Escrito por Danilo Sánchez Lihón
1. Carácter matinal
El Inti Raymi se celebraba el día 21 de junio de cada año, en el inicio del solsticio de invierno, cuando el sol se aleja en extremo de la tierra, teniendo esta fiesta un sentido de invocación.
La celebración del Inti Raymi se hace en todas las ciudades y comarcas a lo largo y ancho del Tahuantinsuyo, ocasión en que vienen al Cuzco los curacas y nobles de las panacas principales.
Nos revela esta festividad aspectos fundamentales de la cultura incaica. En primer lugar su carácter matinal, el que en ella se exalte lo que es luminoso, afirmativo y fecundo.
También el que en ella el arte se cultive de manera consumada.
Pero igual, la excelencia científica, donde la precisión astronómica está basaba en juiciosos, prolijos y múltiples sistemas de observación.
2. A la luz del Sol
Esto se grafica en los adoratorios, en los monumentos solares, en los sistemas de orificios aéreos que lucen los edificios públicos.
En ellos la ubicación de las estrellas es captada con total perfección.
Incluso, para las mediciones astrales contamos con vasijas de uso ceremonial en las cuales se deposita agua sobre una superficie cóncava.
Estos instrumentos tienen un sistema de señales en base a huecos y relieves que nos permiten registras evoluciones matemáticas de los cuerpos celestes.
Es en estas superficies en donde se ven reflejadas las estrellas del firmamento, sabiendo de ese modo su exacta ubicación solo al verlos posarse en un determinado punto del recipiente.
Nuestra cultura incaica es helíaca por ser su eje el sol.
Y entre nosotros es en el astro diurno que se representa el círculo de sabiduría de la vida. Y todas las actividades significativas las hacemos a la luz del sol.
3. Sumidos en profundo silencio
En la cultura andina honrar al sol hasta ahora tiene el sentido de glorificar la vida que bajo su poder germina, crece y madura.
A cuyo abrigo nacen, se crían y sustentan las especies. Y cuya luz esplendente es tomada como metáfora de conocimiento, virtud y sapiencia.
Las puertas de las casas se construyen en dirección de la salida del disco solar. Los terrenos se trabajaban bajo su radiante claridad.
El brillo del rostro y de los brazos, efecto del sudor, generado por el esfuerzo bajo la luz del sol, se destaca en las composiciones de conmemoración y de apoteosis, como son los hayllis.
En la noche anterior al Inti Raymi, en el Cuzco, nos reunimos en la Plaza de Aucaypata el Inca con su pueblo y esperamos descalzos la salida del sol.
Todos estamos sumidos en profundo silencio, con inmenso y recogido respeto y devoción, empezando por el Inca y sus parientes, con los brazos abiertos y en rendida oración.
4. Fuente de vida
Ahora, el gran sacerdote crea el Nuevo Fuego, del cual todos extraen una llama votiva.
Porque el sol es fuego. Y el fuego es energía que purifica seres y cosas.
El Inca permanece inclinado y reverente esperando la salida del sol, mientras todos entonamos el himno que dice:
Poderoso Sol
de la felicidad eterna,
cálida fuente
principio de vida.
Y así como esperamos aquí la salida del sol en la plaza, lo hacen en las calles, las colinas, los caminos, en las cumbres de los cerros y en las llanuras estupefactas.
Todas las familias estrechamente reunidas: varones y mujeres, ancianos y niños.
5. Cara al Sol
Cuando el sol aparece en el horizonte se oye primero el agudo silbar de los pututos y estremecen la plaza los sones de júbilo de las flautas, pincullos y zampoñas.
Luego revienta en el aire el zumbar acompasado de los huáncares.
Resuenan las tinyas con sus ritmos de fiesta y se alza un grito de júbilo que retumba en los aires.
Se eleva una wifala de las multitudes reunidas en uno y otro confín hacia la bóveda sideral, para hundirse después en el alma de la gente.
La música en particular y el arte en general, son manifestaciones primigenias, naturales y espontáneas en el mundo andino.
Mundo en el cual se ha alcanzado a plasmar una cultura de fiesta del alma, fiesta moral que enaltece el corazón, la mente y el espíritu de las personas.
Esta fiesta ritual se la une después al trabajo y a toda presencia de lo sagrado: al sol, a las nieves, a las lagunas y a los apus, que son las montañas.
Es fiesta de solidaridad, de reverenciar lo noble y venerable, lo que asegura, protege y afirma la vida.
De reconocer al padre y a la madre que el mundo tiene, cuales son: el sol y la tierra.
Y en todos nosotros reconocernos hijos y hermanos entrañables.
La cosmovisión de nuestros pobladores hizo que el mundo tuviera padre y madre.
Y, consecuentemente, respeto, adoración y principios de vida que acatar y que hacer cumplir.
Por eso, no hay pueblo del Perú, por pequeño que él sea, que no tenga su fiesta solidaria, fraterna y de unción.
7. Fiesta ante las flores
Fiesta, originariamente pura.
Y no hay pueblo por humilde que sea en el Perú que no tenga danzas y canciones para celebrar a sus divinidades.
El mundo andino es una cultura de fiesta, hecha de cánticos, melodías y voceríos de júbilo.
El Perú está hecho de bailes, danzas y mojigangas que irrumpen en las calles, colman los estadios y prenden el esplendor de las comparsas sobre el ocre y el verde de los paisajes.
Pero esta es fiesta del alma, fiesta sagrada, fiesta ritual ante los dioses y eternidades, ante las nieves eternas y las pacarinas.
Fiesta ante las níveas montañas tutelares.
Fiesta ante las flores que crecen a la vera de los caminos, cubriendo con su manto amarillo, azulado y violeta la redondez de las colinas.
8. Fiesta que duele
O bien, flores que penden colgadas, para darnos valor y templanza, hacia lo hondo de los abismos.
Es adoración al río con sus precipicios.
A los cursos de agua traslúcida y fluida que se cimbran sobre las peñas, sea al centro de su torrente, sea en sosiego al borde de sus orillas.
Fiesta ante las violentas cascadas y fiesta en la lluvia batida por los vientos desatados que ululan entre las peñas y los árboles.
Fiesta que muchas veces no es de alegría sino de llanto y de pena, conmovida y tierna.
Fiesta arrobada, cariñosa y cristalina.
Fiesta ante lo hermoso de la vida, fiesta que ennoblece y encumbra. Y fiesta que duele.
9. El ser del hombre transparente
No es aquella fiesta que se confunde con la jarana. No es la fiesta nefasta de las discotecas.
Ni es tampoco juerga o francachela. No es fiesta bajo el modelo y escarmiento del mundo occidental.
Sino fiesta en que se manifiesta el amor a la naturaleza, a la tierra, a los dones de la vida. Y al ser humano como ensueño y esencia.
Fiesta para sentirse hermanos. Fiesta donde podemos estar callados.
Fiesta de inocencia y ternura. Fiesta no de pareja que se divierte y seduce, sino heroica; que hace posible lo imposible como es alzar andenes en los abismos.
Fiesta ante el arco iris, donde se ama la verdad, lo bello y amoroso.
Donde el alma simple se confiesa y el ser del hombre se vuelve transparente.
10. Cuatro fiestas ceremoniales
Fiesta ante la flor del pisonay, del amancaes y del cactus. Donde se adquiere generosidad, compasión y coraje frente a las adversidades.
Por ese canto, por ese rito y esa celebración, ante lo abrupto e inclemente, ¡nuestra cultura se hizo cristalina!
Sin embargo, en tiempo de los incas, además del Inti Raymi que hasta ahora subsiste existían cuatro fiestas ceremoniales de la mayor relevancia: el Cápac Raymi, el Sitwa, el Aymoray.
Pero es el Inti Raymi fiesta grande encabezada por el Inca, con la cual se festeja el inicio del año agrícola como también el origen mítico de la cultura incaica.
Se lo festejó siempre acompañados de sacerdotes, músicos y comparsas.
Y en procesión, ingresando por cada una de las esquinas de la plaza de Aucaypata, hoy Plaza de Armas de la ciudad imperial.
11. Compartir nuestro destino
La fiesta ha tenido siempre un sentido de integración, de unidad y reforzamiento de vínculos con los pueblos.
En realidad es fiesta de peregrinación, y cuando lo es así es de hermandad y de ayuda mutua en el camino.
Es compartir nuestro destino. Símbolo y representación de este viaje que es la vida.
Nuestros incas quisieron inculcarlo como entendimiento y fraternidad entre los hombres y los pueblos. Y donde la música es la clave y la esencia.
Tan es así que no hay conglomerado humano entre nosotros, por mínimo que sea, que no tenga su banda de músicos, conformada por voluntarios y gracias a la iniciativa propia de sus cultores e integrantes.
12. Proyección al porvenir
Es posible que en esa población no haya fábricas. Es casi seguro que no haya empresas en esos lugares. Que ni siquiera tengan luz eléctrica. Pero sí hacen filigranas y encajes en el aire del amanecer, el mediodía o la tarde la banda de músicos del lugar.
Ellas constituyen grupos excelentemente organizados, imbuidos de normas, códigos de honor y hasta de una mística especial, pues muchas de sus actuaciones son de sacrificio.
Acompañan con fervor las celebraciones religiosas, cívicas y sociales.
Las bandas de músicos son un símbolo de la fortaleza del Perú milenario, de su convencimiento y de su decidida proyección al porvenir.
Ensayan en medio de los bosques, a la orilla de los manantiales, en las faldas de las colinas, en la cumbre de los cerros frente a los abismos.
13. Gritos de victoria
Ya en la sombra o a la luz del alba descorren notas, acordes y compases que convocan, integran y curan las heridas.
Y convocan a toda resistencia heroica.
Ellas harán regresar a los hermanos, padres e hijos que se han ido. Atronarán los aires con gritos de victoria.
Este propósito es también propio del movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra, que es peregrinación y hermandad. Y se propone igualmente relevar aquellos valores del mundo andino para hacerlos más vigentes en nuestra cultura y sociedad. Y hacer que los hermanos que se han ido vuelvan.
En Capulí, Vallejo y su Tierra por eso, cada vez que llegamos a Santiago de Chuco nos esperan las bandas de músicos. Y lo primero que hacemos al amanecer de un nuevo día es subir a una cumbre.
Y de amanecida hacer el saludo al sol recibiendo los primeros rayos en nuestras frentes, manos, brazos y, sobre todo, en nuestros corazones.
14. Oh padre, hemos venido
Y le decimos al sol: Aquí estamos, hemos venido de regreso a la casa y a la tierra natal.
Te ofrendamos padre estos granos de maíz, unos morados, otros negros, otros blancos y otros azules.
Te ofrendamos estas hojas de coca, tu planta sagrada.
Te traemos estas flores silvestres que hemos recogido en los caminos.
Aquí estamos, ave sagrada. Sabemos quienes somos.
Y nuestra felicidad a partir de ahora es tan grande como ha sido nuestra desdicha hasta ahora.
Porque hemos probado que somos fuertes, recios y puros.
Oh padre, hemos venido, te saludamos reverentes este día. Y brindamos por la victoria futura que el destino nos tiene deparada.
Texto difundido por "CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA"
Construcción y forja de la utopía andina
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