guerrero y mediador de todos los tiempos, digno rival del retardor, de su par eterno. Este arcángel de Bardales se muestra desplegando su poder con maestría, luce dominante y armado de una lanza, illapa o rayo irresistible, una lanza que petrifica y despetrifica, que domina el silencio o el fragor absolutos. Mikael salido de la paleta del iniciado luce magnífico a los ojos del hombre y es perfecto a los ojos de Dios. Tiene Mikael el control de la fuerza inteligente porque actúa según el diseño que le ha sido revelado.
El guerrero santo, blande a su tiempo y con grandiosa serenidad una espada flamígera y trina con la que vence a las fuerzas oscuras conforme a la tradición occidental. En los Andes habría que imaginar huestes de ángeles de la noche y otras de ángeles del día que se mueven interpenetrando alternativamente en los espacios opuestos. El principio fundamental compartido, en este caso, es la dualidad, la interacción de los contrarios en un tiempo cíclico.
El Mikael de la Paz, expresa la intencionalidad de no sólo pensar el cosmos con categorías andinas sino de reconstruir la visión del tiempo primordial apelando a las representaciones concretas de los pueblos originarios, a sus hiwayas (piedras del rayo o de la serpiente), warak’as (hondas) y retablos. Nuestro artista va lejos, se pertrecha de toda suerte de elementos andinos, con carácter de significantes auténticos, que agregan sacralidad a las re-presentaciones que salen de sus manos, de su mente y de su corazón o sonqo, tenido como repositorio de la memoria. El arcángel danzante del altiplano sur peruano y boliviano, actuando junto a diablos y diablesas hace patente el esfuerzo de generar orden en contextos de interculturalidad.
Otro tema fascinante es el que motiva el cuadro llamado “Aurora” y que bien podríamos designar como “Alba Áurea”, destinado a describir el secreto alquímico de la divina transformación con Hermes o Mercurio como agente u oficiante epónimo, portando sendos caduceos en ambas manos. Otra vez los amarus o sierpes míticas empatan las tradiciones universales en un argumento supercultural, mostrándonos una sabiduría arquetípica, planetaria y zodiacal, de la que no fueron ajenos nuestros ancestros, aquellos que emergieron en las paqarinas del mundo andino.
En suma, un universo fascinante que sobrecoge, respondiendo y repreguntando a la vez sobre la manera en que desde el Cuzco, centro terrestre del mundo, pueden irradiar fuerzas capaces de ayudarnos a sortear con éxito la gran crisis de estos tiempos en que los extremos se vuelven a tocar.