Rodolfo Sánchez
Garrafa
José
Tamayo Herrera, el historiador cuzqueño, tiene en su haber dos importantes
libros sobre historia del indigenismo en el sur andino peruano. El primero, Historia del indigenismo cuzqueño. Siglos
XVI-XX (1980), seguido un par de años después por su Historia Social e indigenismo en el altiplano (1982). Ambos
trabajos fortalecieron, en su momento y quizá en definitiva, su perspectiva de
trabajo, orientada a visibilizar la historia regional, particularmente cuzqueña pero también
del sur andino en general. Para el maestro L. E. Valcárcel, lo que hizo Tamayo
es salvar del olvido a quienes contribuyeron con su ejemplo y con su obra a la
admiración de y por lo indígena. Para Emilio Romero, por su parte, era destacable
el estudio a fondo que, a su juicio, había hecho Tamayo sobre la evolución
histórica social e intelectual del Altiplano, marcando alguna divergencia ciertamente
poco polémica respecto a lo que ambos entendían por indigenismo.
El propio historiador Tamayo, preocupado por esclarecer el enfoque
teórico asumido en sus referidas obras, ha destacado puntualmente su esfuerzo
por incorporar la historia de las mentalidades de la llamada Escuela de Annales.
Pese a que hay aspectos de su perspectiva que han quedado sin ser dilucidados a
cabalidad, los cuales limitan el aprovechamiento sustantivo de sus
contribuciones, que sin duda van más allá de un exhaustivo inventario de
acontecimientos, nombres y fechas, destinados a curar el mal del olvido, su
considerable esfuerzo merece un amplio reconocimiento.
Con los libros arriba mencionados y su Historia del Cuzco Republicano (1978), entre otras de sus muchas obras,
es suficiente para que José Tamayo Herrera se constituya en la figura intelectual
cuzqueña más descollante de su generación en el Siglo XX. Me llena de
satisfacción alcanzar a decirlo, ahora que este estudioso se halla aun en
condiciones de recibir y quizá apreciar estas palabras.
Este escrito es una cita concertada con quien ha hecho de la historia
del indigenismo el centro de una preocupación que no podemos menos que
compartir.
La historia regional en la larga
duración
Se le debe a José Tamayo el haber abierto trocha en cuanto al examen de
la historia cuzqueña sacudida de su localismo aldeano, para mostrar su dinámica
inserta en el proceso nacional, lo cual ha implicado a la vez la superación del
“limacentrismo” o “limeñocentrismo” (2010: 9).
Tamayo ha contribuido de manera significativa a la construcción de una
imagen histórica de la región cuzqueña contemporánea y de sus elementos
definitorios significativos, en el contexto nacional. Ha descrito y analizado los
procesos económicos, sociales y culturales de cambio y modernización suscitados
en la larga duración, concurrentes a la conformación política e identitaria regional
del siglo XIX en adelante. Logra elaborar una periodización propia de la
historia regional, fundada en las transformaciones ocurridas al paso del tiempo
en el espacio particular cuzqueño, lo que le lleva a indagar sobre los
mecanismos y redes de poder así como su desenvolvimiento sea circunstancial o
sostenido.
Destaca la visión que nos proporciona sobre procesos sociopolíticos y
culturales, la consiguiente identificación de formas del sistema de relaciones
instalado en la región desde una perspectiva temporal. A partir de estas
estructuras nos permite distinguir permanencias y cambios sobre los que se
entiende el presente y se hace posible avizorar un futuro posible. Al parecer, sin
embargo, faltó en su tratamiento una de las columnas angulares, ya reclamada
por la propia corriente francesa de los Annales, que concierne al hecho de que
las regiones más que individualidades históricas en movimiento, constituyen individualidades
geohistóricas en movimiento. Es que ya se ha advertido que los procesos del
desarrollo social se despliegan necesariamente sobre una base geográfica.
Nuestro intelectual obvió el tratamiento fino de esta base geográfica y la
refiere de manera incidental a lo largo de sus diferentes estudios. Es que lo
andino, deja de ser andino si no tomamos en cuenta los Andes y la consecuente
formación física y ecológica a que da lugar.
Por encima de cualquier limitación, el abordaje del indigenismo en José
Tamayo está insuflado y quizá dominado, precisamente, por una mirada de larga
duración, valioso atributo que se halla en su punto de arranque.
¿Escribió Tamayo “desde dentro” sus
historias del indigenismo?
José Tamayo Herrera, considera como su mayor mérito el haber escrito sus
libros “desde dentro” del propio indigenismo. Es importante discutir esta
afirmación porque la certidumbre o ilusión de la misma tiene consecuencias inevitables
con la percepción que se revela a la larga sobre la historia total del
indigenismo.
No se trata de cuestionar que Tamayo sea o no un andino, de hecho lo es,
como lo somos, en general, la mayor parte de los peruanos. Lo decisivo es
dilucidar si Tamayo es o no un indigenista, porque de serlo sería justo que
reclame el escribir “desde dentro”. Hay que ser rotundos, Tamayo no es un
indigenista, nunca lo fue. Es posible afirmar que en algún momento sintió
atracción y encanto por la temática, que por cierto no le era extraña, y que por
eso consiguió desarrollar una mirada comprensiva respecto a los pensadores
indigenistas, pero él indigenista no es. Hay que tenerlo como un estudioso del
indigenismo, uno de sus más destacados estudiosos. Tamayo no ha hecho
indigenismo ha hecho historia del pensamiento indigenista. Es un historiador
que ha cumplido con largueza la tarea que se impuso.
Entonces ¿A quiénes cabe llamar
indigenistas?
Haciendo
a un lado las abundantes generalizaciones y reduccionismos, nos quedamos con el
concepto de «Indigenismo» como relativo a un movimiento ideológico activo y
heterogéneo protagonizado por sectores que asumieron desde su propia
“exterioridad” la defensa y/o representación del “indio”; de un lado, mediante
la denuncia de los abusos y discriminación sufrida por las poblaciones
originarias de Iberoamérica y, de otro, a través de la promoción de reivindicaciones
y exigencias para su mejor estatuto ciudadano y condiciones de vida para sus
comunidades. Dicho esto, podemos incluir, sin problemas, dentro de este
movimiento ideológico a un conjunto variado de
expresiones políticas, antropológicas, literarias: narrativa, poesía, ensayo, de
artes plásticas: pintura, escultura, que desarrollaron una línea de pensamiento
surgido entre los años 1910-1950 y que se extendió hasta fines del siglo XX.
Esta noción se corresponde con lo que el propio Tamayo denomina indigenismo estrictu sensu (1980: 69) y que otros
historiadores convienen en llamar indigenismo contemporáneo, para distinguirlo
de sus antecedentes, que ciertamente los presenta, como cualquier otro proceso
histórico.
En Historia del indigenismo
cuzqueño, siglos XVI-XX, prevalece la perspectiva de un indigenismo latu sensu, que es comprensible e
incluso productivo por la mirada de larga duración que José Tamayo logra
imprimir a un examen que integra el llamado indigenismo colonial, la mentalidad
andina o pro andina del siglo XIX, y las semillas del indigenismo republicano.
Eso sí, parece una licencia abusiva considerar que “todo aquel que empatiza con
lo andino será un indigenista, aunque ni él mismo sea consciente de serlo” (1980:.72).
Permanencia y
autenticidad del indigenismo cuzqueño
Como bien lo expresó Jorge
Basadre, la toma de conciencia acerca del “indio” entre políticos, hombres de
ciencia, escritores y artistas puede ser considerado como el fenómeno más
importante en la cultura peruana del siglo XX. Tamayo, escribe sobre la obra de
los llamados indigenistas, no necesariamente sobre el ideario del indigenismo, lo
que le provocó preguntarse ¿Qué es el indigenismo cuzqueño? ¿Cuál su
permanencia y autenticidad? (1980: 24).
Si hay algo que no podría
serle regateado a Tamayo Herrera es su exaltación de lo cuzqueño, sentimiento
que lo ha llevado a no pocos, pero comprensibles, deslices, por ejemplo hacerse
eco de la afirmación atribuida a Valcárcel de que “el único auténtico
indigenismo es el cuzqueño”. En esta mirada, cualquier otro indigenismo sería
falso o impostado y, me parece, que nada está más lejos de la realidad.
Las razones que José Tamayo
esgrime para sostener la peculiaridad del indigenismo cuzqueño pueden resumirse
en: a) La sociedad regional cuzqueña, heredera de una vieja élite intelectual
prehispánica, generó desde el siglo XVI una creadora intelligentsia (1980: 37); b) El indigenismo en Cuzco fue una
respuesta necesaria y natural de algunos sectores de la burguesía urbana y de
la pequeña burguesía rural, cuyos intelectuales estuvieron en una situación de
proximidad interétnica frente a lo indígena omnipresente; (1980: 35-36); c) Los
terratenientes o gamonales cuzqueños desarrollaron una identidad mestiza que
sincretizó las culturas europea y andina, elaborando una visión idealizada de
aceptación y sobrevaloración de lo indígena (1980: 36-37); y d) La intelectualidad
mestiza letrada de la región poseía un agudo sentido histórico que le permitió
enriquecer su percepción de lo indígena y desarrollar una conciencia lúcida de
la grandeza del pasado perdido (1980: 39).
Aquí podemos estar de acuerdo
con las características a) y b), señaladas por Tamayo, pero no con las signadas
como c) y d), en cuanto que la visión de los indigenistas difícilmente podía
sobrevalorar lo indígena porque en realidad los indigenistas cuzqueños del 20
al 40 no llegaron a tener un conocimiento suficientemente desprendido de la
posición de clase esencialmente burguesa y/o aristócrata regional propia de sus
integrantes. Su discurso preñado de idealismo romántico y emotivo, encontró
sustento en vestigios básicamente materiales de la cultura andina, pero no
disponían por entonces de un aparato conceptual que les permitiese acceder en
profundidad a una valoración de la herencia inmaterial andina en torno a un
peculiar entendimiento del mundo; es decir, pecaron de empatía ingenua o de
otro tipo pero no de exageración. En muchos sentidos, se quedaron cortos.
Es dable pensar una
peculiaridad regional como lo hace José Tamayo, atendiendo no solo al carácter
multicultural del territorio andino, sino, además, a su estructura ecológica
diversificada, la alta concentración de comunidades campesinas de origen
quechua, la subsistencia del sistema de hacienda señorial hasta los años 70, el
significativo bilingüismo castellano-quechua de la población regional. Puede
convenirse en que esta peculiaridad tiene que haber incidido en materia de
oportunidad, contenidos e incluso sostenimiento de las manifestaciones indigenistas
en Cuzco; sin embargo, no es posible negar influencias decisivas tales como la
Revolución Mexicana que tuvo inicio el 20 de noviembre de 1910, y se aparejó
con un marco ideológico de cuestionamiento al positivismo suscitado desde
principios de siglo. Tampoco puede minimizarse la reflexión político social que
sobre el indio y lo indígena en el Perú plasmaron intelectuales nacionales como
Manuel Gonzales Prada, Dora Mayer, Hildebrando Castro, José Carlos Mariátegui y
Víctor Raúl Haya de la Torre, cuya influencia en los pensadores cuzqueños de la
época difícilmente podría ser negada. Consiguientemente, habría que concluir
puntualizando la necesidad de evitar razonamientos paralógicos y de no ceder a
sentimientos que por exacerbados llevan a perder perspectiva.
El indigenismo altiplánico según Tamayo
En
cuanto al indigenismo puneño, Tamayo hace un tratamiento de dos en uno, es
decir, reúne la historia social y la historia del indigenismo en un solo
volumen, advirtiéndose un esfuerzo más apurado que no impide una apreciable
labor de artesano, sin duda complementario al más logrado estudio sobre la
región de Cuzco, pero con una atención algo más pertinente a la realidad
geográfica. Aquí se insiste en el asunto de las “hondas raíces de una misma
mentalidad andina” (1982: 17) que remite más a la conjunción de lo inconsciente
y lo intencional, de lo estructural y lo coyuntural, de lo marginal y lo
general, que se supone podría revelar el contenido impersonal del pensamiento
de los hombres de una sociedad dada. Las limitaciones teóricas de esta opción,
van a llevar no pocas veces a que Tamayo acuda a la noción ideología (1982: 21,
40) y es en mérito a esta adecuación sobre la marcha que consigue centrar su
análisis en la hegemonía de la clase terrateniente, durante más de tres siglos,
y las sublevaciones indígenas por la tierra.
Acierta
una vez más nuestro historiador en su esfuerzo de periodización que permite distinguir
desde el auge minero, el ciclo lanero, la hegemonía comercial arequipeña, la
penetración imperialista, la modernización tecnológica de la ganadería y la
modernización compulsiva. Vendrán seguramente otros criterios de periodización,
pero aquí se halla el necesario punto de apoyo para la acumulación de la masa
crítica que toda ciencia requiere.
Hay
muchísimo que cosechar en los campos sembrados por José Tamayo Herrera. Me enorgullezco
de haber vivido lo necesario para conocerlo con alguna cercanía y le rindo mi homenaje.
Referencias
Tamayo
Herrera, José:
1982 Historia
Social e indigenismo en el altiplano. Ediciones Treintaitres, Lumen, Lima.
1980 Historia
del indigenismo cuzqueño. Siglos XVI-XX. INC, Lima.
1978 Historia del Cuzco Republicano. Edit. Industrial, Lima.
José Armando
Tamayo Herrera
(Cuzco, 5 de diciembre de 1936). Historiador, escritor y profesor universitario
peruano. Ha desarrollado la historia
regional, de las ideas y del arte, aplicando novedosos métodos de registro y análisis en el campo de la investigación histórica de su tiempo. Ha
sido dos veces director de la Biblioteca Nacional del Perú. Fue incorporado a
la Academia Nacional de la Historia en el 2010.