domingo, 22 de mayo de 2011

El simbolismo del agua en los Andes

Rodolfo Sánchez Garrafa

Pese a la escasez de tierras con vocación agrícola, en los Andes Peruanos los hombres han tenido a la agricultura como una de las principales actividades productivas desde tiempos ancestrales. Las sociedades agrícolas de los Andes manifiestan un alto reconocimiento simbólico al agua.
Los quechuas denominamos unu o yaku al agua, y los aymaras la nombran oma. En tiempos prehispánicos la principal festividad dedicada al agua era el Oma Raymi que coincidía con el período de preparación de la tierra, limpieza de las acequias de riego y la siembra.


Los problemas de disponibilidad de agua, distribución de los recursos hídricos y protección frente a las amenazas de los períodos de sequía han preocupado de manera manifiesta a los andinos. El agua como fuente de vida con poder fertilizador de la tierra dio origen a mitos y rituales asociados a deidades proveedoras del agua, cuya acción, por lo general, implicaba un encuentro o complementariedad entre el mundo de arriba o hanaq pacha y el mundo de abajo o ukhu pacha.
La necesidad de disponer de acequias para el riego de pastos y terrenos de cultivo es ostensible en las cuencas interandinas, medio geográfico caracterizado por la marcada fluctuación de las precipitaciones pluviales y por el predominio de la agricultura de secano. Para obtener agua de riego, los pueblos prehispánicos tuvieron que articular tecnología y autoridad en términos que permitieran coordinar la fuerza de trabajo y los recursos materiales, conforme a las particularidades geográficas. En contextos multiétnicos, las disputas por el control del agua debieron demandar una base de conciliación normativa, que se lograba por la fuerza de la costumbre y el imperio de los mitos. Así puede explicarse que el derecho de ayllus diversos a una participación especifica en el uso de las fuentes de agua haya estado garantizado por la presencia de divinidades tutelares, ordenadas en una cosmología de cerros sagrados alrededor de un centro de poder.
Hoy sabemos que las wakas ordenadas en líneas radiales o seqes marcaban las fuentes de agua en espacios concretos. Los ayllus disponían de un canal o compartían las aguas de un canal según principios organizativos refrendados por los relatos míticos. Este es el caso, por ejemplo, del ciclo mítico de Pitusiray que se enfoca en la distribución del agua bajo criterios de participación parental. El hecho de que las wakas/apu, identificadas con ancestros epónimos de los ayllus, actuaran como marcadores y proveedores del agua, les confería un rol de máxima importancia para la cohesión social y ¡a identidad de quienes se consideraban sus descendientes- Los ancestros deificados eran tenidos como animadores de plantas y animales.
Para inducir la intervención benéfica de los ancestros las gentes debían propiciar la conjunción del mundo de los vivos con el mundo de los muertos, lo que se simbolizaba mediante la entrada de las deidades mediadoras al mundo de los muertos. El enlace mítico de mujeres u hombres con wakas/apu podía determinar el establecimiento de alianzas o derechos de participación en las concesiones hidráulicas, derivados de una reciprocidad entre patrilinajes míticos.
Es visible que en los mitos andinos, el origen de las fuentes de agua y de la lluvia está ligado a hechos fundacionales en los que tuvieron intervención los "dioses montaña", llamados apus, wamanis, achachilas o jirkas. Las sequías se conjuraban juntando las aguas de dos lagunas, una de las cuales se consideraba hembra y la otra macho; con el mismo propósito se mezclaba a veces el agua del mar y el de una laguna. Desde la conquista española, estás ideas se han mezclado con símbolos religiosos católicos. Es así, que en Ayriwanka (Apurímac) se cuenta que el Niño Jesús tuvo sed y pidió a su madre que le diera agua, la Virgen puso el dedo en el suelo y brotó el agua del manante que hoy lleva el nombre de Niño Pukyu.
El interés por el agua no se ha circunscrito a su papel en la agricultura, sino que los pueblos andinos han pensado siempre que el agua tiene una decisiva importancia mágico religiosa para la vida y la salud de los hombres. Sabido es que los andinos apreciaban el poder curativo y energético de las aguas minerales y termales. El Inka Atahualpa pasaba una temporada en un balneario de Pultumarka en Cajamarca, disfrutando de sus benéficas aguas, en la época en que arribaron los españoles a los dominios del Tawantinsuyu. Se tomaba y se toma baños para curar diversas enfermedades, desde afecciones respiratorias, dolores articulares, raquitismo, venéreas hasta diversas afecciones a la piel. No es extraño que se prescriba también la toma de baños para el dolor de muelas, afecciones del sistema nervioso, enfermedades de los ojos, jaquecas e insomnio, males neurovegetativos, dispepsia aguda y crónica, úlceras gatroduodenales, ictericia, cistitis y para la convalecencia de cualquier enfermedad. En el sur andino son famosas las fuentes termales de Putina en Puno, Uyurmiri en Sicuani, Machakancha en Calca, los baños de Lares, las aguas termales de La Raya entre Cuzco y Puno, los baños de Killkata en Apurímac, entre otras decenas de lugares.
En el pensamiento andino se atribuye también otros poderes a las aguas de lugares específicos. Se piensa que algunas aguas ayudan a conservar la juventud, a la manera de la Fuente de la Eterna Juventud que esperaba hallar Hernando de Soto en la Florida y, que seguramente ha dado lugar al nombre de un producto popular que se expende para frotaciones y para combatir dolores de cabeza, mareos y "mal viento". También son muchas las creencias relativas a poderes mágicos de las aguas, por ejemplo para exacerbar el amor, para producir el olvido como dice la canción "Agüita del Olvido habrás tomado, por eso poco a poquito me estás olvidando", tal el caso de las Aguas de Walalachi en Andahuaylas.


Trastornos ecológicos producidos por la naturaleza y el propio hombre afectan y agravan significativamente la escasez del agua. En Pamparaqay (Grau-Apurímac) existían antiguamente tres fuentes de agua. conocidas como Pukyu Ukhu, Niño Pukyu y Q'oto Pukyu, ahora sólo quedan Q'oto Pukyu (que ya no se aprovecha para consumo humano, porque el agua llega sucia y contaminada) y Pukyu Ukhu; el agua proveniente de esta última fuente tiene atributo de fertilidad, es tomada por las mujeres de sus dos chorros y este rito se corresponde con la idea de juntar los opuestos complementarios para propiciar la reproducción. Los hijos de Pamparaqay atribuyen su espíritu emprendedor y aspirante al poder del agua de Pukyu Ukhu (la interioridad del manantial). No faltan algunos que están convencidos que este poder se debe al oro y plata de las minas de Qochakunka que se dice están disueltos en esta agua poderosa.
Es un deber nuestro conservar las fuentes de agua y mantener el respeto que por ellas tuvieron nuestros mayores.

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