sábado, 28 de mayo de 2011

Construcción de identidad entre los jóvenes asháninka-ashéninka



El pueblo Asháninka-Ashéninka habita áreas de bosque tropical de los departamentos de Junín, Cerro de Pasco, Cuzco y Ucayali, y es el más numeroso de la Amazonía peruana. Domina las cuencas del Alto Ucayali, Pachitea, Bajo Apurímac, Perené, Palcazo, Ene, Tambo, Satipo, Pichis, Bajo Urubamba, y también está presente en los afluentes de esta red hidrográfica que se extiende por la selva central peruana, incluyendo la zona interfluvial conocida como el Gran Pajonal. Hacia el este, la presencia asháninka llega hasta territorio brasileño, por el río Sheshea, y, de allí sigue el cauce del río Yurúa hasta alcanzar las inmediaciones del poblado brasileño de Villa Taumaturgo.
En términos de organización social de este pueblo amazónico, prevalecen pequeños grupos residenciales, compuestos por unas cinco familias nucleares bajo la dirección de un jefe local Jebari o curaca, pero es frecuente la existencia de poblados asháninkas formados por una familia extensa o un grupo de hermanos. Sus asentamientos están constituidos en promedio por 170 habitantes, aunque existen comunidades con menos de 10 individuos mientras que otras superan largamente a las 600 personas, llegando unas pocas a superar la cifra de 1200 habitantes. Su población total es mayoritariamente joven, el 48% tiene menos de 15 años y apenas el 1% sobrepasa los 64 años de edad.
Muchos asháninkas/ashéninkas se han desplazado hacia áreas urbanas, la mayor parte presionados por el contexto de violencia extendido entre los años de 1980 a 1994. Las migraciones han propiciado la convivencia de diferentes pueblos dentro de un territorio, lo que ocurre, por ejemplo, con los asháninkas del Bajo Urubamba que comparten espacio con los matziguengas. En zonas donde la presión colonizadora es demasiado fuerte, muchas familias asháninka han optado por internarse en territorios de más difícil acceso para los colonos mestizos.
En años recientes se observa una tendencia a la conversión y rediseño de algunas comunidades ashaninkas más grandes en pequeñas «ciudades», buscando hacerse acreedores a bienes y servicios hasta ahora privativos de las localidades urbanas. La educación básica se ha extendido significativamente entre los asháninka/ashéninka, pero presenta problemas de calidad y de falta de pertinencia lingüística y cultural. La escuela y la radio, con audición de emisoras locales y otras de carácter nacional que tienen repetidoras, son los medios de articulación cultural predominantes con respecto a la sociedad nacional.
El impacto de la modernidad es ostensible. Los líderes incentivan la ejecución de proyectos económicos y sociales con auspicio de organizaciones étnicas y diversas fuentes de cooperación. A partir de la época de violencia se ha producido una apertura al liderazgo de las mujeres en el nivel comunal y, actualmente, existen organizaciones específicas que promueven esta participación.
Cada vez se incrementa más el número de jóvenes indígenas que nacen y crecen en un mundo diferente al de sus padres, especialmente en las familias que migran hacia los centros urbanos. Los jóvenes asháninka tienen acceso a la educación secundaria e incluso superior, su contacto con nuevas tecnologías de información y comunicación les abre el paso a experiencias nunca antes vividas por sus padres, hablamos de las computadoras y el internet. El contacto intercultural se ha multiplicado y complejizado en variedad e intensidad.
Al parecer esta población joven ya ha superado la etapa de incertidumbre frente a los mecanismos de inserción y adaptación a la vida urbana. Muchos de ellos se plantean la posibilidad de asumir algún liderazgo y se preparan para ello, donde antes primaba un escepticismo y una sujeción absoluta al designio de los mayores.
En este contexto, la generación joven del pueblo asháninka/ashéninka está obligada a elaborar términos de configuración contemporánea de su identidad cultural. La población joven está consciente de los prejuicios y de la discriminación étnica que subsisten en la sociedad nacional envolvente. Quienes han estudiado sus percepciones y actitudes, han podido comprobar su orgullo de ser lo que son y su anhelo de alcanzar una ciudadanía nacional real.
Empero, es un hecho que por encima de las impresiones externas se halla la necesidad de entender con profundidad el proceso de construcción de identidad entre los jóvenes amazónicos, considerando sus relaciones con el conjunto de actores sociales y políticos específicos con los que ellos interactúan en el presente, lo cual incluye las redes personales en las que participan y la dinámica de las mismas. No se puede desconocer que en la actualidad se mantiene, de algún modo, la preocupación por la supervivencia de los pueblos indígenas en el futuro. La educación escolarizada, la creciente urbanización de la población, el proceso de modernización y la globalización en que nos hallamos inmersos son vistos como factores que van a ocasionar inexorablemente la desaparición de las lenguas y de la tradición de los pueblos indígenas amazónicos. Aún así, entre los jóvenes amazónicos se insinúa una visión más optimista sobre el futuro de sus pueblos, que se manifiesta en sus iniciativas y prácticas concretas.
Bajo las condiciones descritas, adquiere importancia determinar las características del rol crucial que cumplen los jóvenes indígenas en el proceso de reconfiguración y adaptación de sus prácticas culturales, o en el abandono parcial o definitivo de éstas en el nuevo contexto de creciente urbanización e imperio del proceso de globalización. Caben varias posibilidades: que los jóvenes prosigan bajo la tutela de sus mayores o que se generen diferencias generacionales que impliquen un reposicionamiento frente a la tradición de los antepasados y una mirada diferente respecto al futuro, amén de otras alternativas intermedias.
Un nuevo enfoque del tema implicaría superar el discurso esencialista de la identidad étnica. Habría que determinar cómo contienden y se entremezclan puntos de vista etnicistas, multiétnicos y cosmopolitas. Queda por conocer, con alguna certeza, si los jóvenes consiguen o no articular creativamente las tradiciones heredadas de sus antepasados con la vida urbana moderna y construir su identidad como portadores de culturas amazónicas del siglo XXI.

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